Una estrategia que salió bien

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Cuando llegamos a la barra, se sentó en una banqueta, pidió un par de minis de cerveza y esperamos.

--En serio, siento de veras haberte empapado –Y vaya si lo sentía. En aquel momento mis pantalones eran una jaula demasiado pequeña para lo que guardaban.

--Ya te he dicho que no pasa nada. Ocurre a menudo –Y su sonrisa volvió a causarme una laguna mental de quien sabe cuanto tiempo.

--Oye, yo… --¿Qué coño estaba haciendo? –joder, eres preciosa. Y que cuerpo…
Para mi sorpresa, no me miró con desprecio y volvió con su gente. Se mordió el labio inferior mientras me miraba y dijo: “Tú tampoco estás nada mal”. Entonces la besé. No sé que clase de poder superior estaba tirando de mis hilos, pero lo hice. Y a ella pareció gustarle.

Mi lengua buscó a la suya, y se fundieron en una danza desesperada, que solo era el preludió de lo que vendría después. Me cogió por la nuca, y apretó aún más mi boca contra la suya. Estaba sedienta, y yo era su oasis en el desierto.
Yo ya no sabía donde estábamos. En la realidad, en una sala Heavy escuchando un concierto de Arch Enemy. En mi cabeza: en mi cama a punto de follar.

La metí la mano bajo la minifalda y la acaricié el coño por encima de las bragas. Estaba caliente y, Oh-Joder-No-Puede-Ser, tremendamente húmeda. Así que, ni corto ni perezoso, retire un poco las bragas e introduje mi dedo corazón en el paraíso carnal que se me ofrecía –o que al menos no se me negaba--.

Ella gimió contra mi boca y me mordió la lengua con lascivia. Mi dedo entraba y salía a un ritmo constante, aunque pronto fueron dos los dedos que la exploraban. Notaba el índice y el corazón cubiertos de ella, y eso me excitaba aún más.

La chica apretó la mano que tenía libre (puesto que la otra seguía en mi nuca) contra mi erección, y la acarició con fuerza en movimientos ascendentes y descendentes. Yo estaba que me iba.

Y así transcurrieron un par de minutos más, hasta que de repente ella me agarró la polla con fuerza a través del pantalón, me mordió el labio inferior, y soltó el gemido más sexy que he oído en toda la vida.

Saqué mis dedos de su interior, la coloqué las bragas, y luego me llevé esos dos dedos a la boca delante suya, para saborearla. Joder, que cachondo estaba. Los dos queríamos más. Así que quedamos en avisar a nuestros colegas de que “desapareceríamos un rato más”, y vernos en cinco minutos en el baño.
Pero eso, os lo contaré otro día.


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