Alergénicos (primera parte).

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Pústulas rojas como sangre de sandía le atravesaban su cuerpo, de pecho a pubis, a punto de reventarse… en realidad eran ronchas, pero desde la distancia adecuada podían observarse como llaguitas tejidas por los culos de abejas microscópicas jugando a disfrazarse de mosquitos, adictas a la sangre humana por su agriedad macerada en tarros sin oxígeno de resentimiento y soberbia, así es el hombre.

Ronchas rojas, proyectiles en carne viva salpicando su piel derretida a golpe de tic-tac, un viejo abrigo de cuero raído descolgándose desde las clavículas amarillentas como una hoja de papel manchada con café frío oscuro, folio y carne podridos por el tiempo, afeadas, mordidas, consumidas a la misma velocidad que el vapor chocándose en un techo de hielo.

Todo era culpa del perro, un ratonero negro y marrón rayando el obsesionarse con la pelota, constantemente agitándola por la casa de un cuarto a otro, lamiéndola, custodiándola entre sus patas en los escasos momentos de asueto, protegiéndola como si fuera un cachorro mongólico a punto de ser devorado por gatos vengativos... y seguramente tendría más alma para ese animal SU pelota, SU juguete, SU diversión que cualquiera de los perritos que comen en la basura noche tras noche... no lo juzgo: cientos de bombas se derraman desde aviones cada día sobre niños en países donde el cal y el mirto se cambian por polvo y crisantemos mientras aquí, al mismo tiempo, simultáneamente, nuestros hijos obesos tomando pastillas contra el colesterol se desgañitan berreando porque su bicicleta tiene una rueda pinchada, los papis nos sacamos la columna vertebral taquito a taquito con el único objetivo de llegar a fin de mes, ingresar la nómina, cambiar el coche viejo por uno con más caballos, más asientos, menos consumo... ¿a quién le importa quién? Manos a la cabeza por unas guerras subvencionadas gracias a nuestra comodidad, nuestro consumo desmesurado: asesinamos niños con cada llamada de móvil posible gracias al coltan, el mineral africano por el que existen tantos conflictos, los mismos teléfonos con que enviamos sms de ayuda a tal o cual país, el 80% de esa llamada se destinará a un hospital en China o una mierda parecida: construimos clínicas, escuelas, comedores, cualquier cosa en países donde cosen las playeras de nuestros campeones olímpicos, fuertes, ciclados, olvidados cuando las banderas apolilladas se vuelven a guardar en el armario hasta dentro de cuatro años cuando las cinco anillas refulgen sobre la llama; también sacamos de paseo al patriotismo los días en que echamos las banderas a ondear a medio mástil cuando los terroristas se cepillan a algún político de esta o aquella ideología... después la tela rojigualda regresa a un cajón donde follarán por los restos los ácaros y a ser posible una gaveta cerquita del retrete por si se acaba el papel higiénico... espero que nadie me malinterprete, me da exactamente igual que este país reviente por los costados que se caiga de culo resbalado en sus propios excrementos, se parta la crisma y los buitres le rebañen los intestinos, un país que me da la espalda, me obliga a comerle las pelotas, para más colmo agradecerle que solo deba esperar seis meses por una cama de hospital en lugar de ocho, su televisión sostenida por MI dinero, MI trabajo, engañando a nuestras hijas con princesas del pueblo que chupan poyas a cambio de rayas, pederastas confesos mostrando su cara en el televisor a la misma hora que los críos salen del cole... ojalá reviente este país, tiro en la nuca, se ahogue en su propia mierda, así que no me malinterpretes: la bandera no es más que un pedazo de tela desaprovechado para mi, pero nene, si presumes de amarla cuando hay cámaras del periódico a tu alrededor, aseguras masturbarte pensado en sus colores, al menos ten la decencia de continuar con el cuento una vez que los flashes se vuelan del color de la sombra, trata de mantener el patriotismo de chocolate al menos uno o dos meses más allá de que las peceras se cubran hasta el tope con tu nombre en las papeletas que no somos gilipollas, simplemente vagos, apáticos, cómodos... pero no gilipollas.

Y por eso es que lo amo, cubierto de perdigonazos del color de una chuleta cruda en su tórax, su estómago, sus costados... las mejores ronchas son del tamaño de un dedo pulgar, sobresalen desde una base estrecha y redonda, parecen zapatos de payaso sin cordones... todo por culpa del perro: es alérgico a casi cualquier especie de mamífero. Ando con este animal desde mucho antes de qué nos enamorásemos él y yo, así que cuando decidimos vivir juntos aceptó que el ratonero estaba por encima de cualquier otro tipo de relación, sin más, dijo que de acuerdo, tomaría antihistamínicos a diario para poder superar su problema y así estar juntos los tres... lo amé más aún desde aquel día: muchos nos empeñamos en ser egoístas en confundir a la parienta, al hijo, al amigo con un tostador o con un mercedes y no es extraño en esta época de la máquina expendedora, así que cuando encuentras a un hombre capaz de entender que el amor no es una autopista unidireccional con único destino hacia su pecho, su mente, su poya, capaz de comprender que toda tu vida no gira en torno a él que otras personas, animales, incluso algún tío más guapo, más joven, más inteligente puede suplirlo en aspectos donde él no llega, no por falta de cariño o interés, simplemente por una cuestión de desconocimiento -adoro a mi marido el albañil, pero por mucho que lo quiera jamás habría dejado que me operase la amígdalas... cuando me salvó la garganta amé más a ese cirujano que a cualquier otro individuo del planeta- y ese hombre lo acepta sin celos, sin sentir su ego herido, entonces has descubierto a un tipo con las ideas claras rezumando seguridad por cada trocito de su piel. Entendió que mi ratonero parchearía huecos para los que él no poseía los materiales adecuados, así que comenzó a tomar las pastillas.

Los primeros meses fueron geniales hasta que comenzó a padecer insomnio cuando lo echaron del trabajo,demasiado estrés,ahorros escasos para no más de cuatro o seis meses para sobrevivir y un derecho a paro que no superaba el año de paga...si no encontraba algún empleo antes dieciocho meses cada cual tendría que volverse a su vida de antes,compartiendo piso con cuatro o cinco desconocidos,comiendo latas,follándonos el uno al otro con la boca bien cerrada para no molestar a los compañeros de alquiler...así que mientras padezca el insomnio le resulta imposible dormir con pastillas,pero cualquier somnífero que le recetan,todos los que ha probado anula el efecto de los antialergénicos: decidió encontrar otra solución,pasar de los sedantes y por las noches antes de dormir se toma un whiskey doble con agua fría sin gas hasta el borde...tampoco es lo mejor,también disminuye a las pastillas contraperro,pero al menos sabe mejor y no le quitan tanta potencia a los antihistamínicos,de hecho ya puede respirar por las noches,aunque el picor de las bolsitas rojas sigue siendo un problema,le torturan tanto que se despierta siempre a las 4:00 de la madrugada en carne viva,ardiendo, como hoy, como cualquier otro día.


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