Plantas Carnívoras

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Hay, en Albacete, un edificio pequeño, en el centro, de dos pisos, cuyos balcones son los más hermosos que yo vi. No por los balcones en sí mismos, si no por sus lámparas.

Cuando era pequeña, dictaminé que esas lámparas eran plantas carnívoras.

Siempre me ha fascinado pasar por delante del edificio de las lámparas carnívoras y observarlo por un ratito, e imaginar las maravillas que acogería en su interior.

Mi lógica advierte que si en el balcón hay esas lámpara mágicas, ¡qué no habrá en su interior!

 

Caminando de madrugada por su calle, tan solo hace unos días, un chico que me había adelantado unos metros atrás en su bicicleta, estaba abriendo la puerta del edificio.

Yo apenas alcancé a mirarlo de reojo, mientras seguía mi marcha.

Fue cuando escuché la puerta cerrarse que un pensamiento vino a mi: - ¡Mierda, ese chico vive con las lámparas carnívoras! ¡Y ni siquiera le he visto la cara!

Aminoré mi paso, y las conjeturas fueron apoderándose de mi caminata.

[…] Tal vez si hubiese hablado con él me habría contado cosas de su casa y[…] incluso pudiese haber entrado y verlo por mí misma y […]

 

Girando ya por la avenida Menéndez Pidal, determiné que yo, deliberadamente no quería entrar a ese edificio, que quería seguir fantaseando sobre su interior sin que la realidad me estropease lo ideal de mis imaginaciones.

Pero no pude dar siquiera dos pasos sosteniendo esto. Era una burda mentira.

Pero ¿quién iba a atreverse a hablar con un desconocido en la madrugada y exponerle esta sarta de divagaciones ilusas e infantiles? ¿Y si el chico resultaba ser un psicópata? ¿Y si, tal vez, me cerrase la puerta en las narices con una mirada de desprecio?

O peor, ¿qué pensaría un joven ciclista sobre una chica que le asaltase en mitad de la madrugada pidiéndole que le mostrase el interior de su casa porque le encantaban las lámparas-plantas carnívoras?

 

Y con este bullicio de preguntas llegué a mi cama y concluí que las oportunidades pasan demasiado deprisa.

Sin embargo, esta oportunidad que perdí me sirvió para saber qué preguntas debo hacerme lo más rápido posible cuando otra aparezca: ¿quiero, no quiero, me da miedo o me importa lo que dirán los demás al respecto?

La casa con las lámparas carnívoras me dio la oportunidad de aprender esto, y ojalá, de algún modo, me vuelva a ofrecer atravesar sus puertas.

 


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