El quinto invitado Parte 3

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Emily estaba en el suelo, tirada, inerte, con la cabeza girada 

del revés también. Seth y Ben se separaron de inmediato sorprendidos. 

-Has sido tú, tú eres el asesino- le gritó Seth a Ben parando 

de nuevo el disco. Y cambió de habitáculo. Después se dirigió a 

una cámara del habitáculo y profirió todo tipo de insultos hacia 

Ben llamándole asesino. 

Ben negaba constantemente con la cabeza. Él no había sido. 

Además, una cosa era partir el cuello y otra era darle la vuelta a 

la cabeza completamente. Se preguntó si no había sido Seth, pero 

antes a Douglas le había pasado lo mimo y estaba en un habitáculo 

dos veces más lejos. Nada encajaba. 

-Seth, si algo te conforta es que no he sido yo. ¿Quién fue 

entonces el que mató al primero?- No sabía el nombre de Douglas 

porque este no se había presentado a ellos anteriormente. 

-Solo sé que ahora quedamos dos y que no podemos confiar 

el uno del otro, aunque parezca que tengas toda la razón- respondió 

Seth. 

Pero, de pronto, parpadearon de nuevo las luces. Esta vez 

ambos aterrorizados, sabiendo que algo más iba a suceder. A quién 

de los dos le tocaría esta vez. Se apagó la luz por unos segundos 

y volvió a encenderse. El espectáculo era dantesco. Seth profirió 

un alarido de muerte que resonó en todos los habitáculos del 

donut. Ben estaba en el suelo, con la cabeza vuelta atrás. Ahora 

solo quedaba ella. 

El disco o donut fue girando unos minutos mientras Seth, 

embargada por las dudas, estaba cabizbaja y quizás fuera de sí. 

Sus pensamientos no fluían de forma ordenada y no podía más 

que recordar las imágenes de ellos. Pero no podía pensar con claridad, 

cuando, de repente, las luces empezaron a parpadear de 

nuevo. Su corazón ahora latía a gran velocidad y la presión de la 

sangre le subía a la cabeza, pero debía mantener la calma. La luz 

se apagó. Después, tras un largo y eterno silencio, se encendió de 

nuevo. A su lado estaba Douglas, de pie, con la cabeza todavía 

girada, de modo que estaba físicamente de espaldas a ella, pero 

mirándola fijamente desde detrás de los cristales de las gafas. 

-Hola Seth. Soy el quinto invitado y ha sido un placer conoceros- 

la voz era gutural y ronca, como si un demonio se hubiera apoderado de él.

Y es que, en realidad, así había sido–. El concurso acaba aquí– concluyó. 

Seth se echó para atrás con lágrimas en los ojos. De pronto 

comprendió, un demonio se había colado en el disco y era el invitado 

al que todos desconocían. Porque, sencillamente, no debía 

estar allí. De pronto, una vez más, se apagaron las luces. 

Cuando pasaron las tres horas y el equipo técnico del programa 

abrió el donut se llevó una grata sorpresa. El que menos se 

le desencajó la mandíbula al ver el dantesco panorama allí dentro. 



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