Mi peor recuerdo

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Todavía no entiendo que ocurrió. De repente lo tienes todo, y de repente, no tienes nada.

Siempre me han hablado de lo duro que son determinados momentos, pero nunca terminé de creérmelo. Siempre me consideré más fuerte que todo eso, y siempre creí que todo depende de uno mismo, pudiendo superar cualquier obstáculo que de la mente dependa.

Pero me equivoqué, no es tan fácil, por lo que ya sé. De hecho, yo diría que es un sentimiento infernal, un padecer angustioso, una vida sin aliento…

Doy vueltas atrás, y aún todo está borroso. El ruido de unos frenos, el chirrido estremecedor del golpe, el sonido del corazón.

Pero lo más estremecedor es el silencio… ni una palabra, ni un grito, ni un sonido.

Es entonces cuando, no queriendo recordar, porque duele más que cualquier tortura en el mundo, se me viene la escena.

Es ese momento en el que despierto y me encuentro sola, perdida y desorientada. El suelo está caliente, ardiendo. No lo termino de entender ya que es invierno, y debería hacer frío. Estoy en medio de la nada, al anochecer, con una manga solamente que me cubra, y no siento frío.

Levanto la vista y recuerdo que falta algo. Tardo unos segundos, o quizás unos minutos, en darme cuenta de que no iba sola como de costumbre. Busco inquieta, con la movilidad reducida, la parte que me falta.

Sólo veo humo blanco, y piezas sueltas por todo el asfalto. Es entonces, cuando, en un atisbo de lucidez, soy consciente de que ha ocurrido algo mientras al parecer dormía. Soy consciente de que lo que está pasando no es un sueño, es real, y no forma parte de mis historias de drama. En mí, entonces, se desploma el mundo.

Por fin lo encuentro. Creía que no se movía, no parecía respirar, pero miraba. Tenía la mirada perdida, olvidada, sin ser consciente de nada. Pensé que no sentía dolor, y de alguna forma me alivié. Pensé que no sufría por encontrarme, como yo a él, y eso, era bueno. Siempre tuvo sobreprotección hacía mí y no sería favorable para su estado. Nunca me gustó verle sufrir.

Y es ahí cuando acabo todo. Y, por desgracia, para mí también. Fue el principio de la nada, de la vida sin sentido, del vacío eterno. A partir de entonces, el resto me da igual. No tiene fuerza en mí nada que no sea el aferrarme al pasado en el que todo era distinto. Aquello que me hacía reír, ahora, me hace llorar. Es el mundo al revés, y yo estoy en él. No quiero este mundo si no está. No quiero reír, si no está.

Y es ahora, habiendo pasado tan poco tiempo, que para mí es eterno, cuando, después de intentar olvidarlo miles de veces, miles de noches, miles de días, soy consciente de que es imposible.

Me aferraré a la fuerza de tanta gente, que ha sufrido tanto y sigue su camino. Me aferraré a quiénes sufren conmigo y por mí, a quienes les duele mi dolor, a quiénes lloran por mí.


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