El rincón del recuerdo ( A familiares y amigos nochevieja 2013)

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Cerré los ojos y pensé. Solo pensé.

Cada atisbo de recuerdo cruzó fugazmente mi mente haciéndome sentir su calor, su miedo, su dicha, su tristeza, su cariño, su dolor; todo. Quise abrir los ojos, pero no pude; aquel sentimiento recorría mi cuerpo como si pretendiera quedarse allí para siempre, y no me importaba, me sentía realmente a gusto con él mientras erizaba mi bello produciéndome un  éxtasis momentáneo. Fue en ese preciso instante cuando una lágrima partió desde mi ojo con un no muy lejano destino, realmente estaba sintiendo todo aquello: cada abrazo, cada beso, cada lloro, cada pena, cada bienvenida y cada despedida. Todo el año estaba cruzando mi mente a una velocidad desconcertante, parecía imparable. Mi otro ojo dejó caer el segundo símbolo de todo aquello que estaba sintiendo, de que era real y que no quería olvidar. Mi estremecimiento era cada vez mayor, incluso temblaba con aquella emocionante visión, no tenía palabras para expresar lo que era, pero allí estaba haciéndose cada vez más fuerte y apoderándose de mí, haciéndome vulnerable a todo aquello que había apartado de mi mente.

Una fuerte sacudida me hizo reaccionar, abrí los ojos de golpe, y pude comprobar algo de lo que hasta ahora no me había dado cuenta, estaba llorando a lágrima viva, todos aquellos recuerdos habían hecho florecer lo que me estaba ocurriendo. No sé explicaros como me sentía, pero no podría resumirlo con “bien” o “mal” no; iba mucho más allá, mucho más lejos de un simple buen momento o una pequeña caída. Ahora lo empezaba a ver todo claro, cada lágrima que escapaba de mi era un abrazo, un recuerdo, un amigo o una ayuda que quería dejar paso a la fabricación de otras muchas en este nuevo año que ya se avecinaba, era una forma en la que mi cuerpo reaccionaba ante tal cantidad de emociones, unas salían para dejar sitio a otras nuevas que estarían por llegar, pero esos recuerdos que surcaban cada poro de mi rostro sin dirección ni destino, dejaban un sello marcado a fuego en el interior de mi ser que sería imborrable por muchos que fueran los años que volaran por encima de mí. Mi último recuerdo se dirigía al suelo con potente velocidad, mi última lágrima se alejaba de mí sin ninguna intención de volver a sus comienzos, y lo hacía en el preciso instante en el que estaba sonando la última campanada en el reloj de pared; Ese último “dong” marcaba tres cosas; La primera, que mi lágrima se esparciera en cuanto hizo contacto con el suelo, deshaciendo el último hueco a rehacer; la segunda, que mis recuerdos habían sido grabados para la eternidad; y la tercera, que el año 2014 acaba de brotar.

Feliz año.


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