Requiem

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Cierro los ojos.

Por un instante, me invade una paz como nunca antes había sentido.

De pie e inmóvil, alzo el rostro al cielo dejando que los últimos rayos de la tarde calienten mis entumecidos huesos y elevo los brazos en cruz.

Respiro profundamente y sonrío.

Su imagen aparece reflejada ahora en el vacio de mi imaginación.

Dicen que el alma existe, me gusta creer que sí, y se basan los más férreos defensores de esta teoría en que si pesas el cuerpo de un ser humano antes y después de su fallecimiento, descubrirás que ha perdido 11 gramos, 11 míseros gramos de materia etérea con la  que tratan de explicar la esencia humana.

Pobres ilusos.

Todo lo que existe en el mundo, en el universo tiene alma.

Alguno creerá que soy idiota, pero me niego a creer, que aquella pequeña perrita que tenía en mi infancia, que con ojos vidriosos era capaz de transmitirme todas sus emociones, aquella por la que tanto lloré mientras mi padre la enterraba en el jardín, no tenía alma

Tal vez por eso ahora me extraña tanto que me pueda deshacer de ella con tanta facilidad. No quiero decir que la haya vendido, no en absoluto. Decido en un acto de suprema generosidad regalarla y hacerlo además de una forma consciente, voluntaria.

Se la regalo a ELLA

Dicen que el amor lo puede todo, que es capaz de anular cualquier capacidad de raciocinio y abocar al hombre a la mayor de las necedades. Esto es cierto, pero en mi caso difiere mucho de la realidad. Por el contrario, el amor me abrió los ojos y expandió mi mente de una forma novedosa y especialmente dolorosa.

Si, así es, he dicho dolorosa.

San Pablo en su carta a los Corintios afirma sobre el amor:

“El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija en la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”

Palabras maravillosas pero se olvido de la más importante.

El amor duele

Sí, así es.

Imaginaros por un momento que estáis ciegos, no porque no podáis ver sino porque habéis pasado toda la vida inmersos en una cueva en la cual no entra el menor resquicio de luz. Pensad que alguien os muestra entonces la luz de un candil, suave, tenue, delicada. Pensareis sin lugar a dudas que esa luz es maravillosa, que regocija vuestro espíritu y que esa persona os ha mostrado sin lugar a dudas algo maravilloso.

Pues bien eso es la ilusión del amor.

Ahora recapacitad y divagad un poco más, dejaros llevar y considerad que una nueva persona os aferra la mano y os conduce lejos de ese candil, os aparta de esa tenue luz celestial para conduciros sin previo aviso a una estancia con una inmensa puerta que se abre de golpe dejando entrar la luz del sol de mediodía una mañana despejada del mes de agosto.

¿Cómo creéis que reaccionaríais?

Efectivamente

Desearíais arrancaros los ojos, regresar inmediatamente a la oscuridad de vuestra cueva, incapaces de absorber de golpe el calor y el brillo del astro rey.

Eso es el verdadero amor

Como muchos otros había sido hipnotizado por la temblorosa llama de un candil que iluminaba mi existencia, y como muchos sabía o al menos intuía que debía existir algo más. Algo que aportase sentido a una vida monótona y anodina, una vida consistente en una incesante y mecánica repetición de normas y éticas para las que no estaba preparado.

Entonces la conocí a ELLA

Mi mundo entero se desmoronó y la luz del sol lo inundó todo. Caí de rodillas tapándome los ojos y sintiendo un calor en mi piel que me llegaba a los huesos atravesándome como la llama de un soplete.

Sé que lo nuestro era diferente, pero nunca admitiré que no fue real.

Sé que para muchos era una fantasía paranoica a la que no podían dar entendimiento, tal vez porque jamás pensaron en mirar a otro lado que no fuese la luz de su propio candil.

Es cierto, jamás la toqué, jamás la besé, jamás sentí sus caricias en mi piel.

Pero las soñé.

Las soñé con tanta fuerza, con tanta intensidad, con tanta fe, que la realidad quedó relegada a un segundo plano.

¿Esquizofrenia?

No lo creo, pero eso seguro que explicaría muchas cosas.

Aun ahora desde este lugar apartado, con los ojos cerrados puedo contemplarla, tan bella, tan real como siempre, aquí a mi lado, sonriéndome.

Puedo sentir cómo me llama sensualmente, como ronronea dulcemente, con ese tono gutural que tanto me gusta.

Aun ahora puedo disfrutar de sus voluptuosos pechos que tanto he besado, de sus rosados pezones creciendo en mi boca, de sus dulces caderas que tantas veces me han cabalgado, de su salado sexo.

Puedo regocijarme en su boca lujuriosa y juguetear con su lasciva lengua.

Puedo verme reflejado en su cristalina mirada.

He sentido con ELLA más placer, más cercanía, más calor, que con ninguna mujer de carne y hueso.

Mas he de asumir que al final del día cuando la noche extiende su oscuro manto y la luz del sol a la que he conseguido acostumbrarme tan rápidamente se desvanece, regreso a mi lúgubre escondrijo, donde me espera la débil luz de mi candil. 

Prefiero el recuerdo del Sol que la esencia edulcorada de su brillo.

Es por ello que hoy decido ser libre.

Libre de cargas, de trabajos, de ataduras.

Libre de compromisos, libre de decepciones, libre de mi mismo; tan vulgar, tan insustancial, tan humano.

Hoy le regalo mi alma, mi bien más preciado, hoy se la entrego para unirla definitivamente a la suya.

Abro los ojos y el sol me da de lleno en las pupilas, que se contraen y en un acto reflejo de protección hacen que mis parpados se cierren para atenuar la entrada de tanta luz, de tanto amor.

Bajo la cabeza y enfoco la mirada. Frente a mí un enorme cartel publicitario escupe un lema pegadizo y de sobra conocido “Just do it”

Una carcajada me sobreviene y todo mi cuerpo se estremece.

Es curioso no puedo parar de reír, las lagrimas se me saltan de los ojos.

Un último vistazo al mundo que impasible sigue su curso a unos 20 metros bajo mis pies.

Avanzo el pie derecho, el mismo pie que seguro lleno de regocijo a mis padres cuando me contemplaron dando mis primeros pasos. El mismo pie que ahora me ayuda a dar el último.

Cierro los ojos, ya no hay nada que ver.

El aire en la cara es tan agradable, la sensación de ingravidez tan placentera, no puedo parar de reír.

Supongo que así es como se siente un feto en el vientre de su madre.

La diferencia es que allí hay un alma a punto de nacer y aquí sólo queda un cascaron vacio e insustancial con 11 gramos menos, que se perderá en la memoria de los hombres.

Mi alma ya está con ELLA


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