Sombras de la nada

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Él estaba a oscuras durante aquella tenebrosa noche y de pronto una sombra apareció cubriéndole por completo, pero estaba totalmente convencido de estar solo, absolutamente aislado de la humanidad, sin embargo, quien fuera el ser que proyectara aquella sombra, hacía un ruido espantoso bastante similar al de la risa de una hiena.

Él se sintió atemorizado por aquella presencia e intentó buscar el interruptor de la luz para poner fin a las tinieblas de pesadilla que invadían la habitación, no obstante, aquel individuo había pensado ya en eso previamente y cortó la electricidad del edificio, razón por la cual trató de buscar una linterna sin haber podido prever que una misteriosa mano negra se pudiese adelantar a él y con hábil movimiento sacase el instrumento del cajón y lo arrojase por la ventana sin ningún tipo de miramiento. Aterrado, decidió correr y esconderse en el baño hasta que pasase todo, cerrando la puerta por dentro con el seguro.

Realmente aquel ingenuo sujeto no conocía al intruso, pues clarísimamente no se rendiría por una argucia de principiante y rápidamente encontró la forma de sacarlo sin necesidad de hacer uso de la fuerza. Repentinamente comenzó a notar un olor desagradable proveniente de un pequeño conducto de ventilación situado en aquel cuarto. Era un gas tóxico y verde que provocaba escozor en los ojos y una profunda sensación de mareo que le hizo sentirse como si fuese un judío en una cámara de gas alemana durante el holocausto nazi. Finalmente optó por salir, pero por la ventana para evitar toparse de nuevo con aquel maniaco.

Tras salir al exterior se sintió extenuado y con muchas nauseas, por no hablar del inmenso estrés que le provocaba encontrarse recluido e incomunicado con el mundo, pues en medio de la nada la cobertura no es más que una mera ilusión. Su instinto le indicaba que no debía descansar, sino correr sin mirar atrás y en efecto al poco de comenzar a desplazarse a pasos agigantados hacia adelante su casa fue consumida entre las llamas, el individuo misterioso no parecía querer dejarle escapar y lo reflejó tras decir estas palabras—:

—Nadie puede escapar de su destino y tú no serás el primero.

Unos cuantos tiros procedentes de su revólver atestiguaron su macabro compromiso, aunque el inquilino del habitáculo se estaba alejando y no recibió el impacto de las balas.

Siguió persiguiéndole y consiguió aproximarse a él aprovechando su natural extenuación ante aquella desagradable caminata. En cierto momento casi podía tocarle y a pesar de poderle disparar simplemente le dijo—:

—Solo quiero ver tu rostro, no puedo matar a un cobarde y menos por la espalda.

Él ignoró a aquel excéntrico allanador de moradas y siguió corriendo sin rumbo fijo, por lo que su persecutor ofuscado le ordenó—:

— ¡Date la vuelta y mírame de frente para que pueda eliminarte, quiero acabar las cosas bien, debes morir con honor!

Nuevamente volvió a ignorarle y en aquella ocasión se abalanzó sobre él y le empujó con semejante fuerza que se desplomó contra el suelo, momento que su víctima utilizó para esconderse, pues huir parecía inútil con semejante perturbado.

 Hizo sumos esfuerzos por tratar de refugiarse en un sitio seguro, pero por su cabeza circulaba la idea constante de que su perseguidor lograría encontrarle allí donde él tratara de ocultar la cabeza, lo cual provocó que se bloquease durante unos cuantos minutos y se condenase a ser atrapado y ejecutado. Tras recapacitar un poco solo encontró la solución de seguir corriendo y confiar en que aquel pirómano se cansase.

Definitivamente llegó al final del trayecto cuando se topó con un imponente acantilado de unos cien metros de caída libre. Era el final y ya podía ver al asesino acercarse de frente hacia él, tras lo cual le susurró—:

—Así me gusta, no hay nada más agradable que un hombre preparado para morir.

—Tan solo quiero que me digas una cosa, ¿qué móvil te impulsa a hacer esto? —le cuestionó la víctima exhausta.

—La razón es simple, tu eres el último de los hombres que debe ser eliminado y ese es mi objetivo, no tengo otra opción.

—Yo no le temo a la muerte, pero sí a los asesinos, cada cual debe decidir su propio destino y yo no acepto ser masacrado por ti.

Su interlocutor rió a carcajadas y después se aproximó lentamente hacia él, que con la mirada fijada en la suya sacó un fino cuchillo aprovechando la atención que prestaba el individuo por su rostro. Con el sudor chorreando por su pelo y resbalando por su rostro se abalanzó sobre él tras un esprín que contrastaba con el ritmo ligero del maniaco y le ensartó el cuchillo en el abdomen. Después procedió a arrastrarlo hasta el borde del precipicio mientras se desangraba y cuando se dispuso a arrojarle al vacío, aquel futuro cadáver le rogó—:

— ¡Acaba conmigo mirándome a los ojos, no arrojándome al vacío a la par que cierras los tuyos avergonzado de ti mismo!

Decidió hacerle caso y con un pronunciado gesto de terror trató de buscar algo con lo que rematarle, hasta que finalmente recibió un consejo—:

—Usa mi revolver, ha debido caérseme al suelo, búscalo.

Rastreó el terreno y momentos después de localizarlo lo cogió y tras acercarlo a su cabeza apretó el gatillo y acabó con aquella locura de un modo digno. Ya solo quedaba él.


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