Mafia (parte1)

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Pasión. Pasión cuando gritabas mi nombre tras suspirar de placer entre cada orgasmo.

Libertad. La libertad que sentías al saber que mi cuerpo pertenecía completamente al tuyo.

En el paraíso del placer siempre hay hueco para dos…pero ¿también se pueden incluir tres?

El placer que sentí contigo me produjo la misma sensación que el derrumbe de un castillo de naipes ante mis ojos. Sentir aquel deseo susurrándome palabras expresivas en mis oídos, escuchar tus suspiros ahogados en mi nuca, sentir como tu miembro penetraba una y otra vez sin descanso en mi trasero.

Si, sabía a estas alturas que solo sería un putón para ti. Un mísero muñeco que seguiría tus órdenes, expiraría tu perfume y se tragaría tus restos tras una buena actuación sexual.

Ambos vivíamos alejados de todo esto. Tú por tu camino de losas amarillas donde el poder, el dinero, las mujeres y los hombres se rendían a tus pies, y yo por la espesa y oscura jungla sin retorno alguno en el que poder tener un honorable inicio.

¿Desde cuando nos convertimos en amantes?

¿De verdad te gusto, a pesar de carecer de miembros femeninos?

La verdad… ¿Qué es la verdad para ti?...

Aquella noche el frío se calaba hasta llegar a mis huesos. Miré una y otra vez mi móvil sin obtener respuesta alguna, hasta que de la nada unos gigantescos faros aparecieron. Caminé hacia delante sin prisa, porque seguramente sería tu ayudante en mi busca.

Y acerté de pleno.

Aquel tipo me invitó a subir en aquel coche de lujo, que ya conocía bastante bien. Durante el viaje y mientras mi cuerpo recuperaba el calor, notaba la mirada acusadora del conductor.

Seguro que se preguntaría ¿Qué hace un chico como tu con un magnate como mi jefe?

A mi no me preguntes, porque si necesitas una respuesta ni siquiera lo sé.

Mientras seguía sumido en mis pensamientos, de pronto mi móvil comenzó a sonar fuertemente.

Un mensaje:

“¿Estás ya en el coche?...espero que llegues pronto, hoy te tengo una sorpresa”.

Nunca entenderé porque mi cuerpo se estremeció tanto ante aquel mensaje. Llevo años haciendo esta clase de encargos. Tipos grandes, altos, gordos, delgados, extranjeros, mayores…sus manos se mancillaban por el simple echo de arrancarle la virginidad a un niño. Seguro que para ellos todo era bastante simple. Pagaban, te metían la polla hasta las entrañas y por la garganta y se marchaban sin nada cargado en su conciencia.

Para ellos es muy fácil andar por las baldosas amarillas.

Pero… ¿sería igual de fácil para mí si dejo de pensar?

Pensar. Aquella palabra me hacía reír.

El coche detuvo su rumbo, y el ayudante rápidamente me abrió la puerta. Cuando salí me topé con un gran edificio cuyo fin era inalcanzable desde mi posición.

La entrada era completamente lujosa. Grandes luces la flanqueaban. Estos gigantescos focos formaban parte de la decoración floral tan perfectamente cuidada y detallada para no estropear la calidad y el lujo del edifico. Bajé mi mirada hacia mis pies y por primera vez en mi vida pude ver lo que era una alfombra roja de verdad. De las de terciopelo y no las de imitación de los hoteles de calidad media.

Me asombré ante todo lo que imponía aquel edificio. Tragué saliva al ver mis pintas y cuando me giré para contemplar el otro lado, me topé con la figura del chofer.

Era un tipo nuevo para mis ojos.

Era alto, con el pelo oscuro un poco revuelto, que para ser sinceros le quedaba bastante bien. Su complexión era fuerte y aquel traje acentuaba demasiado su forma esbelta y cuidada, pero lo que más me atrajo de aquel tipo era la cicatriz que tenía en su ojo izquierdo, la cual le llegaba hasta la barbilla. Sus fracciones eran bastante hermosas.

La mafia nunca se anda con reparos.

Caminamos juntos hasta entrar en aquel edificio lujoso… (continuará)


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