De tal palo, tal paliza

Por
Enviado el , clasificado en Varios / otros
1427 visitas

Marcar como relato favorito

 

            A Marco le robaron cerca de su casa una madrugada. Venía de una fiesta con un amigo cuando Chino y Nacho los interceptaron en la esquina y se llevaron su mochila y los celulares de ambos. Eran las dos de la madrugada y el alcohol no había afectado lo suficiente como para no reconocer a los malhechores. Eran conocidos, se podía decir que eran del mismo pueblo. Chino y Nacho estaban obviamente drogados, sobre todo Nacho que no podía articular palabras con sentido y se quitaba la deteriorada camiseta que llevaba a pesar de la cruel frialdad del clima.

             Apenas fueron despojados de sus pertenencias fueron a casa de Marco a la velocidad de la luz. Aun con esperanzas de recuperar algo, despertaron a su padre y le contaron lo que pasó. El señor Aníbal, conocido mayormente por sus hazañas heroicas –siempre defendía a sus amigos cada vez que estaban en problemas, incluso cuando él estaba peor– ,se levantó de su cama como si ya supiera de antemano lo que sucedió y se puso la más gastada de sus casacas. Cogió el bastón de policía que alguna vez encontró en la calle luego de que se le cayera a un policía de una camioneta, y enrumbó hacia el lugar de los hechos. Caminaron los tres rápidamente lamentando lo que habían perdido en cuestión de segundos y le contaban a Aníbal detalladamente lo sucedido.

-          Vámonos en moto, esa zona siempre es pendeja. Dijo Aníbal mientras elevaba el brazo y hacía que una moto-taxi se detenga.

              Y así al cabo de cinco minutos llegaron al lugar donde vieron irse a Chino y Nacho pero no había mucho que buscar y menos encontrar. La calle estaba desierta y sólo eran distinguibles las paredes pintarrajeadas con aerosol barato, aderezadas grotescamente con un fuerte olor a orina. Buscaron y buscaron siempre alertas, pero no encontraron nada por los alrededores. La oscuridad de la madrugada les hizo saber de una manera triste que no recuperarían nada de lo que perdieron, pero aun peor, no encontrarían a quienes querían de cualquier forma encontrar.

                Pasaron muchos días hasta que al fin dieron con Chino. Esta vez fueron solamente Marco y Aníbal los que harían justicia por manos propias. Golpearon e insultaron a Chino hasta el cansancio y lo amenazaron enésimas veces. Al final de tan suculenta pieza de venganza Chino prometió darle un nuevo celular a Marco. Pero eso no se cumplió hasta el día de hoy, cuando la herida aun late.

               Habían amedrentado a Chino lo suficiente como para sentirse satisfechos pero aun faltaba Nacho. El más temido de los dos y quizá el más ansiado. De Nacho no se sabía absolutamente nada. Aníbal acudió a sus conocidos menos concurridos para que le den alguna noticia de él, pero nadie sabía nada. Lo más probable era que Chino le haya aconsejado no mostrarse públicamente por un buen tiempo o terminaría con el rostro hinchado, tal como él.

               Hasta que llegó un buen día en el que Marco dio con el paradero del ansiado Nacho. Por pura casualidad caminaba justo donde él estaba cayéndose de ebrio. En una esquina, cerca a un basural, donde se vendía el trago más barato y por lo tanto despreciable. <<Presa fácil>>. De inmediato Marco cogió su <<nuevo celular>>, llamó a su padre y le dijo que viniera. Quizá ese día correría sangre y vaya que sí corrió.

                Aníbal llego con una sonrisa llena de adrenalina. Quería al fin quitarse la espina de la venganza que lo incomodaba desde esa noche. Cercaron el lugar donde Nacho se encontraba cantando una desagradable canción y fueron como alma que lleva el diablo a su encuentro. Aníbal lo levantó de la remera –a pesar del metro y ochenta centímetros que lo separaban del suelo, le costó trabajo cargar a un siempre cebado cholo– y emprendió con la serenata de insultos. <<Te estaba buscando conchatumadre>> <<Ya te cagaste>><<Ahora pe’ huevón, ni tu vieja te va a reconocer>>.

                De ahí en más las cosas no irían bien para Marco y menos para Aníbal. De aquella choza que le brindaba a la gente de mal vivir el más barato de los tragos, salieron dos amigos de Nacho. Envalentonados por el alcohol que recorría su sucia sangre se abalanzaron hacia Marco y su padre. Y en plena golpiza, tuvieron que soltar a Nacho y encargarse de ellos dos. Hasta el momento las cosas eran manejables para ambos. Si bien el alcohol les brindaba resistencia, los volvía lentos y por tanto eran fáciles de deshacer. Pero todo cambió cuando Nacho que se arrastraba hacia el basural cogió un largo trozo de madera, en cuyo extremo había un clavo algo torcido pero aun puntiagudo y con la fuerza que le quedaba se lo clavó como una estaca a Aníbal. Que recibió el impacto de espaldas y solamente pudo caer de rodillas hacia adelante, burbujeando un pequeño chorro de sangre en la boca.

               Cuando los dos defensores de Nacho vieron eso, por sentido común se alejaron corriendo. Nadie quiere ser cómplice de un homicidio. Marco sintió en carne propia lo que es que la furia corra por tu cuerpo y sin más ni más arremetió contra Nacho hasta hacerlo caer nuevamente. Lo golpeó sin piedad y con un descontrol que no se le conocía. Sin estar satisfecho aun por lo que sus puños causaron, Cogió una piedra cerca al suelo donde yacía su padre y siguió golpeando y golpeando más el rostro de Nacho. La sangre del cuerpo de Aníbal corría por la pista y ya llegaba a manchar las rodillas de Marco que poco a poco deformaba el rostro de Nacho, hundiéndolo cada vez más con cada golpe que le propinaba.


¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales

Denunciar relato

Comentarios

COMENTAR

(No se hará publico)
Seguridad:
Indica el resultado correcto

Por favor, se respetuoso con tus comentarios, no insultes ni agravies.

Buscador

ElevoPress - Servicio de mantenimiento WordPress Zapatos para bebés, niños y niñas con grandes descuentos

Síguenos en:

Facebook Twitter RSS feed