UN SUEÑO

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Como empezar o narrar la historia o los breves momentos que antecedieron una infidelidad con tanta naturalidad y sin el mínimo sentimiento de incomodidad. Lo mejor será contarlo y narrarlo con la mayor objetividad expresa en mis manos…
Desperté igual, como las diez mil o más mañanas que mis ojos cansados y lagañosos pudiesen contemplar cualquier día, me moje la mañana, la soledad y mi cara, me vestí y desayune para salir al improvisto encuentro que me llevaría a dicha infidelidad, subí al transmilenio sin fijarme ni siquiera cuál era su destino, sin fijarme ni siquiera cual sería mi destino. En una de esas tantas paradas, subió una mujer frágil, bañada en serenidad y con un aroma de nostalgia que impermeabilice de inmediato con mi propia soledad, camino por entre los vagones y deposito su existencia al lado de la mía, de inmediato mis ojos se encuartelaron en su rostro, como expresar la belleza que expiraba o que emitía su rostro, como expresar la danza de su figura sin intención alrededor de mi mente, como describir su cabello si ni siquiera mis ojos lograron identificar su color o ponerlo en una escala de pigmentos, como describir sus ojos si con cada pestañar de estos, mi mente se abría al utópico mundo de la perfección y me condenaba a la miserable relatividad, pues sabía que no lograría contemplarlos por mucho tiempo ya que por fisiología mis ojos tenían que cerrarse cada momento para humedecerse. Colocando de lado mi timidez, me dispuse a hablarle y lo único que pudo escupir mi boca fue un “hola” y lo único que su hermosa boca en conjunto de sus cuerdas pudo emitir ante tan simple arremuesco de comunicación (pero con compasión) fue un “hola, como estas” luego de esto, una gran propiedad oral se apodero de mí y logre entablar una conversación tan hermosa y fugaz que guardare en los estrechos pabellones de mi memoria. Decidimos luego de carcajadas, blasfemias y miradas curiosas, consumar nuestra presentación en un café cercano de cualquier parada donde ese tren de miseria nos pudiese arrojar sin piedad ni cordura...
¿Cómo poder explicar la conexión tan simple e implacable que género en mí, conocer esa figura, esa humanidad, esa perfección?, ¿Cómo poder explicar la suprema tranquilidad, comodidad y armonía que expelen dos cuerpos condenados a una trágica despedida?, la mejor forma de explicarlo, seria luego de un exterminio humano, seria en ese entonces donde usted se encuentre cara a cara con una persona que dibuja en su cara el mismo terror del momento pero también el mismo sentimientos de tranquilidad al encontrar una persona que acompañara de ahora en adelante su triste realidad, su triste mundo y su vacía existencia. Luego del café, nuestro irracional deseo y nuestra fortuita ansiedad por arrojar otro cuerpo sobre nosotros, nos llevó a un viejo motel que en su fachada desdibujaba
cualquier intento de delicadeza y romance, cualquier necesidad de satisfacer al otro con candelabros, velas, mesas en cedro u aroma a rosas, pero dicho viejo motel bastó para concebir el amor sobre una cama, con un desconocido, con un fin, el de no terminar nunca con una unión impredecible, misteriosa y que terminaría desagraciadamente. Una guerra donde cada adversario tiene el fin de consumar su rabia en Pro del otro y donde las armas de cada adversario son lanzadas con suavidad, armonía y delicadeza para que el adversario caiga en una condenable rendición por satisfacción, esa es la más simple y llana forma de explicar los hechos sucedidos dentro de esa alcoba.
Luego de abandonar dicho establecimiento nos encaminamos a la despedida. Ella se paró en frente mío, sus ojos reflejaban en su interior mi cara de desamparo, tristeza y abandono, mis manos inquietas en mis bolsillos establecían una batalla incansable en el que el único propósito era dejar inmóviles mis dedos. Su despedida se acompañó con una embestida de personas, las cuales se perdieron y la perdieron dentro de la multitud, era nostálgico volver a ver dos o más personas, pues desde que me había embarcado en ese trasmilenio, el sentimiento de sociedad y comunidad había desaparecido en un rostro de misteriosa belleza. Una luz enceguecedora se apodero de mis ojos y solo me permitió ver una figura que ascendía lentamente hacia las nubes (era ella), mis ojos fueron inundados por un sentimiento de nostalgia que me hicieron flotar sobre el piso y me permitieron tocar su pies, me aferre a su vestido como quien no quiere soltar una raíz de un árbol añoso que lo sostiene e impide la trágica caída a un precipicio, en un tremendo acto de valentía grite que no se fuera, pero su ropaje se rindió ante mi peso y empecé a caer con una velocidad tan fuerte que tan solo pude cerrar los ojos y apretar mis pómulos contra mis ojos…
Al despertar me hallaba empapado de sudor, sentado en un sillón con un cigarrillo apagado y con la nostalgia de saber que te habías ido y seguías apoderándote de mis sueños y que yo le era infiel a tu figura física y que te era infiel con tu recuerdo y que probablemente te seguiría siendo infiel para no dejarte ir nunca de mi…


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