Demonios

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Una vez me dijo sin mirarme a los ojos, “todos buscamos a alguien cuyos demonios se entiendan con los nuestros”. Y esa frase no la pude olvidar desde entonces. Se arrastraba en mi mente obligándome a recordarla en todo momento, a recordarla y analizarla. Si bien es muy probable que la frase no fuera directamente para mí, alegando el hecho de que apenas nos conocíamos. Podía ser un mensaje subliminal que demostraba esperanza de encontrar en mí lo que no pudo encontrar en nadie más.

            En todo caso, la frase se prestaba para contextos aún más complejos. Si la segunda hipótesis era cierta, y lo dijo indirectamente para mí, estaba llevándome  a un mundo de preguntas sin respuestas cercanas. Lo más factible en este caso era asumir que la primera hipótesis era la correcta. Pero como dije, esa frase se arrastraba en mi mente día y noche y las preguntas se presentaban una detrás de otra.

            Ahora bien, no estaba enamorado. Salía de una larga relación que me dejó un sabor amargo. Llegó ella y me dio una esperanza, me mostró la salida de un túnel que me atrapaba desde hace ya mucho. Y aquí entraba otra duda, no precisamente quien te salva lo hace por afecto. Era casi imposible que me haya ayudado con la intención de encontrar en mí lo que le hacía falta. Era una duda constante, sin embargo, estaba prohibido aclararla por medio de ella.

            Algunas noches sentía que salía de un laberinto para entrar a otro. Un laberinto menos oscuro y en cuyas paredes no estaba esas dolorosas espinas que siempre me dejaban malherido. Este laberinto era agradable porque no me atemorizaba en lo absoluto quedarme eternamente buscando una salida. Es más, me emocionaba la idea de quizá, quedarme en ese laberinto hasta el final. Pero repito, no estaba enamorado, esto que sentía no era amor.

            No había la necesidad de verla, de estar con ella todo el tiempo. Su compañía era agradable pero no me llenaba el alma. No me completaba. Quizá la valla era muy alta para que pueda superarla en tan poco tiempo pero aun así, algo en mí no quería involucrarse intensamente con alguien más. Existía un luto secreto, que en ciertas ocasiones se presentaba en noches de insomnio y nostalgia. Había una sombra atormentando cada sonrisa, llenándola de un peso que quizá pronto, alguien pueda cargar. Pero no era ella, no es ella, estoy seguro.

            Y entre los muchos factores a tomar en cuenta, estaba el factor sexual. En este sensible factor no concordábamos en lo absoluto. Si decidía intentar algo con ella, no estaba dispuesto a esperar hasta el matrimonio para hacerle el amor y ella no pretendía dejar de lado sus miedos para acostarse conmigo. Ese problema fue el que inclinó la balanza en su contra. Me lo dijo tiempo después de que empezara a, digámosle, evaluarla.

            Fue entonces que aquella frase perdió todo su poder. Ya no me obsesionaba saber si buscaba algo en mí o no. Perdí el interés por completo, aunque aún conservaba el cariño. Quizá me di cuenta de que la frase era una advertencia, pero también una bienvenida. Quizá ella también me estuvo evaluando todo el tiempo, analizando mi comportamiento, mis movimientos. Quizá ambos pensamos lo mismo, pero si no es así, ya por lo menos tenía la certeza de que mis demonios no se entienden con los suyos.


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