2ª Parte - La esperanza duerme en brazos de su madre.

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                                                     2ª Parte -

                        La esperanza duerme en brazos de su madre.

...

Reconozco el lugar. La gruta se abre al exterior a través de tres enormes ventanales, situados en la pared rocosa de un gran tajo. Al entrar, la gran sala, donde me encuentro, se dirige hacia zonas más angostas. La galería de la izquierda, es un corredor lleno de cúpulas y recovecos muy estrechos, de unos cincuenta pasos de longitud, habitáculos utilizados por pobladores desde hace milenios como sala de los enterramientos. Tras él, se encuentra una gran balconada, desde la cual se divisa una sala con multitud de restos pétreos desprendidos del techo. Por un camino serpentéate, esquivando grandes bloques de piedras en el suelo y columnas estalagmíticas, se llega a un nuevo recinto, grande, de unos cuarenta pasos de diámetro, adornado de forma natural por estalactitas, estalagmitas y bellas coladas, que conduce a un barranco de unos veinte pasos de profundidad. Pasando una larga cornisa, que hace de puente, una galería de columnas, y descendiendo por una rampa, se llega a una hondonada, y a través de un repecho se sube a la sala que contiene dos grandes estalagmitas. En el techo, una ventana ilumina la estancia. Finalmente, tras recorres unos quinientos pasos de pasajes sinuosos, entre grandes columnas de piedra, con caprichosas formaciones geológicas llenas de color, que muestran el efecto del agua que aún cae minuto a minuto, y que son las pequeñas gotas que siguen transformando la imagen de la cueva, volvemos al principio. La luz de los tres ventanales, que sirven de entrada y salida de la caverna, sorprende tras ascender junto a los grandes pilares estalagmíticos de la  catedral subterránea. La luminosidad, poco a poco, se hace dueña del paisaje interior.

–Dime HoMm, ¿Por qué dices que estamos condenados a desaparecer?

No reconozco a quien me habla. Me vuelvo y lo miro. Su figura me es familiar. Es alto. Tan alto como yo. Su cabeza es voluminosa, cubierta con una espesa cabellera negra, igual que su barba. Cubre su cuerpo con una piel curtida de oso. En su mano derecha sujeta una lanza larga con punta de piedra tallada de pedernal.

–¡Por que ellos tienen dioses! –le respondo.

–¡Dioses! ¿Qué son los dioses? ¿Qué clase de hombres son?

–No son humanos. Creen en seres invisibles que llaman espíritus, y en otros, más poderosos, que llaman dioses. No les ven, y de ellos solo conocen sus nombres. Controlan el fuego, el aire y el agua. La madre de todos, la llaman Madre, parió el mundo. Dispone a su voluntad, de todos los entes que habitan en la naturaleza de la tierra y del cielo, incluido el hombre.

–¡Si no lo ven! ¿Cómo saben que existen? ¿Cómo pueden oírlos, cuando les hablan?

–Ni se ven, ni se tocan. Tampoco se oyen. Pero tienen hechiceros, adivinos y chamanes que dicen verlos y escucharlos, sin que se los oigan. Ellos les hablan a sus dioses a través de una efigie. Si las respuestas que reciben las interpretan favorables, las llaman buenas, y si son desfavorables las llaman malas. Son quienes les premian y les castigan por sus actos. Y ella, Madre, les dice que han de hacer, a donde ir y la forma de vivir. Todo cuanto sucede está expresamente previsto, incluso la caída accidental de una hoja de un árbol.

–¿Efigie?

–Un trozo de barro, una estatua, al que han dado una forma de mujer. Es Madre, su diosa principal, la que parió el mundo.

–¡El barro, como las piedras no hablan! Se ven, se tocan, pero no hablan.

–El barro no habla. Pero esa estatua, sí: por boca de sus chamanes. Y creen lo que les dice y la obedecen. Sus palabras son más importantes que sus rivalidades. Y vienen mandados por ella, por Madre, para que tomen la tierra que les ha dado, y su culto se extienda por toda ella.

–¿Eso… se lo ha dicho sus dioses? ¿Cómo puede dar algo que no es suyo?

–Todo lo que existe en la naturaleza le pertenece. Por tanto, puede entregarlo a quien le plazca, y ellos, tomarlos si mas.

 

Continúa…


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