Alicia en el Pais de las Injusticias

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Alicia, tiene 20 años recién cumplidos. Sus padres son normales a los ojos de los demás aunque cada vez que Juan bebe va a peor, y ya lo conocen como alguien borracho y que de vez en cuando monta pollos en la plaza del centro de la ciudad. También tiene amigos a los cuales les gusta mucho la fiesta y el irse de pilinguis.

                Julia es la madre, extrovertida y amable, pero un ogro como madre. En parte no entiende a su hija y eso la confunde. Ella soñaba con un matrimonio feliz en el que la paz y la armonía reinaban, pero eso no es así actualmente.

 

Hoy es un día especial, es el cumple de Alicia, pero nada tiene sentido, Lleva tanto tiempo esperando estar bien, que todo vuelva a su cauce pero solo el viento sopla y sopla y se lo lleva todo menos los problemas.

                Poco después de celebrar su cumpleaños se fue con unos amigos y amigas, se sentaron en un banco del parque que hay cerca de su casa y comenzaron a decir qué podrían hacer.

Jonathan, que es un chico muy amable y simpático, pero un poco friki dijo:

                —Podríamos ir a la biblioteca.

                Jessica, una amiga de Alicia con la que comparte muchos secretos, exclamó:

                —¡No, por favor! Que ahí es donde te pasas el día querido Johnny…

                —Bueno, pues ¿qué propones tú?

                —¿Vamos al cine? ¡Dan una peli de terror fantástica! —propuso Jessica.

                —Por mi vale —contestó el joven.

                —A mí me da igual… —dijo Alicia. Lo cual era mentira, pues le daba bastante miedo, pero aceptó por tal de no fastidiar los planes de sus amigos.

                Esa noche Alicia tuvo pesadillas y durmió fatal, lo que hizo  que al día siguiente se sintiera muy mal emocionalmente. Intentó durante días y días sentirse bien pero esta vez el bajón era muy fuerte y se le resistía.

Su madre se dio cuenta de que algo pasaba, de que últimamente casi no comía, ni dormía apenas y se la veía muy decaída.

                Alicia se sentía tan mal que decidió irse a pasear por ahí después de estar encerrada en casa mucho tiempo, unos tres meses aproximadamente, pues incluso algún día había vuelto a tener pesadillas, pero su idea no funcionó pues veía todo como un intento de suicidio. Si veía un coche pensaba en pasar rápido para que la atropellaran, así que viendo lo que le pasaba se volvió a encerrar en casa otros tres meses más.

                Con el tiempo se fueron complicando los problemas en casa, Juan, el padre de Alicia, fue empeorando su alcoholismo y su mujer descubrió que el fin de semana pasado estuvo de pilinguis con sus amigos, lo cual conllevó a eternas discusiones en casa entre la madre y le padre de Alicia.  Ella cada vez más deprimida y con más ideas de acabar con todo, casi no salía de su habitación, casi no comía, se estaba quedando más delgada de lo que ya estaba, empezó a sentir que nada tenía sentido y ya no sabía qué hacer para salir de esa situación y de ese malestar.

                Alicia se preguntaba por qué su infancia fue en parte tranquila y con algo más de felicidad. Añoraba esa sensación de que todo marchaba bien, a veces lloraba recordando tiempos pasados. Era como si la vida fuera injusta con ella y así lo sentía ella, no tenía ganas ni de luchar ni de vivir.

                Su madre, en una de esas discusiones, cuando ya se habían atenuado, habló con Alicia y la convenció para llevarla a la psicóloga, que les recomendó también un psiquiatra.

                Con el tiempo parecía que el ánimo de Alicia iba a mejor, pero no acababa de estar bien y la psicóloga, que era muy buena persona y amigable, les dijo:

                —Su hija está mejorando mucho, pero tenemos que ingresarla en un hospital psiquiátrico porque aún hay riesgo de suicidio.

                —¡Pero si me acaba de decir que ha mejorado mucho!

                —Jolines, ¿no puede hacer una excepción? —musitó Alicia, algo esperanzada.

                —No, ya he hablado con tu psiquiatra y hemos acordado eso.

                Alicia estaba nerviosa pero accedió a ser ingresada, ella no se esperaba el buen rollo y las buenas experiencias con las que se encontrará.

 

Una vez ingresada fue a la terapia de grupo. Allí se presentaron, todos incluido los nuevos. El horario era estricto. A Alicia le parecía estar en una cárcel, pero ella hacía todo lo posible por estar bien a pesar de la medicación que tomaba. Tres pastillas por la mañana, y una de ellas bastante grande, y dos por la noche para dormir bien.

Pasaron los días y las semanas. Al final, parece que a hizo algún que otro amigo, su madre la iba a visitar de vez en cuando, pero a veces discutían y Alicia lloraba en su habitación desilusionada y sintiéndose incomprendida. A las ocho se despierta, se ducha y desayuna junto a los demás, luego la actividad de dibujar y colorear. A las once la terapia individual, a las doce juegos en grupo y luego a comer. A las cinco terapia de grupo y luego media hora de relajación. Así todos los días, hasta que un día que no podía dormir bajó a fumarse un cigarro y, aunque no fumaba, sí está nerviosa y se había acostumbrado a pedir tabaco a algún compañero. Un mal hábito que trajo una amistad para Alicia, conoció a Manoly, una joven que trabajaba allí.

                —¿Qué haces tan sola por aquí? —le preguntó Manoly.

                —¿Qué más da? Nadie me quiere…

                —No digas eso… si tú te quieres a ti misma con eso basta, ¡que le den al mundo entero!

Alicia se fue recuperando cada vez parecía mas feliz y los médicos le dieron el alta, desde entonces Alicia ve el mundo no solo como un lugar lleno de injusticias sino como un lugar donde vivir, ser feliz, donde sonreír solo por el placer de hacerlo.

Mientras estuvo ingresada aprendió a que la vida es complicada pero siempre hay alguien peor y alguien mejor, que siempre hay cosas buenas y cosas malas, que siempre hay por lo que luchar mientras se vive y si es disfrutando mejor. Asi que esta historia termina con un final que podría decirse feliz.


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