Razones para sembrar un guayacán

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Es medio día y camino con el jefe de planeación a través del lugar donde hace un mes le he comentado que sería excelente sembrar un guayacán. La luz del sol se filtra entre las hojas de los árboles, pasa a través de las ramas para golpear el césped, las flores, los arbustos y aviva todos los colores en el ambiente. Seguramente la incidencia de la luz en el entorno no será una razón que logre convencerlo para sembrar un guayacán. "¿Estamos construyendo en uno de los lugares con más árboles de la ciudad y le parece apropiado sembrar otro más? Piénselo bien arquitecto, necesitamos una fuente" En cada una de nuestras conversaciones siempre me hacia el mismo comentario.

Él y su equipo ya conocían el presupuesto que requerían para construir la fuente, así como también habían elegido el diseño de está. Tenían suficiente dinero para llevar a cabo el proyecto, además, el diseño elegido era excelente. Estas razones, aunque tal vez ninguna, no serían suficientes para lograr disuadirme, y ciertamente, ninguno de mis argumentos lo convencería de remplazar la fuente por un guayacán en el escenario que él ya se había creado. Los argumentos económicos y ambientales que estaban a mi favor no conseguían vencer sus planteamientos de estética y proyección urbana que iban acompañados de terquedad.

El calor de medio día se tornaba insoportable. Mientras caminábamos por el lugar le enseñaba varios dibujos hechos por mí, donde se veía desde diferentes perspectivas el guayacán. Me había tomado el tiempo de dibujar gran cantidad de flores que caían al suelo y formaban una alfombra de color amarillo sobre este. Me había tomado el tiempo de dibujar personas rodeando aquel árbol con expresiones que reflejaban tranquilidad y alegría. Me había tomado el tiempo de dibujar una pareja bajo la sombra de aquel árbol, sonriendo y disfrutando de momentos que no duraran para siempre.

Cuando termino de ver los dibujos el jefe de planeación me pregunta acerca de las verdaderas intenciones que me llevan a ser tan insistente. Dejo que pasen unos segundos mientras guardo mis dibujos y respondo "Ya le mencione mis intenciones, llevo un mes haciéndolo. ¿Sabe qué? La idea de la fuente no estaría tan mal"

En ninguna de nuestras discusiones mencione las verdaderas razones que tenía para que existiera un guayacán en aquel sitio. Todos los argumentos que guardé carecían de la naturaleza lógica y racional que requerían los debates. Nunca fui bueno para dar a conocer a los demás sensibilidades. Seguramente ese fue el problema que ahora me hace recordarla y de una u otra manera pensar en ella cuando veo un guayacán. 


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