Tres días con Paula (parte II)

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Día 1

               Lo siguiente que recuerdo es despertar en la sala de estar que estaba totalmente vacía. El cantar de los gallos me indicaba que ya había amanecido y que debía irme. Creo que bebí demasiado, pareció decirme el eructo que salió de mi boca. Y justo cuando elevaba mi cabeza de ese cómodo sofá, me di con la sorpresa de que Paula estaba ahí, sentada en la cocina tomando un café en pijamas.

-          ¿Quieres café? –Me dijo con una voz que parecía ignorar mi atroz estado.

-          Bueno –casi tragando saliva.

-          Toma. Oye ¿te acuerdas algo de ayer?

-          Gracias. No mucho, ¿por qué?

              La cosa era así: Paula le mintió a su papá, diciéndole que yo era uno de sus mejores amigos gay. Y que había terminado con mi <<enamorado>>. Su padre se vio afectado por la noticia de algún modo y me consiguió un pasaje para ir con ella un fin de semana a Arequipa.

-          Entonces, ¿vienes?

           Tal vez debí sentirme ofendido por la confusión sobre mi sexualidad, pero ¡carajo! No conozco Arequipa. Tampoco conozco a esta chica, pero ten por seguro que quiero hacerlo.

-          Bueno, vamos.

           Ahí iba yo, sin tener la más mínima idea de cómo me había metido en ese lío tan encantador. El vuelo era a las cuatro de la tarde y solo se me ocurrió decirles a mis padres que pasaría el fin de semana en casa de Carlos –mi mejor amigo. Así que hice mis maletas antes de ducharme y me embarqué a casa de Paula para dirigirnos al aeropuerto. Tal vez estaba loco, pero pensé que algo hermoso podría surgir de ese inesperado viaje.

En el avión me enteré de que se iría a Estados Unidos en dos días y que su padre le cedió este viaje como sus últimas vacaciones. En ese momento quise saltar del avión y aterrizar en casa pero su serenidad me contagió. La forma en la que veía el cielo desde la ventana me hizo ponerme en su lugar y sentir la tristeza de dejar mi país por un largo tiempo. También le pregunté porque había dejado que esa mentira llegara al extremo de viajar con un completo desconocido. Y la verdad es que su respuesta me encantó.

-          En mis dieciocho años de vida desarrollé el don de captar lo que transmite una mirada. Tu mirada me inspira confianza y a la vez es tierna. No quería venir a Arequipa sola y la verdad que muchos amigos no hice en Lima.

En efecto, Paula era nueva en la zona, llegaba de España. Es por eso que ni yo ni mis amigos la conocíamos. A pesar de sus raíces asiáticas se consideraba tan peruana como el pisco. En ese vuelo de dos horas me puse al tanto de su vida y empecé a sentir temor de que me gustara. Hasta el momento, cada uno de sus gestos, el tono de su voz y su forma de ser me tenían anonadado. Parecía estar al lado de la chica de mis sueños, esa que sólo conoces una vez en la vida. Aun pienso lo mismo algunas noches.

Cuando tocamos tierra, ella literalmente la besó. Me dijo que tenía fobia a los aviones y por eso no despegaba la mirada de la ventana. No pude evitar reír y caer más profundo en ese hoyo de sentimientos que me hacía conocer Paula. En ese instante me di cuenta de que yo fui el que la protegió esas dos horas y sonreí aun más.

-          Que horrible calor. Vamos al hotel para tomar algo.

-          Yo te sigo. –y lo seguiré haciendo siempre Paula.

            En la habitación del hotel Paula empezó a desmenuzar su vida y me atragantaba plácidamente con ella. No me molestaba en lo absoluto que no dejara de hablar toda la tarde, a decir verdad me encantaba. Pasamos la tarde entera hablando de nuestras vidas: desde la niñez hasta la actualidad. En el trayecto, empecé a sentir los complejos síntomas del enamoramiento. Empezando por querer besarla y terminando por abrazarla para siempre.

          Cuando llegó la noche Paula quiso caminar, y la verdad yo también. Arequipa de noche era hermosa, muy diferente a Lima. No sé si era por la altura en la que estábamos pero la luz de la luna la hacía ver particularmente hermosa. El perfil de su rostro dibujado, los dientes cuando sonreía, sus pequeñas orejas recogiendo parte de su cabello, el brillo de sus ojos en la luna. Ese era el mejor paisaje de Arequipa.  En menos de un día me había enamorado de una completa desconocida.


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