Crimen a medianoche

Por
Enviado el , clasificado en Intriga / suspense
1848 visitas

Marcar como relato favorito

La luna iluminaba aquel ambiente oscuro, además desde allí podía observar perfectamente su cuarto, pues se había dejado la luz encendida. En aquel momento se encontraba en su propio jardín cavando un profundo hoyo con intención de depositar el cuerpo de aquel miserable, una vez hubiera cavado lo suficiente para que nadie pudiera encontrarlo.

Él no quería hacerlo, pero aquel malnacido le obligó a ello, pues era su vida o la suya, no había más opciones. Es bien cierto que probablemente hubiera resultado más prudente entregarse a las autoridades una vez hubo hecho aquello, sin embargo es bien conocida la incomprensión de los jueces, a pesar de que él Código Civil recoge el derecho de legítima defensa, pero en el caso de un asesinato se tiende muchas veces a olvidar aquello, excepto que se puede demostrar con todo lujo de detalles que el asesino no tenía otra opción, es decir que peligraba su vida.

—Bueno lo hecho, hecho está, de nada sirve lamentarse ahora—pensaba él mientras intentaba auto consolarse al tiempo que miraba aquél cuerpo sin vida y recordaba poco orgulloso que él mismo se la había arrebatado.

El cuerpo de la víctima presentaba severos cortes en partes vitales, como por ejemplo en el cuello y sin embargo él tan solo tenía un arañazo en la cara, por aquello no confiaba en la comprensión de nadie, pues lo máximo que hubieran hecho, habría sido tratarle con una penosa condescendencia para luego tranquilamente demostrarle la evidencia con educación, pues aunque no podía hacer otra cosa, tendría que recibir su castigo.

— ¡Eso nunca! —exclamó él mientras se percataba de que estaba empezando a ponerse algo nervioso.

Decidió relajarse y continuó cavando y cavando, hasta que de pronto se percató de que era inútil seguir haciéndolo puesto que ya era lo bastante profundo como para enterrarlo sin problemas. Inmediatamente después se dispuso a coger el cadáver y con cierto cuidado lo depositó en aquel hoyo y posteriormente a toda prisa se dispuso a enterrarlo, puesto que ya no quedaba mucho para que amaneciera, y no quería arriesgarse a vérselas con curiosos, que tal vez se extrañaran al ver desde lo lejos que estaba enterrando algo.

No fue una tarea fácil, pero al final lo consiguió, su cuerpo chorreaba sudor y su corazón aunque ya se había tranquilizado un poco iba a mil por hora. En ese momento se dispuso a irse a su casa y decidió afrontar el hecho de tener que vivir junto al putrefacto cadáver de aquél malvado.

No obstante, cuando se dispuso a largarse de su propio jardín para refugiarse en su casa, notó una presencia maligna a su alrededor. Era su fantasma, era el rencoroso fantasma de aquel miserable que por alguna razón hubo considerado que se le proporcionó un trato injusto.

— ¿Por qué lo hiciste? —le preguntó.

—Tú querías matarme y robarme—le respondió asustado mientras se alejaba temblando.

—Yo solo quería lo que era mío, pero eso ahora ya da igual.

— ¿Pero qué diantres quería? —le preguntó extrañado.

—Yo solo quería la pelota de mi hijo que se había extraviado hacia tu jardín.

La incertidumbre y el arrepentimiento le rondaron por su cabeza en aquellos horribles instantes, por lo que no se atrevió a responderle, aunque eso no impidió que aquél alma en pena continuara diciéndole—:

—Tú te precipitaste como un loco encima de mí y solo por el error de no avisarte antes de entrar para recuperarlo e irme tranquilamente. Entiendo tu reacción pero me parece excesivo lo que me hiciste.

—Yo no vi ningún balón, no sé de qué me está hablando—le respondió aún más extrañado que antes.

—Observa en la esquina por fuera de tu casa, cerca de la entrada principal y hallarás el balón.

Él, desconcertado, le hizo caso y tras un breve recorrido vio el balón por lo que se dio cuenta del error que había cometido y de que ya era tarde para remediarlo.

—Lamento haberme colado en su propiedad señor, pero no puedo perdonarle lo que me ha hecho, no obstante nada puedo hacerle ahora que estoy muerto, de hecho solo soy producto de su imaginación, los fantasmas no existen y usted sufrió un súbito infarto después de enterrarme, por lo tanto nos veremos muy pronto, de hecho, tonto de mí, no es que sea su imaginación, sino que simplemente ya está muerto.

Al cabo de unos pocos días unos vecinos dieron la voz de alarma a las autoridades y al Samur al percatarse de aquel horrible hedor, si bien el primer cadáver en ser descubierto fue el suyo y el cadáver del padre del niño que perdió el balón tuvo que ser localizado con la ayuda de este último, pues informó a las autoridades de que su padre se coló en la propiedad de un monstruo.


¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales

Denunciar relato

Comentarios

COMENTAR

(No se hará publico)
Seguridad:
Indica el resultado correcto

Por favor, se respetuoso con tus comentarios, no insultes ni agravies.

Buscador

ElevoPress - Servicio de mantenimiento WordPress Zapatos para bebés, niños y niñas con grandes descuentos

Síguenos en:

Facebook Twitter RSS feed