Mi curiosa travesura

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Extraña época de mi juventud cuando después de varios años de vivir solo, mi padre y yo, en menos de un mes, no acompañaban dos hermosas jóvenes estudiantes de la cercana universidad. Comenzaron a ser frecuentes la visitas de otras hermosas jóvenes y de sus pretendientes, algunos realmente muy poco potables para mi gusto por su prepotencia y actitud de canino en celo esperando aparearse con la canina más cercana.

A nuestra pequeña casa urbana, de tres habitaciones, sala comedor, cocina y un privado que compartimos todos; la primera llegó por una petición familiar, era una belleza de esas que abundan en zonas rurales de mi país, delgada, cerca de 1,70 m de altura, lindos pechos y curvilíneas caderas, piernas esbeltas y piel básicamente blanca ligeramente oscurecida por efectos del caliente sol del pacífico central, su cabellos era castaño oscuro de unos cerrados colochos. La llamaré Ana, para efectos del relato

La segunda Lulú, llego unas semanas después, era una impresionante morena, del Caribe, el primer día que la vi llevaba un vestido gris discreto de falda larga, cinturón negro que marcaba bien su pequeña cintura y atraía la vista hacia su hermoso vientre; los botones al frente del vestido dejaban discretamente ver sus hermosos pechos, la falda aún que no era ajustaba, dejaba ver que tenía una perfecta figura. Me impresiono su hermosa sonrisa y su mirada muy picara. En otra ocasión me detendré a describirla, ya que es digna de una más detallada.

En esos momento no tenía ni idea de lo que era convivir con un parte de deliciosas jóvenes de edad ligeramente mayor que la mía que a esa fecha tenía casi los 19 años. Corriendo la casa en ocasiones con escasa ropa que constituía una tentación a mis inexpertos ojos que a esas alturas no tenían en su haber muchas experiencias con cuerpos femeninos con escasa vestimenta o desnudos.

Ese sábado por la mañana me desperté ligeramente tarde ya que estaba libre de mi extenuante trabajo en una maquila, y creyéndome solo en la casa, fui a la sala y encendí el televisor... Cuando escucho la puerta del cuarto de las jóvenes abrirse y Ana vestida con su bata de dormir semitransparente bajo a que se notaba solamente su calzón sin ninguna otra prenda. ¡Ay Dios, que rica se veía!

Estoy seguro que ella notó mis ojos muy abiertos para no perder detalle de su hermoso cuerpo. Pero le dio poca importancia, era un día en el que estaba especialmente alegre, cantando un merengue de moda en esos años. Entró al baño dándome los buenos días con una simpática sonrisa en sus labios.

La puerta se cerró detrás de ella, y siguió el alegre concierto dentro del cuarto de baño, esa alegría más mi curiosidad me llevó a rápidamente pensar un plan para satisfacer mí ahora despierta curiosidad.

Lentamente y tratando de no hacer ningún ruido me acerque a la puerta, buscando una ranura o un agujero para espiar que pasaba con la improvisada artista. Mi esfuerzo fue recompensado, con un pequeño agujero, el cual incluso tuve que con mucho cuidado ampliar ligeramente para poder observar.

Lo que vi, fue maravilloso, frente al lavabo y espaldas a mi, estaba ella bailando cadenciosamente mientras se preparaba. Su cuerpo era realmente más hermoso, espalda perfecta, cintura pequeña y un generoso trasero en unas cadera no muy anchas pero si unas pronunciadas y redondas nalgas. Giraba al ritmo de la música, permitiendo ver de perfil unos hermosos pechos de un tamaño no muy grande, pero de perfecto contorno y pezones de un rosado ligeramente oscuro, sobre un muy bien marcado vientre. Sus piernas eran largas y perfectas en su contorno.. pero no giraba lo suficiente para disfrutar de ver su más íntimo y hermoso tesoro, su entrepierna.

Creo que abrí el ojo colocado sobre ese pequeño agujero, de tal forma que llegó a centímetros de su hermoso cuerpo, esperando poder disfrutar, deleitar mi vista viéndola de frente. En ese momento sonó unos pequeños y conocidos golpes en la puerta de la casa, era Juan, mi mejor e inoportuno amigo.

Ya habría otra oportunidad pero esa no fue...


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