Garrapatas En La Acera 1: La Noche De Las Bestias (3ª Parte)

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GARRAPATAS EN LA ACERA 1: La Noche De Las Bestias

3ª Parte: La maquinaria (Leer antes 1ª y 2ª parte)

Al llegar a una rotonda vieron un todoterreno parado a unos 200 metros delante de ellos, y frente a él, a dos siluetas uniformadas con chaleco reflectante. 

“¡Mierda, los picoletos!”

Rodearon la rotonda y giraron por la calle a su izquierda, hacia el polígono industrial. No era ese el camino pero no importaba, era mejor dar un rodeo que arriesgarse a pasar un control y que abrieran el maletero… El corazón les latía con fuerza, era esa la clase de tensiones que a ninguno les gustaba soportar aunque ya habían experimentado en múltiples ocasiones, “la primera vez en el centro comercial con 13 años” recordó el Maqui.

Cuando comenzaba a serenarse, una sirena y unas luces de colores en el retrovisor lo sacaron de sus ensoñaciones. Giró por una pista secundaria y aceleró al máximo.

-¡¿Iván que haces?!- a Teresa no le gustaba el ritmo que estaban tomando las cosas, prefería que se detuviese y que pasase lo que tuviese que pasar antes que arriesgarse a superar una persecución, ahora se dibujaba en su cabeza la idea de la cárcel-¡para de una vez!

-¿Estás gilipollas?- contestó Manu - tenemos un cadáver hecho puré en el maletero ¡acelera Maqui!

No hacía falta que se lo dijeran, el Maqui maniobraba a máxima velocidad por carreteras que cada vez se hacían más serpenteantes, más estrechas y substituían el liso asfalto por piedras, tierra y baches. No sabía por dónde iba, solo giraba a la izquierda o a la derecha con toda la determinación del mundo. Cada vez que el coche pegaba un brinco en un hoyo a él le parecía oír las sirenas más próximas y la voluntad obstinada iba dejando paso a la histeria cuando pensaba que se le iban a echar encima.

Entonces se metió por un desvío que ascendía por una pequeña pendiente. Comprobó que no estaban cerca, apagó los faros y paró el coche en un claro, escondido detrás de unos matorrales. Expectantes, guardaron el silencio, esperando oír sirenas, ruidos de neumáticos o ver alguna luz.

Pero no pasó nada.

Transcurrieron quince minutos en los que sólo se escuchó el respirar del resto de acompañantes en el vehículo. Expiraciones entrecortadas por algún que otro jadeo que provocaba el frío de madrugada. Los cristales se cubrieron de vaho y llegó un punto en que apenas percibían una imagen difuminada de lo que había fuera. Manu rompió el silencio:

-A lo mejor ya no nos siguen… ¿Por qué no arrancas e intentamos volver?

El maqui asintió, encontrarían la carretera y tratarían de llegar a casa del jefe, una vez entregado el paquete y explicado la situación podrían proceder a deshacerse del cuerpo. Pan comido. Lo bueno era que ya no les perseguían los verdes. Metió la llave en el contacto y la giró, el motor resopló un rato ahogándose, tosió un par de veces y se calló. Trató de arrancar un par de veces más, con el mismo resultado.

-¡Mierda!- soltó el maqui golpeando el volante.-El alternador…

Continuará 


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