Firmamento (Parte VI: interrogatorio I)

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Le dolía la cabeza, no era capaz de abrir los ojos. Sentía un terrible ardor en el brazo y hombro izquierdos. Si le dolía tanto debía de estar viva.

Probó otra vez y los ojos le respondieron. Se encontró mirando el techo de una habitación gris mal iluminada. Estaba acostada sobre un camastro. Hacia su derecha, en una silla, había un hombre enorme, de raza negra, que la observaba con los brazos cruzados. Al verla despierta, se levantó y fue a un panel que había en la pared, apretó un botón y habló.

-          Está despierta.

-          Tráela aquí-respondió una voz.

El hombre se dirigió a ella y agarrándola por el brazo la hizo levantar. Day reprimió un grito de dolor. ¿Dónde estaba?

-          ¿Adónde me llevas?

El hombre se había quedado mudo.

-          ¿Quién eres? ¿Qué quieres de mí?

Sus preguntas no obtuvieron respuesta. La llevó por una serie de pasillos hasta una puerta. Tocó en ella y se abrió. La hizo entrar. Era una sala de interrogatorios, o eso supuso.

Había una mesa, la hicieron sentar en una silla frente a ella. La tomaron por la muñeca y se la esposaron a la mesa. Perfecto, esto se pone cada vez mejor.

Frente a ella había un enorme espejo. Entonces sí que estaba en una sala de interrogatorios. El tipo que la había llevado hasta allí salió y cerró la puerta. Fue vagamente consciente de que le habían cambiado de ropa, ahora llevaba unos pantalones finos que le quedaban demasiado grandes y una camiseta blanca. Pasó al menos media hora hasta que la puerta se volvió a abrir. Esta vez entró un hombre blanco y rubio con ojos claros. También era muy alto. El tipo se sentó frente a ella al otro lado de la mesa. Se la quedó mirando unos cinco minutos sin decir nada. Ella le sostuvo la mirada.

-          Permítame que me presente – comenzó. – Me llamo Sergey Sokolov. Digamos que estoy al mando aquí y usted es mi huésped. Me haría un gran favor si fuera tan amable de presentarse, pues me consta que habla mi idioma.

-          ¿Sergey Sokolov? ¿Es su nombre real?

-          Podría decirse que sí. ¿Esperaba que le diera uno falso?

-          Lo que me extraña es que me dieras un nombre sea cual sea. Sobre todo teniendo en cuenta que tú no me conoces a mí y no sabes a quién podría darle qué información. Además, hablas de mí como de tu huésped pero me tienes esposada. Creo que mi nombre te da igual y me siento muy inclinada a pensar que me van a matar cuando acabe la reunión.

-          ¿Piensa que la vamos a matar? Eso no ocurrirá al menos que nos dé razones para hacerlo. Y la esposo porque, como has dicho, no te conozco, así que empecemos de nuevo. ¿Cómo se llama?

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Duke estaba hecho polvo. No resultó herido de gravedad en la explosión pero estaba bastante magullado, y le dolía todo. Había llegado hacía poco a la base. Se reunió con el resto del equipo para hablar sobre los resultados y tras pasar por la enfermería se dirigió a su habitación. Un ducha. Necesitaba una larga ducha de agua caliente.

Se desnudó y entró en el baño. Configuró en el panel de control la presión del agua y su temperatura. El agua caía sobre sus hombros y espalda dándole un cálido masaje. Pensó que estaba en la gloria.

Se dio la vuelta para que el agua cayera sobre su pecho. Fue entonces cuando sintió que algo le tocaba el hombro. Por acto reflejo, alargó la mano y agarró el brazo del intruso, tirando de él y estampándolo contra la pared. ¡Joder!

-          ¿Sara qué coño haces?- dijo de mal humor.- Te he dicho mil veces que no te me acerques así por la espalda.

-          Lo siento- respondió ella con tono conciliador.- Quería comprobar que estabas bien.

Sara. Eran compañeros de equipo y desde hacía un tiempo se podría decir que estaban juntos, aunque no habían hablado del tema. Pelirroja, alta e increíblemente atractiva. Y ahora desnuda con él en la ducha.

-          Estoy bien, ha sido un juego de niños y a mí me tumbaron como a un novato y al final me perdí la acción.

-          De eso nada – respondió mientras le enlazaba los brazos alrededor del cuello. – La acción te la llevaste tú, asistiendo a la fiesta, participando en el tiroteo y sobreviviendo a la bomba. Nosotros solo nos quedamos allí y apuntamos a todo el que se acercara al objetivo. No tenemos ni un rasguño y una suerte es que rasguños sea lo único que hayas sufrido tú.

Se pegó a él, alzó la cabeza y lo besó. Le era imposible pensar cuando hacía eso, pero de repente se dio cuenta de que no había preguntado por la mujer que habían retenido.

-          Me dijeron que te peleaste en la azotea- dijo interrumpiendo el beso.

-          ¿Pelearme? – rió. – Le encajé un puñetazo en la cara a una mujer que no paraba de tirar del brazo del objetivo. Cayó desmayada en el acto.

-          Tienes un buen gancho de derecha.

-          En cuanto se despierte la interrogarán – dijo y empezó a mordisquearle la barbilla.

-          Tal vez tenga información que nos resulte de utilidad – respondió pensativo.

Sara agarró ambos lados de su cara con las manos e hizo que sus ojos se encontraban.

-          No pensemos en ella. Disfrutemos de la ducha y de un descanso bien merecido y ya veremos luego lo que pasa.

-          ¿Crees que necesito un descanso? Debería irme a dormir sin dilación entonces- le respondió con una sonrisa.

-          De eso nada- devolviéndole la sonrisa.- Luego te dejaré dormir.


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