PUT YOUR HEAD ON MY SHOULDER

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Dice un anónimo proverbio chino muy antiguo, que “no hay hombro que sostenga al mundo, cuando a éste le invade la guerra”. Permítanme que difiera, ya que considero al hombro un verdadero remanso de paz para cualquiera.

Lugar de reposo para el cansado, agobiado o, incluso, para el felizmente extasiado. Con tantas innovadoras terapias proliferando por ahí y nadie se ha acordado de él. Y no es comparable a una calida mano o a un mullido regazo, puesto que con el tacto de la primera se podrían confundir los sentimientos y con el calor de la segunda, tan cercano a los genitales, creo que se podría…. Bueno sí, también. El aséptico hombro, cercano a la cabeza y al corazón, donde esas vitales piezas, luchan duro contra la sinrazón. 

Igualable al anhelado y resguardado muelle después de una mortal tormenta. Comparable a la solitaria duna que, aunque pocas, siempre ofrece algunas horas de sombra al día para refugio de quien padece el insufrible calor del desierto. 

Quien ofrece un hombro debería recibir una copia de la llave del cielo. Quien te invita a descansar tu cabeza en él, te está ofreciendo todo lo que tiene, su íntimo territorio más personal. Hasta los psicólogos deberían ofrecerlo antes de una sesión, donde puedas calmar tus ansias, acercarte a tu infancia o, solamente, descargar tensión. Líbrenos Dios de que la mutación imparable del ser humano nos haga perder ese vestigio clave de la nobleza del hombre, donde el amor, la amistad o el desorden, tienen cobijo y remisión.

Y mientras descansas de las batallas diarias en ese espiritual lugar, las penas parecen menos preocupantes. Como el placentero olor del pan recién horneado, que no deja lugar a percibir las otras sensaciones que te rodean, el hombro es una puerta abierta a la mística más contemplativa. 

Aludiendo a esa misma mística, les propongo un ejercicio mental sobre quien les gustaría que descansara hora mismo en vuestro hombro. ¿Tal vez, aquel primer amor perdido por la indolencia de la juventud?. Pruébenlo, por favor. Yo se lo ofrecería a mi peor enemigo, si acepta, dejaría de serlo de inmediato.

Ahora mismo recuerdo a un jovencito que en los años 80/90, aparecía en todos los programa musicales del momento, como recién llegado de surfear olas y ofreciendo su hombro. Por eso mismo, con todo el cariño del mundo, les ofrezco el mío, 
“Put your head on my shoulder”.


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