VIOLACIÓN

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"¿Qué tienes ahí?, enséñamelo, ya te vi" le dijo el profesor a Alexa, la había pillado con un papelito en pleno examen. "No tengo nada profe, qué habrá visto usted" le respondió ella, toda descarada. Pero el profesor ya tenía sus sospechas: lo tiene debajo de la falda, estoy seguro, tal vez pegado en la entrepierna, ¿qué hago?..., así se mortificaba el profesor, sin saber qué hacer, no podía decirle que se suba la falda, claro que no, lo podía acusar de acoso sexual, además todos los alumnos estaban viendo; así que no le quedó más que desistir.

A la hora de salida, cuando todos ya se habían ido, Alexa se acercó al escritorio donde estaba el profesor y, socarronamente, le dijo: "La única manera de haber dado con el papelito hubiera sido bajándome los calzones". El profesor se desconcertó sobremanera, no tanto por el atrevimiento sino por la naturalidad con que lo había dicho, su cara reflejaba frescura y desfachatez, y él seguía como idiotizado. "Quizá no se haya atrevido por mis compañeros presentes. ---Dijo como suponiendo, luego agregó:--- Aunque pensándolo bien, ahora que le veo la cara de pavo que me pone, tal vez haya sido porque nunca ha bajado calzón ninguno en su vida, jaja" y se fue, toda campante ella, riéndose en su cara.

El profesor sintió crecer una indignación insufrible, quiso llorar de la rabia: ah no, esto no se queda así maldita zorra, qué he hecho yo para que te burles de mí de esa manera, yo que solo me dedico a hacer lo mío, que es enseñarles, maldita perrita, esto no se queda así, juro que te vas a arrepentir..., y así empezó a urdir su venganza, entre lágrimas y gimoteos que aún persistían, baldonado en su orgullo de hombre.

No cabe duda que ir caminando sola por los pasadizos poco transitados del colegio, sin sus habituales compañeras ni nadie que la pudiera socorrer, fue de lo que más se arrepintió Alexa en toda su vida. "Nooo, ¡auxi...! noo, mm, mmm..." alguien la había abordado por atrás tapándole la boca para que no gritara y la condujo rauda como premeditadamente al laboratorio de ciencias que a esas horas solía estar desocupado. "Ahora vas a ver lo que es bueno putita, con que nunca he bajado calzón alguno no, pues ahora no solo te lo voy a bajar zorrita de mierda, la que se te vino por dártela de pendeja". Alexa lo miraba con pavor, con los ojos le suplicaba perdón, como presintiendo que algo muy malo se veía venir, pero el profesor no se hizo de esperar, cargándola como muñeca de trapo la tumbó sobre la mesa de mayólica blanca, le metió la mano que tenía libre bajo la falda ---la otra ejercía función de tapaboca--- y en un santiamén la liberó del calzón. Él a su vez se desabrochó el pantalón, se bajó el calzoncillo, sacó la verga adulta, tiesa y prominente, y la que se te vino chiquita forajida.

"Mmm, no, mmm..." vertía lágrimas desesperadas, gritando sin ser oída, forcejeando, luchando por conservar su virginidad. "Con que ahora te arrepientes no, pues muy tarde nenita mala, si es que tu padre no te ha enseñado modales, para eso está tu profesor, después de esto jamás me olvidarás pendeja, quedarás más mansita que monja, y ahora prepárate, tooomaa mieeerd….”. “Aaayyyy…, nooo…, mm, dueelee…, no, mm…” por más que gritara, solo se oían murmullos apagados, sordos, el profesor se la introducía irrefrenablemente, desgarrándole a su paso el himen, no tuvo compasión, se la metió todita de una sola vez, y toma, toma, toma, por pendeja, toma, toma, toma, por zorra, toma, toma, toma, por put…, y la otra que no paraba de gritar inútilmente sentía despedazarse por dentro, pero el otro como si escuchara llover, y toma, toma, … “Y ahora a voltearse putita” y de un solo tirón, zas, la dejó boca abajo, “lo siento, pero yo no soy de aquellos que se quedan a medias” y exactamente lo mismo que había hecho por delante, lo hizo por atrás, Alexa no lo sufrió mucho, porque a la tercera o cuarta acometida ya había perdido la conciencia.

En fin, cuando terminó el recreo, Alexa fue hallada hecha mierda, tirada cual franela en la misma postura como le había dejado el profesor, la vagina había quedado maltrecha, de ella todavía emanaba sangre fresca que gota a gota encharcaba el piso, y el ano ni hablar, completamente deformado, y por su dilatado esfínter aún borboteaba el semen.

El profesor fue hallado culpable y lo sentenciaron a cadena perpetua. Cuando el juez le preguntó si tenía algo que decir a su favor, solo se limitó a lo siguiente: “Soy culpable señor juez, estoy de acuerdo con la pena y no voy a apelar, pero aún así sigo firme en no arrepentirme de nada, bien merecido se lo tuvo por putilla”.

“Guardias, ya llévense a este infeliz” gritó el juez, y la sala ovacionó complacida.

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