En el metro

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¡Ay, no!... Joder, cari, mira que eres malo, eh. Como te gusta hacerme sufrir... ¿Sufrir?, tú nunca me haces sufrir, pero ahora mismo agradecería que mantuvieras tu mano derecha junto a la izquierda agarradas en la barra del techo de este vagón de metro... Ya sé que no te vas a detener ni aunque estuvieras oyendo esto que estoy pensando, pero... Ey, ey, ey, esa mano no debería seguir avanzando hacia arriba con esa delicadeza... ¿Acaso no te importa que estemos rodeados de gente?... Ya veo que no.

Sabes que me gusta el sigilo que utilizas para llegar hasta mi culo, como si fueras un ladrón entrando a robar a una casa... Ey, cuidado con el elastiquillo de mis braguitas, que a lo mejor esta buena gente con cara de aburrimiento puede oír como me azotas con él. Como me gusta sentir tus dedos entre mis nalgas, y tú sabes que me gusta por que me quedo muy quieta y no hago nada por impedírtelo. Sabes que si fuera otra, ya me hubiera vuelto y te hubiera abofeteado. Te miro y me resulta increíble lo bien que finges, como si tus dedos no estuvieran haciéndole ceremonias a mi ojete. Tendrías que haber sido actor.

Te sonrió por que deberías ver la cara de niño bueno que tienes... No lo sabes pero mis braguitas rositas ya empiezan a humedecerse por la parte de delante. Un cosquilleo me recorre de arriba abajo. Intento ocultar mi cara entre esta barra a la que voy agarrada y mi pelo rizado para que, por si algún casual, alguien me viese a punto de correrme. Me moriría de la vergüenza, canalla. No volvería a subir al metro en la vida, y eso que está ciudad es grande; pero ya me veo en las noticias de las tres: "Pareja de desvergonzados dándole al manubrio en el metro delante de decenas de personas". Conociéndote, seguro que te partirías el culo... Ay, por Dios, por lo que más quieras, limítate a dejar tus dedos donde ahora están...

Riiing, uouououo, ninoninonino... ¿No sabes qué son esos sonidos?, son las alarmas; estas pasando el perímetro permitido en estas circunstancias. Mira como me muerdo el labio inferior. Imagino que al estar detrás de mí te resultara difícil, pero si vieras mi cara ahora mismo es probable que te corrieras, y hablando de correrse, ¿como vas tú con lo tuyo? A ver… Ooooh, jo, jo, menudo empalme puedo notar al tentarte ahí. Sé que tú también has de llevar los slips de Calvin bastante más mojados que mis braguitas. Si fuéramos solos en este tren sabes que me pondría de rodillas y te haría pagar por esto que me estás haciendo...; en el buen sentido, tonto, ya sabes lo buena que soy yo con la lengua, ¿a qué... ¡Aaaayy, joder! Me voy a correr, cariño. Sigue, para pero sigue, para pero sigue. No sé si sabes que se te han caído unos dedos dentro de mi agujero. Como esto siga así, al final voy a partir esta barra con la fuerza que estoy ejerciendo sobre ella... ¡Oh, Dios mío!

¡Cari, cari, cari, mira: hay un hombre que nos esta mirando!... Ay, que vergüenza, para por Dios.

Tierra trágame... ¡Y encima el tío mira tan descaradamente! Sabe que me estas masturbando.

Sé que lo sabe; puedo notar su lascivia en la mirada... Pero no creo que diga nada, parece uno de esos al que le gusta miraa¡AAY... Dios!... Creo que me voy a mear encima. Deja de tocarme la campanilla, ya sabes que tienes permiso para entrar sin llamar. Te juro que como me mee encima, te mato, cari. ¿Es que esta señora que tengo sentada a un palmo de mí no nota que tiemblo como si la tierra se moviese? Debe ser que le resultan más interesantes las noticias de la revista de la prensa rosa que está leyendo. Supongo que es lo bueno de ir en hora punta en el metro: nadie se fija en nadie; excepto aquel tío de allí que... ¡¿Pero que hace!? ¡Me ha sacado la lengua y no en plan burla! Sé lo que quiere decir ese movimiento con la puntita de la lengua a esa velocidad, esa materia ya la tengo aprendida de memoria. Creo que me estoy poniendo roja.

Ay, Dios, nunca pensé que llegase a desear que mi novio se estuviese quieto por una vez con la mano... AyayayayayayayayayayayayayayayayYAAAAAAAAAA… Mmmmm... Aaaaah... Hijo de... Joooderrr... En cuanto lleguemos a casa, te mato..., o como castigo me lo haces tantas veces como a mí me de la gana, te lo juro. Será cabrón el tío ese mirón, ¡pues no se está riendo de ver como me he corrido! Que mas quisiera él comer de entre mis piernas. Ale, ya tienes inspiración para darle a la mano esta noche, guapo… por decir algo, hijo mío.

- Próxima parada: Atocha.

Ay, por fin, llegamos. No me mires así, cari, no... ¿Pero qué haces? Serás guarro, ¿por qué te gustará tanto lamerte los dedos que me has metido? En cuanto lleguemos a casa, después de echar a lavar hasta la falda, vas a ver lo que vale un peine, cabrito.


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