Mi premio? Sexo desenfrenado

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Cada mes, en la oficina donde trabajo, se hace entrega de un premio al empleado del mes, en esta ocasión el premio fue para mí. Cada mes entregan algo diferente, me hicieron entrega de un pase doble para el cine en salas VIP y la película que yo quisiera. Sin duda era algo para disfrutar con la pareja, desgraciadamente en ese momento no tenía nadie a mi lado, y terminé yendo solo pues todo mundo tenía algo que hacer.
Estaba en el centro comercial en dirección del cine cuando me encontré con alguien inesperado. Era la gerente de área de la oficina, la misma que me hizo entrega del premio. Se veía muy diferente sin su formal atuendo de trabajo, en su lugar llevaba un vestido de color rojo, escotado y con la espalda descubierta, este dejaba casi al descubierto sus enormes pechos, resaltaba su delgada cintura, sus enormes caderas y trasero, terminando con unas bien torneadas piernas descubiertas por lo corto de su vestido, este resaltaba su piel clara, enmarcada por su cabello suelto, rizado, negro y largo, que siempre llevaba recogido. Jamás la había visto así, y nadie había notado lo despampanante que era, siempre oculta por ese traje sastre y una seria actitud.
-¿Vas a disfrutar tu premio? Me preguntó.
-Así es. Le dije.
-Y vas solo? Respondió.
-Si, por el momento no tengo novia y nadie pudo acompañarme.
-Tenía una cita con mi novio, pero el estúpido no llegó. Porque no aprovechamos la noche. Dijo coquetamente.
Sonreí y nos dirigimos al cine, que estaba a unos pasos de ahí, durante la película ella no paró de acariciarme la pierna, lo que yo respondí de igual manera, después de un rato me dio un beso en la boca, lento y sensual, y me dijo que fuéramos a su departamento. No terminamos de ver la película y no recuerdo siquiera cuál era. Llegamos a su departamento donde apenas entramos comenzó un frenesí de caricias, besos y juegos de manos. Pasé una de mis manos por debajo de su vestido y toqué su vagina, ya muy húmeda, con la que me puse a jugar con mis dedos, ella comenzó a sudar, me desabotonó la camisa y se puso a acariciarme el pecho, bajando hasta mi pantalón, que desabrochó con destreza y rapidez, accediendo a mi miembro ya bastante duro, lo tomó y lo jaló hacia ella, saqué mis dedos y la embestí de golpe con el, dio un quejido de placer que dio inicio a ese típico movimiento hacia adentro y afuera, ella aún tenía el vestido puesto, pero poco me importó, no podía detenerme y ella tampoco, casi rompemos la mesa del comedor, donde hacíamos aquel acto desenfrenado, seguimos en la cocina, recorriendo así todo el lugar, llegó el orgasmo de ella, que dejó marcas de uñas en mi espalda, pronto llegué al mío, pero ella aún no terminaba y aprovechando la pausa se quitó el vestido y su coqueto sostén junto con su calzoncillo que solo habíamos echo a un lado, yo también me quité la ropa, quedando finalmente los dos completamente desnudos, su figura perfecta destacaba bajo la tenue luz de la sala, nos abrazamos y acariciamos, ella me tomaba de las nalgas, yo besaba cada parte de su cuerpo, bajando de unos labios a otros, pasando mi lengua por su excitada vagina, ya que ella aún no había terminado, esto era difícil porque al mismo tiempo ella se revolcaba de placer. Llevé mi miembro una vez más dentro de ella, una y otra vez, haciendo un desastre por cada lugar que nos apoyábamos, no hubo rincón de su departamento que no conociera de nuestra lujuria, teniendo ambos el mejor sexo de nuestras vidas, que se repetiría en diversas ocasiones, sin que nadie supiera de estos apasionados encuentros.


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