Confidencias

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Me mira directo a los ojos, se seca una lágrima, y suspirando profundamente me dice:

– Es una pena ver cómo has cambiado.

Furioso me mira y me reclama todos los sueños que creamos juntos cuando éramos casi unos niños y que yo maté; todos los anhelos que un día compartimos y que nos emocionaron, que nos ilusionaron; que nos hicieron pasar noches en vela y que yo después ignoré.

Me mira y sin poder controlar el temblor en los labios, me dice que ya no me reconoce, que quizá dejó de verme de tanto mirarme y que de tanto escucharme dejó de entenderme. Angustiado me cuestiona cómo me perdí, cuándo me convertí en eso que tanto odiaba, dónde aprendí a traicionar, mirando a los ojos.

Me mira llorando y dice, con un nudo en la garganta, que ahora sabe que nunca amé, ni me entregué y que siempre me engañé; que juntos habíamos creado las instrucciones para encontrar el amor perfecto y que yo jamás las seguí.

El reflejo en el espejo me mira directo a los ojos, se seca una lágrima, y suspirando profundamente me dice:

-Es una pena ver cómo has cambiado.


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