Creo que he atropellado a alguien

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El mísero vehículo descendió por la lluvia, admitió el joven conductor que, adoptando una actitud monótona, sintió una grave punzada de dolor en el pecho. Repitió notablemente su desorden administrativo respecto al control educativo, por lo que constantes dedicatorias obscenas le regalaban los peatones existentes.
Era un momento crucial en la vida del sujeto, reconociendo su delito, sus ojos destellaron aprensión por su temeraria acción.Describió la escena con todo tipo de detalles, detalles decisivos para la busca y captura.
El motor rugió como si un león se abalanzase sobre mi, la lluvia hacía intransigente la visión...lo siento, no concuerdo la hora con el día ni el momento, el golpe fue de gran presión, puedo contarle mi perspectiva sobre los hechos tan dogmáticos y dramáticos que me sucedieron en ese instante. Como iba diciendo, el motor acentuó su presencia, como si quisiere volcar su atención ante mi.Aceleré, controlando la velocidad claro está. Pero por lo visto eso no fue suficiente. Me excité conduciendo, señor, lo hice. Mi entusiasmo aumentó progresivamente debido a la brisa veraniega que refrescaba mi tenue piel, la música que se reproducía automáticamente, la cerveza que se posaba en el posa vasos del vehículo...un imberbe vestigio de verano para  un hombre inocente.Conduciendo, entretenido con mis pensamientos y mis quehaceres, subrayé mi control confiándome, mi unción se presentó ante mis ojos, obligándome a apresurar mi pie junto al acelerador.  Las luces de la gran cuidad, en ocasiones, se mostraron con zahería y otras ni se mostraron. No las veía. Los faros parpadeaban vacilándome, el limpiaparabrisas zigzagueaba patentemente. No controlaba la situación, señor. Claro, estoy hablando después de haber ingerido más de ocho cervezas con alcohol. Mis cinco sentidos a veces se estropeaban, era indiscutible, lo sé, no tuve que beber.Pero tuve una discusión con mi mujer y tras ello, me dejó destrozado. Vale, lo siento... de acuerdo, voy directo.Como relataba, conduciendo sin pies ni cabeza en la gran ciudad, en una esquina donde descansaban dos indiscutibles señoritas honradamente trabajando, el pie tomó protagonismo en esta escena, prolongándose. Mi ineptitud fue tan que, me bajé inconscientemente del vehículo dejándolo en marcha en dirección  a las dos mujeres. Por eso creo que he atropellado cruelmente a esas dos señoritas.


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