El virus (Segunda Parte) - La transformación

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¡No puede ser! ¡Es imposible!

Se remueve inquieta y las esposas se la clavan en su fina piel.

¡Es mentira!

-          ¡Maldito mentiroso! –grita con la esperanza de que la oiga.

Las horas pasan. Piensa que se ha mofado de ella y el estrés del día la empieza a pasar factura. Recuesta la cabeza en la almohada y poco a poco se va quedando dormida.

Un fuerte dolor la despierta. Es como si alguien hubiera prendido fuego en su interior.

Se intenta levantar, pero las esposas se lo impiden. Solo quiere que el dolor pare, pero se intensifica a cada minuto que pasa. Grita y llora. No sabe que la está pasando.

Ve de lejos venir corriendo al hombre y abrir la puerta de la celda. Casi ya no puede distinguirle. Intenta pedirle ayuda, pero tiene seca la garganta de tanto gritar. Su interior está ardiendo en llamas y siente como si los huesos se la estuvieran partiendo a la mitad.

-          Ya está comenzando…

Oye al hombre decir. Aunque puede oírle, parece que la esté hablando desde lejos.

La duelen los ojos e intenta tapárselos con las manos. Esta vez sí que puede, el hombre la ha debido de quitar las esposas. El dolor empieza a disminuir y aparta poco a poco las manos. Se queda sorprendida.

 ¡Puede ver en tonos rojizos! ¡No es posible!

Mira a su alrededor.

 El hombre está apoyado en una esquina mirándola con una sonrisa. Debajo suyo ahí un plato lleno de agua y un pañuelo. Se lo habría puesto para la fiebre.

-         ¿Cómo te encuentras? –pregunto el hombre sacándola de su pensamiento.

-         Bien. Ya no siento ningún dolor.

-         ¿Y, que tal tu nueva forma?

Le miro sin comprender.

-          ¿Mi nueva forma? No entiendo…

Le acerco un espejo hasta donde ella estaba y se le sujeto de tal forma que pudiera ver su cara y el cuerpo.

No podía creer lo que sus ojos estaban viendo.

-         ¿¿Pero, que narices?? –pregunto con la boca abierta.- ¿Estoy loca? –añadió.

El reflejo del espejo presentaba a una mujer, con cuerpo de león y unas alas gigantescas que todavía no estaban desplegadas. Charlie pensó que si así se veían grandes, no se quería imaginar cuando estuvieran desplegadas.

Se fijó en su cara. Parecía la misma de siempre, salvo que en vez de mirarla unos ojos azules, la devolvían la mirada unos anaranjados. Todo lo demás seguía como siempre, su pelo moreno y ondulado la caía hasta el pecho y su nariz respingona con algunas pecas.

-         No estás loca. Ya te dije que esta noche te ibas a transformar.-dijo con un noto de suficiencia en la voz. - ¿Ahora me crees?

No podía apartar los ojos de su reflejo. Pero entonces el dolor volvió de nuevo. Grito. Y cuando volvió a abrir los ojos vio en el espejo que volvía a ser ella misma, aunque aún tenía los ojos anaranjados.

-          ¿Qué ha pasado?

-         Has vuelto a tu forma humana, es una de las características del virus. Puedes transformarte cuando tú quieras, pero aún tienes que controlarlo…Yo te enseñare como hacerlo.

-         ¡Quiero saberlo todo! Y esta vez sin mentiras –exigió.

-         Todavía no te he mentido, asique yo cuidaría los modales. No me gusta que me den órdenes y mucho menos una niñata.

Charlie avergonzada bajo la vista. Tenía toda la razón. Puede que la hubiera secuestrado, pero de momento todo lo que había dicho era cierto.

-         ¡Así me gusta! Está bien, empezaré por en que te has transformado. Eres una esfinge de la mitología egipcia. Supongo que habrás oído hablar sobre las esfinges de Egipto… cuerpo de león y cabeza humana. Bien, pues tú eres una de ellas ahora mismo. Dentro de la mitología egipcia hay 4 tipos de esfinges aladas. Tú eres la ginoesfinge, por eso tienes alas.

Se le quedó mirando mientras se lo explicaba, aún la costaba creerse todo lo que había pasado.

-          ¿Y porque transformarme en una esfin… esfinge?

-         Ya te dije, que los científicos se basaron en seres de la mitología… Pensaron que la esfinge se adaptaría perfectamente a tu forma de ser.

-         ¿Quieres decirme que hay más personas como yo?

-         Por supuesto.-afirmó.- No pensarías que solamente que habrían inyectado a ti el virus, ¿verdad?

Charlie proceso toda la información que acababa de recibir y después de un rato en silencio añadió:

-          ¿Y ahora qué?

El hombre sonrió con una sonrisa maligna que la provoco escalofríos.

-          Ahora es cuando empezamos el entrenamiento.

-          ¿El entrenamiento? –pregunto sin saber a qué se refería.

-          Sí, hay que prepararte para saber utilizar la nueva forma que ahora tienes.

Se dirigió hacia la puerta y antes de cerrarla dijo:

-          Descansa. Mañana será un día duro.

Se estaba alejando cuando sin darse la vuelta añadió:

-          Por cierto, me llamó Dimitri. 


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