En estas situaciones de inspiración

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                En estas situaciones (en las que uno se puede considerar enamorado), llega el momento de plantearse si lo que uno siente es inspiración o una simple fuerza motriz (una vez más originada, como tantas otras cosas, por el enamoramiento), que le lleve a escribir cosas brillantes para muchos, cosas con las que muchos se sentirán identificados y cosas las cuales a muchos les costará reconocer. Porque el amor no se hizo para idiotas es que ahora está lleno el mundo de blogs insustanciales. No es que le prive de la posibilidad de desahogarse o de asombrar a unos cuantos impresionables con sus experiencias vitales, pero creo que la inspiración de cuando uno está aburrido en un cuarto sin nada que hacer, cuestionándose por qué siquiera está vivo, es la más necesaria de todas. Es la verdadera inspiración.

                Antes estabas sin nada y de momento te encuentras con millones de cosas que hacer (en mi caso que escribir), y esto es algo que a mí, como acuario, me ha provocado un terrible daño. Dicen que pensamos en mil cosas, que rápidamente cambiamos de idea, y que tanto esfuerzo mental nos acaba agotando muy pronto, dejándonos sin nada hecho. Y esta es la realidad de mi vida. La única forma que tengo de que no se me olvide que alguna vez pensé en algo es escribiendo sobre ese algo, aunque me quede a medias. Raramente retomo lo que alguna vez dejé, y más raramente aún logro acabarlo de alguna forma medianamente decente. A veces pienso, “si en su día decidí dejarlo sin final sería porque no lo tenía”. Sería que aún no lo encontré.

                No se puede escribir bien de todo si no se ha vivido o visto de todo. Lo demás son puras suposiciones e hipótesis de mentes muy imaginativas (es algo que se estila mucho hoy día, pero que no admiro, a decir verdad).

                Quisiera poder comprender por qué cuando uno se enamora siente que cualquier cosa que escribe puede interesarle de alguna manera a cualquier persona, y digo a cualquiera porque realmente uno piensa que con sus sentimientos podría asombrar al mismísimo Shakespeare si se encontrase vivo. Y es que es ridículo no planteárselo de esa forma, ya que por una vez en la vida uno está seguro de lo que hace (aunque no sea consciente de que un 80% de probabilidad le saldrá mal y se cagará tanto la existencia que volverá a sufrir de inspiración enfermiza durante meses). Uno está de camino al suicidio más probable, aunque aún no lo sepa, y se siente seguro. Es una paradoja muy ignorada por todo el mundo, pero inspiradora.

                Entonces ahí uno enciende el portátil, o abre la libreta (en el caso de los más tradicionales), y se pone a escribirle a la persona que siente que más ama (en ese momento), que la adora y que perdería la vida por ella (la vida, señor, que es lo único que tenemos, por encima del amor), y que no le importaría ponerse delante de un tren si con eso sabe que le va a hacer sonreír (uno siempre tiende a ser estúpido cuando está enamorado, por eso tiende a pensar que ser atropellado por un tren puede ser motivo de risa para alguien, especialmente para su pareja). Le cita frases de otros que en su día también se enamoraron (pero que tenían una mente mucho más brillante, todo hay que decirlo), y queda tan satisfecho con su trabajo que hasta se le olvida escribir las comillas y el nombre del verdadero autor abajo. Y la mujer (o el hombre) tan afortunada (o afortunado) de ser amado de esta manera, lee este hecho de estupidez y queda anonado por toda la pasión que puede desprender un idiota, al que de momento no reconoce como tal. Y pregunta si lo hizo él/ella, y sonríe. 


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