Bang! Bang! Bang! Y se acabó

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Bang! Bang! Bang! Y se acabó

El ruido era estremecedor, fuerte y tajante al mismo tiempo. Sonó y dejó de sonar, así sin más, sin el hilo introductorio del principio o una musiquilla del final. Fue brusco y directo. La primera vez es la peor. Tú, él y el poder que tu arma ejerce sobre ese individuo, que ni siquiera conoces e incluso ni te importa, si se me permite decir. Y bajo la impotencia y cobardía presentada a modo de chulería, tu arma sin más miramientos suena: Bang!

 Ya te acostumbrarás...

Durante días había planeado como atacar la situación. Desde hacía meses acudo a un psicólogo quien me derivó a un psiquiatra quien me médica, me sigue medicando, sin un pronóstico claro y una resolución cierta. Comprendí que el destino de cada uno es el que específicamente uno elige. Claro, que hay tras tiempos que no se pueden controlar y claro que la vida es satisfactoriamente sorprendente en cualquiera de sus formas…en cualquiera de sus formas. La que me  tocó no es del todo lo que uno llama felicidad. Sin más, no tengo familia, mi marido me ha dejado por otra más alta, más guapa y más gorda (cosas que pasan) y mis amigos, que al menos eso sí tengo, tienen una vida de lo más ajetreada, lo cual envidio minuto tras minuto. Por no hablar de mi trabajo. Soy contable en una empresa de tropecientas mil personas, de “High level, very very high level” y que como toda empresa de categoría venden humo, hay humo y esconden cenizas. No sé si me explico.

Después del divorcio, me mude a una ciudad más grande y cosmopolita y que siempre me había llamado la atención. Londres. Desde que llegué, como todo los comienzos, fue complicado, hasta que encontré el trabajo que desempeño en la actualidad. Me encanta. Es aburrido lo mires como lo mires. Mi departamento, que es enorme, ocupa una planta entera y está dividida por cuadraditos, cada uno de ellos contiene un escritorio, ordenador y silla. Si señores, ahí es donde prácticamente ahora vivo.“keep calm and carry on”

Desde que las brujas de mis compañeras me hacen literalmente la vida imposible he pasado por varias fases de motivación: depresión, depresión aumentada y locura transitoria. Aún sigo en la última fase. Todo comenzó nada más entrar. Parecerá una tontería. Iba vestida con mi traje impecable, mi maletín en la mano izquierda y por último, mis libros en la derecha. No podía sujetar ni una insignificante mosca. La líder del grupillo, si volvemos al colegio, si cabe aún peor, iba contoneando su cuerpecito mientras hablaba con las demás chicas y Bang! Nos chocamos, se tiró el café en sí misma, poco lista por su parte, y para colmo me caí encima de ella. Que decir, la taza se cayó al suelo y se rompió. Al no saber cómo actuar inmediatamente me levanté, la ayudé a levantarse y me presenté, por eso de intentar calmar los ánimos. Definitivamente no fue un acierto. Las chicas decidieron no volverme a hablar y hacerme mi estancia en el país de los números lo más desagradable posible. He pasado por diferentes reuniones, más reuniones, he hablado con todos mis managers, hasta los que no conozco, y casi me envían a los tribunales de trabajo, como si fuese yo la causante…

Llegado el momento, tuve que actuar.

Pensé y volví a pensar detenidamente durante varios días y semanas en mi casa. ¿Debería solucionarlo yo? ¿Así, ya está, tan drásticamente? Al principio no encontraba respuesta. Sin embargo después del último día, la solución estaba tomada. Acababa de llegar al trabajo y parecía que lo tenían todo planeado. Entre como de costumbre por la puerta principal que da al medio de nuestro departamento. Llevaba encima muchas cosas e iba mirando las noticias en el móvil cuando pise mal, me tropecé con algo y me caí. Mi móvil casualmente cayó dentro del café, me torcí el tobillo así que me fui directamente a urgencias y me perdí la reunión más importante del mes. En realidad, la bruja de Ursula, como en los dibujos animados, le viene fenomenal el nombre, me había puesto la zancadilla. Mientras yo estaba en el suelo casi sin respirar del dolor que tenía, me dijo: “Permíteme que te diga, si fueses de otra manera esto no te pasaría. Esta es mi casa y estas son mis reglas”.

Cada vez que me acordaba de esta situación me ponía enferma. Las brujas habían ganado y parecía que era definitivo. Yo sólo tenía una opción. Dar un paso más. Un paso pequeño, pero fuerte. Estaba sentada en el salón, escuchaba música clásica mientras me tomaba mi whisky, siempre doble y con hielo y pensando el recorrido exacto que iba a hacer. Lo tenía planeado y medido. Sólo tenía que esperar a que las ajugas del reloj se pusiesen en su posición.

Tengo que admitir que al subir en el ascensor de la compañía sentía algo de nervios. Era viernes, última hora y tenía que ir dando explicaciones a cada una de las personas que me veían. “Que despistadilla que soy, ¿Te puedes creer que me he olvidado mi móvil?” Como si fuese importante para mí. ¿Quién me iba a llamar? Eso daba igual. Presioné el número cinco y las puertas se cerraron al unísono que mis ojos. Fueron los segundos más largos de la historia. Toqué el bolso y todo estaba en su sitio. Preparado. Se abrieron las puertas y anduve por el pasillo. Todo parecía nublarse. Estaba temblando y sudando, a la vez. Oía voces pero no podía reconocer lo que decían… Llegue a mi mesa. Me senté y justo estaba el grupito donde tenía que estar. Me acerqué y con el pelo desaliñado y las gotas de sudor corriendo rápidamente por mi frente hasta llegar a mi barbilla guite: ¡No puedo más! ¡No puedo más!

Corrí, corrí hacia ellas. Saqué la pistola y la sujeté con firmeza, frené en seco y apunté hacia ella, hacia Úrsula.

“Yo, yo, sorry, sorry” Dijo.

Tenía la cara desencajada y podía notar cierta angustia. Sabía que su vida corría peligro.

“Por favor” Suplicó una vez tras otra.

Mientras tanto yo no me moví. Me mantuve firme, callada y con la mirada fija en ellas. Di un paso hacia delante y acerqué la pistola casi hasta su cara y disparé.

Bang!

Nadie se lo podía creer. Era de mentira. Era una pistola de juguete que disparaba una bandera que ponía bang. Seguía callada y conmocionada. Debía estar completamente despeinada como si me acabase de levantar y notaba el maquillaje correr libremente por mi cara.

“No os he hecho nunca nada. Dejarme en paz” Dije aún tensa y todavía seria. 


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