luces sobre el mar (I)

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Enviado el , clasificado en Intriga / suspense
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Noto que unos dedos me están sacudiendo el hombro y poco a poco salgo del sueño profundo en el que estaba inmerso.

Alguien me está hablando de manera brusca -¡Relevo de guardia, espabila!

Abro los ojos e intento ubicarme, todavía confuso. Observo el techo sucio, lleno de garabatos escritos a lápiz y bolígrafo. Estoy sobre un camastro en el cuerpo de guardia, totalmente vestido, con las botas puestas y todos los aparejos, incluidas las cartucheras con la munición. Debemos estar preparados por si algún enemigo nos ataca en plena noche. No hay nada más ridículo que nos cojan en calzoncillos corriendo de un lado a otro mientras nos cazan como conejos, como suele pasar en las películas. Todo y eso, el cuartel jamás ha sido asaltado en los cientos de años que tiene de historia.

Al levantarme los muelles del somier rechinan como quejándose. A mi alrededor otros cuerpos también se están levantando entre protestas. Una triste bombilla desnuda ilumina la escena. El aire está cargado de olor a pies sudados y calcetines sucios. Estamos en una habitación con ocho camastros y un armero en donde están colocados en hilera nuestros fusiles de asalto “CETME”. Cojo el mío y me lo cuelgo al hombro, dirigiéndome hacia la puerta de salida que comunica con el edificio central del Cuerpo de Guardia. Desde allí salgo al patio de armas y observo como mis compañeros ya se están agrupando en formación. 

Allí también está el oficial de guardia, un teniente bajito y rechoncho que carecía de cuello. Una sombra de barba se dibujaba en su cara después de tantas horas de servicio sin asearse, el nuestro era el último relevo de aquella guardia. Nos miraba severamente bajo la visera de su gorra mientras consulta el reloj de muñeca.

 

 

-Cabo, mande formar como es debido y deme novedades.- Dice dirigiéndose al “Furri”, como le llamamos nosotros. Es el cabo encargado de material de la octava compañía dela Plana Mayor, a la que también pertenezco yo y el resto de los componentes de la guardia. Mi compañía no hace guardias nunca, ya que está compuesta exclusivamente por personal logístico, pero como todo el batallón se ha ido de maniobras a Gran Canaria, nos ha tocado cubrir la seguridad del cuartel. Como la mayoría somos oficinistas, cocineros, armeros, asistentes… no estamos al día de la instrucción militar.

-¡Aaaatención! – Grita “el Furri” – A formar.

Formamos en fila de uno calculando la distancia entre nosotros extendiendo el brazo izquierdo, tocando el hombro del compañero.

-¡Firmes! – Vuelve a gritar el cabo- ¡EINN!

El “EINN” es un grito que dan todos los mandos para dar fuerza a sus órdenes, pero no se muy bien su significado. Supongo que será un vocablo que se ha ido modificando con el tiempo acabando en una especie de grito gutural muy ridículo. La primera vez que lo escuché me reí y eso me supuso una sonora colleja en la nuca propinada por cabo instructor. Todavía me escuece al recordarlo. Aprendí que las formaciones militares son una cosa muy seria.  

El “Furri” se dirige al teniente, da un taconazo y le saluda llevándose la punta de los dedos a la visera de la gorra – Formado el relevo de la guardia sin novedad, mi teniente – Le dice a gritos.

No muevo ni un músculo pero mis ojos se dirigen con disimulo al cielo. ¡Menudo espectáculo de cielo tienen en las Canarias! Miles, digo, millones de estrellas se reparten luminosas en el cielo negro y limpio.

-Bien, cabo, ya puede realizar los relevos – dice el teniente después de un silencio que aprovecha para repasarnos a todos con la mirada. Saluda al estilo militar y entra en el Cuerpo de Guardia.

-AAATENCION – grita el “Furri”- AARMAS AL HOMBRO, ¡EIN!. DEEERECHA, “¡EIN!” . ¡MARCHEN! – y empieza a marcar el paso a gritos mientras nos ponemos en marcha a través del patio de armas, haciendo resonar las botas sobre los adoquines- UN, DOS, TRES ¡ERO! – El “ERO” tampoco lo he entendido nunca, pero Dios me libre de reírme.

Seguimos al Cabo a paso marcial hasta girar por la calle lateral del edificio de las cocinas. Una vez que lo hemos sobrepasado y entramos en el camino perimetral del cuartel, el “Furri” cambia de paso y se pone a caminar normalmente.

-Vale chicos, el teniente ya no nos ve. PAAASO NORMAL.

Nos relajamos y andamos con normalidad por el camino asfaltado, abandonando las estelas de luz de las instalaciones principales del cuartel. Como resplandece una formidable luna llena, no es necesaria más iluminación.

Llegamos a la primera garita. Está situada al lado del muro que separa la instalación militar de la carretera de Santa Cruz dela Palma. Puedeser que éste sea el mejor destino de vigilancia, ya que al menos se ve pasar un coche de vez en cuando. El soldado que estaba de vigilancia saluda al cabo y le informa que no ha habido ninguna novedad, después se coloca al final de nuestra cola y es relevado por el último soldado de la fila. 

El siguiente puesto de vigilancia es el orientado a una urbanización que se ve a lo lejos; el otro defiende los accesos que hay entre los páramos y el acantilado; el siguiente está situado en una especie de batería de defensa costera con cañones gigantes de hierro colado que apuntan al mar. Son una reliquia del siglo XVII creo y que tenían el objeto de disuadir o pulverizar a los posibles asaltantes de las islas (piratas, ingleses, o yo que sé). Espero que esta noche no suframos ninguna invasión, porque con semejante armamento vamos arreglados.


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