La naturaleza del ser humano

Por
Enviado el , clasificado en Reflexiones
1476 visitas

Marcar como relato favorito

Ahí estaba yo, solo, en la oscuridad, bajo el marco de la puerta de aquella casa abandonada al tiempo y al olvido que antaño fue mi hogar. No quedaba nada allí que pudiera reclamar como mío. Los muebles habían desaparecido tiempo atrás, trasladados o robados, los cuadros ya no iluminaban la casa con sus coloridos paisajes y las paredes ya no mostraban la claridad de entonces.

Había sido muy feliz en aquella casa durante más de dos décadas junto a mi familia, pero ya no me acuerdo de ellos, es cierto que el tiempo ayuda a cicatrizar las heridas, pero tarda. Sin embargo siempre siento curiosidad por saber qué paso. No pasa un solo día sin que me arrepienta de haber abandonado mi casa, mi familia, mis amigos y conocidos, todo lo que tenía…Y todo para cumplir un sueño vacío en el que vivo y que no me llena, pero que tampoco me desconsuela. Tengo lo que pedía, lo que mi esfuerzo merecía y mis sacrificios correspondían, y aún y todo siento que me falta algo. Ese algo que alimenta el alma del hombre desde que nace hasta que muere, ese algo que nos lleva a seguir adelante porque hay que hacerlo, un sueño. Pero hace tiempo que dejé de buscarlo, al descubrir tristemente que aquello me estaba vedado, no podría conseguirlo aunque lo intentara millones de veces, y aun así lo volvería a intentar una vez más, pues el espíritu humano es fuerte como el acero, alimentado por un sueño imposible. Tiempo atrás lo tuve, y ahora lo añoro amargamente, paz, riqueza y un amor correspondido, no importa de quién, lo importante es que era correspondido. Tus padres, tus hermanos/as, tu familia, tus amigos, tu novia o esposa… No importaba quién, solo un amor por ambas partes.

Trabajé muy duro para  conseguir lo que hoy en día tengo, y en un tiempo alcancé la felicidad, a base de renunciar a mis bienes más preciados, abandoné mi hogar en busca de fortuna y logré mi objetivo. Hace tan solo veinte años que aquello ocurrió. La gente suele decir que pocas cosas cambian con el tiempo, y yo mismo lo decía antes de llegar. Pensaba que, al volver, todo seguiría igual, nada ni nadie habría cambiado y todos estarían aquí para darme la bienvenida y felicitarme por mis éxitos, error. Estaba equivocado, puesto que si hay algo que cambia con el tiempo es el mundo. Al volver ya nada era igual, aquel floreciente municipio que en tiempos lo era todo para mí, ahora no era más que un barrio más de una gran aglomeración de personas que vivían el día a día con insensatez. Soñé durante años con mi regreso. Incluso llegué a imaginar mi regreso desde un avión privado y una alfombra roja, con todos mis conocidos aplaudiendo, como a un héroe. Pero ahora no están, todos ellos desaparecieron y se fueron hace tiempo, al igual que yo, en busca de un mundo mejor en el que poder vivir o dominar. Y espero que lo encontraran, porque yo no he podido. Lamento aquel día constantemente. Si tan siquiera les hubiera dado una dirección o, cualquier cosa con la que ponerme en contacto con ellos…

Si hice lo que hice, fue por un sueño, y si alcancé tal sueño fue por mi insistente capacidad para conseguir aquello que deseo a cualquier precio. No imaginé en ningún momento el precio que tendría que pagar. La paz, el amor, la fortuna, esos eran mis grandes sueños y todos ellos los alcancé, sin embargo, tales sueños desaparecieron, el amor se fue, desapareció, la paz nunca la logré, fue tan solo, una ilusión, y qué importa la riqueza si te falta paz y amor. Ahora me acuerdo de todo ello como de un lejano recuerdo, del mismo modo que alguien contempla imágenes de una película que le son familiares. Pero mis palomitas son lágrimas amargas.  No recuerdo lo duro que fue vivir allí, lo que tuve que esforzarme por salir adelante. Y aunque en algún momento consiguiera ser feliz allí, no lo habría conseguido, porque como dice una antigua canción de rock, todo el mundo hiere alguna vez. Y tal es la naturaleza del ser humano que hiere a seres queridos hasta el agotamiento, y sin darse cuenta termina por matarlos. El único modo de salvarse de la muerte es tan solo alejarse del ser humano, traicionero por naturaleza, avaro y egoísta como el que más.

Sin embargo, salvarse del ser humano puede ser tu perdición, puesto que toda persona necesita de otra para conversar, para intercambiar experiencias y sueños. Está en la naturaleza de todos nosotros, matar y vivir. Somos nuestro propio veneno y al mismo tiempo nuestra cura.

Todo es muy contradictorio. No le desearía a nadie mi suerte, pero al mismo tiempo lamento que el resto no estén en mi lugar, porque es la única manera de salvarles de sí mismos.

El mundo, desde que el ser humano lo habita, es un lugar horrible, sí, lleno de muerte, desgracias, venganzas sin sentido y ofensas intencionadas. Pero de la misma forma que puede parecer el infierno, también puede ser, en muchas ocasiones, un cielo, el paraíso. Puesto que somos así, matamos y celebramos. Una vez, hace mucho tiempo, un hombre sabio dijo que el ser humano es sociable por naturaleza, pero también dijo que necesitaba de guardianes para protegerse. Pero, ¿protegerse de qué? La pregunta es más bien ¿protegerse de quién?

El hombre es un lobo para el hombre, y jamás se dará cuenta por sí mismo, envuelto en el manto de sábanas impenetrables de que está compuesta su vida. Somos nuestra perdición y nuestra salvación y en nuestra debilidad, se halla en realidad nuestra fuerza. El ser humano es un ser extraordinario pese a todo lo que le acontezca, y a pesar de las miles de voces que claman a gritos que no es más que una lacra para el mundo, un virus. Si ha sabido llegar hasta aquí, estoy seguro de que sabrá seguir adelante, y aunque yo haya decidido no participar de este avance comunitario, siempre estaré orgulloso de aquellos que prevalecieron frente a las adversidades y aún desde el anonimato, supieron llevar al hombre al final feliz que todos soñamos. Yo abandoné la causa por mi propio desánimo, pero más que nada por un sueño, la paz. Y se trata de un sueño que, aunque el ser humano se empeñe en buscar, jamás lo conseguirá, puesto que para hacerlo, debe abandonar la causa común, y exiliarse para encontrar la paz.

A pesar de todo, siempre habrá alguien, que siguiendo el ejemplo de otro, se sacrificará por la humanidad, proporcionándole un leve aliento en mitad de su carrera por sobrevivir. Y es que, la humanidad, pese a sus muchas taras, merece ser protegida.


¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales

Denunciar relato

Comentarios

COMENTAR

(No se hará publico)
Seguridad:
Indica el resultado correcto

Por favor, se respetuoso con tus comentarios, no insultes ni agravies.

Buscador

ElevoPress - Servicio de mantenimiento WordPress Zapatos para bebés, niños y niñas con grandes descuentos

Síguenos en:

Facebook Twitter RSS feed