La fiesta de Lupita

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Su nombre es Lupita, tiene 23 años, pequeña pero dulce y pícara, de tez blanca, con un cabello negro, suave y largo que le cubre la espalda, un cuerpo muy bien formado, un trasero redondo y firme y unas curvas seductoras. La conocí en la universidad y desde que la vi me gustó: su apariencia refleja a una mujer en toda la extensión de la palabra, “chiquita pero picosa”, su cabello largo y su sonrisa pícara son lo que me hacen suspirar; su forma de vestir es sexy y sensual, unos shorts de mezclilla cortos o minifaldas súper pequeñas que revelan las hermosas y torneadas piernas que tiene, combinados con blusas y tops muy escotados y descubiertos de la espalda, su combinación habla de lo sensual que se siente pero siempre deja espacio para la imaginación; finalmente su personalidad, es muy segura de sí misma, extrovertida, divertida, traviesa, coqueta, sensual y sexy, todo eso la hace muy atractiva.

Hace poco un viernes en la noche organizó una fiesta de pijamas en su departamento, ella lucía un atuendo espectacular: usaba un short blanco y corto, muy ajustado lo que resaltaba su hermoso trasero y mostraba sus delicadas piernas, arriba traía un top rosa sin mangas, escotado, con encaje y descubierto de la espalda. La fiesta estaba muy animada, así que estuve hablando y bailando con ella por un largo rato, el tiempo que pasamos estuvo lleno de risas y carcajadas, la verdad nos la pasamos muy bien. Después de un rato le tomé la mano y la lleve al balcón, le dije lo linda que lucía y la besé, un beso largo, dulce y apasionado. Compartimos algunas caricias y más besos durante un rato hasta que decidimos regresar a la fiesta, bailamos, nos besamos y nos divertimos.

Poco a poco los invitados se fueron, señal de que había acabado la fiesta, y me ofrecí a quedarme para ayudarle con la limpieza (con otra intensión oculta), ella accedió y me quedé. Cuando todos se fueron ella me besó y me susurró al oído “te deseo”, me recostó en el sofá y se sentó sobre mi frotando su cuerpo contra el mío mientras yo la masajeaba. Mis labios viajaban de su oído a su cuello y luego hacia su espalda, mis manos se deslizaban debajo de su top para acariciar sus senos, al contacto se sobresaltó y se le escapó un gemido; mis manos se deslizaban por sus senos captando su excitación, sus pezones se endurecían. Lupita se dio la vuelta, nuestros labios se fundieron en un profundo beso, le quité su top dejando al descubierto sus hermosos senos, enormes, redondos, firmes, maravillosos, sus pezones parados por el placer; tomé sus senos con mis manos y los acaricié, los besé y los chupé, mordí sus pezones y se le escapó un profundo gritó de excitación. La recosté en el sofá, la acaricié y besé por todo su cuerpo, bajé por su cuerpo hasta sus caderas, le quité el short y su tanga, apareció su vagina rosada, bien depilada y muy húmeda, era apetitosa; la abrí de piernas y la besé, su sabor me hipnotizaba, me abrí paso a través de su vagina buscando su clítoris el cual devoré a besos, mi lengua jugaba con su tesoro arrancándole un sinfín de suspiros, Lupita me animaba a seguir, introduje un dedo en su vagina y la masturbé, su interior era ardiente y húmedo, sus gemidos aumentaban, su cuerpo se contorsionaba, finalmente Lupita se corrió, su primer orgasmo de la noche, su sabor era dulce, apasionado y embriagante. Ella se levantó, me tomó de la mano y levantó, se arrodilló, me quitó el pantalón y bóxer, tomó mi pene erecto y comenzó a masturbarme; era grandiosa, con su lengua besaba la cabeza del pene y lo chupaba como una paleta, entonces sin dudarlo Lupita se comió completamente mi pene, su lengua jugueteaba con él, mis ojos estaban clavados en ella, en su trabajo… estábamos en el paraíso. Le dije que me iba a correr, ella quería que lo hiciera en su boca así que me siguió masturbando hasta que finalmente me vine y llené su boca con mi leche, ella estaba extasiada, el semen desbordaba por su boca que arrojaba una sonrisa de satisfacción, limpió mi pene bebiendo cada gota de semen que había salido de él gracias a ella.

Tomé a Lupita entre mis brazos, la cargué hasta su cuarto, la recosté en la cama, la besé, masajeé todo su cuerpo, mis manos se movían por su cuello, sus pechos, su abdomen, sus piernas, su vagina… Me detuve en su vagina, le separé las piernas y me la comí a besos, estaba aún más húmeda que antes… mi lengua se movía dentro de su vagina, saboreé cada rincón y pliegue de su órgano, ella gemía aaahhh……… Ella me deseaba y me dijo que me quería dentro de ella, me recosté a su lado en la cama y coloqué la punta de mi pene en su vagina, jugando con ella, moviéndolo antes de penetrarla, ella se retorcía del placer, no quería esperar así que finalmente introduje lentamente mi pene en su vagina. Pude sentir como ambos órganos embonaban perfectamente entre sí, nos pertenecíamos el uno al otro; el interior de su vagina era muy suave, húmeda, caliente y apretada, había tocado el cielo con Lupita. Comencé con embestidas suaves, mis manos estrujaban sus grandes senos, mi boca besaba su cuello, mi pene arremetía contra su vagina… Lupita quiso cambiar de posición, decía que así no podíamos vernos ni besarnos, así que me levanté, subí sus piernas a mis hombros y la penetré. Fue perfecto, mientras los movimientos se hacían más salvajes, intercambiábamos caricias, besos, miradas, yo me enfocaba en todo su cuerpo, sus curvas, sus senos, su boca, su cara… Los gemidos de ella aumentaban, su cuerpo se movía salvajemente por lo excitada que estaba, su vagina se sentía más apretada, más húmeda, más caliente; el clímax de la noche se acercaba, el placer se amplificaba, para mí no existía nadie más que ella. Lupita estalló en gritos aaaaaahhhh……, en su interior sentí un río desbordándose, había alcanzado su segundo orgasmo, sus labios me apretaron más fuerte, estaba ardiendo, estaba empapada…, entonces me corrí, expulsé toda mi leche en su interior, me dijo que su interior estaba hirviendo, mi semen estaba caliente, nuestros líquidos se habían mezclado, ambos habíamos alcanzado el orgasmo …

Para culminar la noche nos recostamos en su cama, nos fundimos en un apasionado beso, intercambiamos caricias y palabras, le dije “te amo”, nos abrazamos y caímos dormidos. A la mañana siguiente me desperté, la contemplé, nos miramos a los ojos, la besé, iba a decirle lo maravillosa que estuvo anoche cuando colocó su dedo en mi boca pidiendo silencio, me besó y me dijo “te amo…, te deseo…, hazme el amor”. La tomé entre mis brazos y la coloqué encima de mí para hacerle el amor una vez más… Nos pasamos todo el sábado haciendo el amor por toda la casa: tomamos un baño juntos en la regadera, la cogí sobre la mesa de la cocina, en la sala probamos varias posiciones, en la cama nos convertimos en uno.


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