Se escuchan campanas- Cap. 2

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Babú se encontraba molesta. Después del descanso necesitaba los apuntes y aún no se los había traído, además, le revolvía el estómago pensar en que tendría que volverlo a ver. Se quitó la chaqueta y se secó las manos en el uniforme. Estaba furiosa por cómo se sentía, tenía miedo, pero era irracional. No le había hecho nada, sólo porque pareciera un psicópata no tenía que ser mala persona. Ahora que lo pensaba había sido amable con ella y nunca había dado problemas, en cambio ella, casi siempre quedaba castigada. Miró el reloj y frunció el ceño. “Este tío tarda demasiado, encima que no ha venido las dos primeras horas.” Pensó.

- Vainilla, esto es tuyo.- dijo una voz detrás suya.

Se dio la vuelta y vio un niño. Dio un salto atrás de la impresión. Aún no se acostumbraba a verlo. Aylen tenía trece años. Su nombre significaba luz de luna, impuesto por Roger. A pesar de ser de chica, Babú pensó que no había otro nombre capaz de describirlo tan perfectamente. Tenía un lindo cabello blanco que enmarcaba su rostro. La piel era tan blanca y parecía tan frágil como el papel de seda. Su rostro era delicado e infantil. Sus ojos eran grises e inexpresivos. La camisa del uniforme era una o dos tallas mayor y le daba un aspecto fantasmal. Aylen, tendió las manos hacia ella para darle sus apuntes. Babú lo observó por unos segundos y los cogió.

- ¿Quién te los ha dado?-

-  Me los dio Doil esta mañana.-

-  No deberías haberlo hecho. Podría haberlos traído él.- dijo aunque la verdad se sintió aliviada.

- Está enfermo.- dijo con la misma impasibilidad.- Buenos días Marlo.-

Mello se asomó al pasillo. Frunció el ceño bastante molesto al ver a Aylen, y más aún cuando estaba hablando con SU amiga. Dejó de comer una chocolatina y espetó:

-  Odio que me llamen por mi nombre y más aún que lo haga una rata de laboratorio.- dijo, Aylen lo miró y le sonrió levemente. Mello pudo sentir un ligero escalofrío en su espalda. Ver las sonrisas de Aylen era algo realmente espeluznante, no sabía por qué, tal vez porque rara vez lo hacía, o porque cuando lo hacía, eran para él. Era extraño, suponía que era un privilegio, pero no muy agradable.

- Hasta luego Vainilla… Marlo…- dio la vuelta y desapareció entre la multitud.

- Maldita pelusa.- dijo enfurecido.

- Si no te ha hecho nada.- dijo Babú, se dio cuenta de la reacción del rubio ante la sonrisa. A ella también le daba mal rollo, pero no lo creía para tanto. Mello entró en la clase y Babú le siguió.  

Después de otras cuatro largas horas, acabaron las clases. Esa mañana no hubo novedades, sin contar que Nill se pasó Outlast. Babú escuchó pacientemente al chico pelirrojo mientras le contaba sus jugadas, Mello comía más chocolate y hacía sus tareas.

-  ¿Hoy no te han castigado Babú? Qué extraño ehhh.- le dijo dándole un codazo en el costado.

-  Espera aún, que todavía no ha acabado el día.- dijo Mello burlón.

-  No exageréis, sabéis que me metí en problemas por una buena causa.- dijo orgullosa.

- Ni que fueras Robin Hood.-

- ¡Quién fue a hablar, el hijo perdido de Willie Wonka!-

Babú estaba haciendo sus tareas cuando escuchó jaleo afuera. Abrió la puerta y vio a un chico levantando a Aylen por el cuello de su camisa. Él no hacía nada por defenderse, sinceramente, era inútil porque lo sobrepasaba en fuerza. Una niña se acercó a Babú y le suplicó que hiciera algo, no le gustaba las peleas. Recordó que decían que su madre fue una víctima de violencia de género. Babú le dio unas palmaditas en la cabeza y se acercó a los dos niños. Sin mediar palabras, arrancó a Aylen de las manos del otro niño y se interpuso entre los dos. El niño se asustó y levantó el brazo para protegerse a lo que ella lo sujetó. Entonces apareció un profesor y los mandó al despacho de Roger. Babú suspiró, ahí se acabó su día tranquilo. La castigaron con ir a ayudar a la cocina. Allí, el cocinero la mandó a hacer unos recados al supermercado. Pues se les olvidó encargar unos ingredientes y el personal estaba muy ocupado haciendo la cena.

Salió del orfanato, caminó por una calle y se le ocurrió atajar por el bosque. De vuelta volvió a pasar por el atajo. Miró hacia las copas de los árboles y escuchó una risita. Fijó su mirada a un punto de la maleza. De ahí salió Doil. Esbozaba una sonrisa escalofriante y sus carcajadas le helaron la sangre. Sus ojos taladraron los suyos. Ella cerró fuertemente los puños. Estaba tan aterrorizada que no se atrevía moverse. Él avanzó hasta invadir su espacio.

- ¿Qué haces tan sola en el bosque?¿Vas a ver a tu abuelita?- dijo tomando el papel del lobo feroz.


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