El gordo de mi vecino

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Acababa de recibir una llamada de la bolsa de trabajo de Castilla La Mancha para cubrir una vacante de profesora de inglés en un pueblo perdido de Albacete. Me pilló por sorpresa, pues había hecho aquellas oposiciones por probar y nunca pensé que me llegarían a llamar pese a la alta nota que obtuve.

En otro momento hubiese rechazado la oferta, no quería dejar mi querida Málaga para irme al culo del mundo, pero la reciente ruptura con mi ex (tras 7 años de relación) por sus repetidas infidelidades me hizo querer poner tierra de por medio y tratar de empezar de cero.

Así es que llegué a finales de Enero al pueblo donde estaría los siguientes 6 meses de mi vida, empezando una aventura nueva. El pueblo era bastante feo y apenas había nada interesante que hacer allí, así es que pensé que podía aprovechar para ahorrar dinero e irme a Estados Unidos el curso siguiente.

Todo el mundo era muy amable e incluso me asignaron un piso en el ático de un edificio de 3 plantas (lo más alto que había en el pueblo quitando la Iglesia), sin tener que pagar más que 200€ con todo incluido. El edificio estaba a la salida del pueblo y eran pisos de gente del pueblo que regresaba en verano a pasar las vacaciones. La mala suerte es que el único piso habitado era el que estaba junto al mío, con una gran terraza que comunicaba ambos pisos y separados por una pequeña baranda.

Para colmo el inquilino del otro piso era un tipo muy gordo, con una barriga que le asomaba por debajo de la camiseta, de unos 40 años y de aspecto desaliñado (con un fuerte olor a sudor siempre).

Los dos primeros meses casi no lo vi, porque apenas salía a la terraza y al no tener ascensor el tipo este no solía salir de casa (le encargaba la compra al chico del colmado). A partir de Marzo, con la llegada de la primavera siempre coincidíamos en la terraza. Si salía yo a fumar enseguida aparecía él encendiendo un cigarrillo, si salía a tomar el aire lo mismo, y siempre lo sorprendía mirando al interior de mi piso desde la terraza. Me sentía poco menos que acosada. Siempre me ofrecía tomar una cervecita en su casa o un cacharrito o ver una peli....obviamente siempre le decía que no, pero el seguía insistiendo.

Durante ese tiempo no tuve salvo un par de aventuras con un par de chicos del pueblo, que tuve que dejarlo por las habladurías de los pueblos pequeños, ya que yo era la maestra. Mi amiga Lorena vino a visitarme un día y trajo una hierba muy potente, pero con unos efectos impredecibles. Al irse me dejó una pequeña bolsita "por si me aburría de estudiar".

Un día, tras fumar un canuto empecé a pensar en el gordo, en como follaría, como tendría la polla,...y me empecé a masturbar. Desde ese día siempre me masturbaba pensando en el gordo follándome, tanto que se convirtió en una obsesión.

En abril vino una semana con mucho calor, y cuando salí al balcón estaba el gordo en calzoncillos tomándose una cerveza (llevaba unos calzoncillos de esos de abuelo, con agujeritos, amarillentos y llenos de lamparones, aparte que se le notaba una polla enorme). Me miró y me ofreció una, la cual rechacé instantáneamente y me fui para dentro rápidamente.

Una vez dentro me puse cachondísima y empecé a masturbarme. No podía sacarme de la cabeza aquella imagen del gordo, sudando y como sería que abusara de mi. Esa noche decidí pasar a la acción. Me duché y me rasuré entera. Después me fumé un canuto bien cargado, me bebí una cerveza y me puse un camisón semitransparente que me regaló mi ex y que nunca llegué a estrenar. Debajo solo llevaba un tanguita de hilo. Se podían ver claramente mis pechos a través de la tela y las grandes aureolas de mis pezones que se asemejan en tamaño al de las galletas oreo. Entonces encendí otro pitillo y salí al balcón. No pasaron ni 5 segundos y oí como llegaba el gordo y se encendía otro cigarro. Se quedó boquiabierto al verme con aquella ropa y casi no podía articular palabra, apenas ni un "bububuen nocheeches". Me reí y noté como estaba empalmándose.

Le pregunté si no tendría una cerveza fresquita para mi y me dijo que sí, que si la tomábamos en su casa. Por un momento dudé, pero el atontamiento del porro me hizo aceptar. Pasé por la valla de un metro que separaba las terrazas y me invitó a entrar. Me dijo que tenía el aire puesto y allí estaríamos más fresquitos.

Me senté en el sofá y el en el sillón. Nos bebimos 2 cervezas y nos fumamos otro canuto. Yo ya estaba mareadísima y casi no podía mantener los ojos abiertos. El se levantó a por otras dos cervezas y al volver de la cocina se sentó a mi lado. Me dio la cerveza pero yo ya casi no podía hacer nada más que sostenerla en la mano.

Entonces el empezó a acariciarme el muslo de arriba a abajo, suavemente. Yo estaba inmovilizada y no sabia que hacer. Cada vez estaba mas cerca de mi rajita, que empezó a humedecerse. El lo notó, ya que con aquella ropa poco podía ocultar. Con su otra mano me deslizó un tirante del vestido, y luego el otro, dejando mis pechos al aire. Me cogió los pechos y los apretaba como si fuesen pelotas antiestrés. Me bajó el tanga hasta las rodillas y comenzó a acariciarme la rajita, que ya estaba completamente encharcada. Cogió mi mano y la puso en su enorme pene que comencé a masturbar. El introdujo un dedo en mi rajita y luego dos, sin dejar de manosear mis pechos y chuparlos.

De pronto y con un movimiento brusco, me cogió de la cabeza y me puso la boca en su polla, y comencé a culpársela como nunca lo había hecho. E gemía de placer mientras me metía un dedo en el culo y dos en la rajita. Entonces me subió encima suya y me la metió hasta el fondo. Sentí una mezcla de placer y dolor, pero comencé a cabalgarle mientras el no soltaba mis tetas. Me corrí 3 veces hasta ese momento, que se levantó, me llevó al balcón y me colocó inclinada sobre la barandilla, me abrió de piernas y empezó a follarme fuerte por detrás. Aunque era muy tarde y estábamos alejados de las otras casas el morbo a que nos pudiera ver alguien me puso aun más cachonda. No sé cuantas veces más me corrí, pero cuando por fin se corrió el perdí el conocimiento.

A la mañana siguiente me desperté en mi cama, desnuda y con un dolor de cabeza enorme. Al principio pensé que solo había sido un sueño, hasta que me di cuenta lo mal que olía y que mi rajita estaba aun con restos de semen.

Me percaté de que había una nota en mi mesita: Esta noche habrá más! Y al darle la vuelta a la nota comprobé que era una foto mía desnuda.


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