Venganza a mi ex. SEGUNDA PARTE

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No le importaba mucho que su novia estuviera dentro, a mi menos.

Mientras me besaba me miraba con lujuria, sus pupilas estaban tan dilatadas que daban miedo. Me levantó de aquella silla y arrojó mi cigarro al fuego, vio mi cara de molestia ante aquel gesto que no me gustó nada y levantó una ceja, cuestionándose que me ocurría.

-Acabas de llegar y ya me estás quitando cosas, como de costumbre.

-No te preocupes preciosa, lo que te voy a dar es mejor que un cigarro.

Mi chulería salió a flote y sonriendo con cara dudativa le solté:

-Lo dudo, la verdad.

Me cogió a horcajadas efusivamente, con mis piernas rodeando su cintura y cruzándose por atrás. Abrió la sudadera de un tirón y sacó mis pechos por encima de la camiseta y el sujetador, empezó a chuparlos, pellizcarlos, y saborearlos con los ojos cerrados.

Conmigo encima comenzó a caminar en busca de los coches, a la salida del chalet. Al llegar al suyo, me metió dentro y acto seguido él. Caí hacia atrás, aprovechó y me bajo los leggins, y comenzó aquellas torturas que solía hacerme cuando estábamos juntos, pero no recordaba ninguna tan dura y tan larga como aquella.

Comenzó a tocar mi rajita suavemente de arriba a abajo y viceversa, a través de mi tanga. Mientras tanto lamía mis ingles y retiraba el tanga a un lado para rozar los labios por mi sexo y hacerme creer que iba a comenzar a chupar mi clítoris. Así, muchas veces...

De vez en cuando me tiraba fuerte de los pezones, él sabía que me encantaba. Me metía dos dedos en mi coño. Empecé a gemir sin poderlo evitar, que era lo que él quería conseguir . Veía que mi cuerpo no podía más, temblaba toda yo, y cuando el orgasmo iba a explotar en mi, sacó los dedos dejándome así.

Lo  miré con cara de asesina. - Mi lengua va hacer el trabajo, no me gusta verte correrte con unos simples dedos.-

Eso me gustó más. Y así fue.

Comenzó a chupar mi botoncito haciendo círculos en él, absorbiéndolo adentro y afuera.

Me encantaba, gemía y chillaba y mientras tanto él iba a reventar su pantalón de chándal. Sólo bastaron dos lametazos completos con su lengua desde mi ano hasta mi clítoris y estallé en un impresionante orgasmo mientras presionaba su cabeza con mi coño.

Subió en mi busca, me besó mientras sacaba su pene y me penetraba fuertemente haciendo que  casi desmayarme del placer. El alcohol seguía haciendo efecto y yo no tenía reparos ninguno con él, al contrario, tenía más ganas y me encantaba todo lo que hacía conmigo.

Me folló de mil maneras en aquel pequeño espacio, no recuerdo las veces me corrí, (a eso también ayudaría el ron) cuando antes de que Carlos acabará, lo hice incorporarse y se la comencé a chupar. No la recordaba así si no más grande, bueno, si os soy sincera, después de tanto tiempo casi que no la recordaba.

Primero su glande, rodeándolo con esmero y delicadeza, después continué con su tronco y así varios minutos haciéndolo sufrir hasta que me pidió por favor que me la metiera entera en la boca. No lo hice al momento, sufrió un poco más hasta que ya pensé que era suficiente la 'tortura' y la introduje en mi boca completamente. Movía mi cabeza con ayuda de sus manos arriba y abajo, mientras con mi lengua, hacía círculos en su punta, sabía deliciosa, no me cansaba de chuparla y entonces acabó. Acabó en mi boca derramando todo su semen por mis comisuras mientras yo le limpiaba, acabó nuestro momento otra vez, de nuevo todo acabó y me dio angustia pensar que esta sería la última vez que lo sentiría dentro de mí.

Nos fumamos un cigarro juntos, charlando un poco de nosotros, de cómo nos iba todo. Y casi una hora más tarde decidimos volver a las habitaciones para que nadie nos echara en falta.

Al abrir la puerta del coche, Carlos se quedó perplejo, allí en medio de la oscuridad estaba ella, 'mi amiga', su novia, de la que no daré su nombre, no merece la pena. Lloraba casi silenciosamente, su rostro reflejaba dolor. Lo había presenciado todo. Me recordó a mí el día que ella me hizo lo mismo.

 Y entonces yo, delante de sus narices me coloqué bien los pantalones y la sudadera, le planté un beso a Carlos en los labios y mirando la cara desencajada de los dos les dije sonriendo:

-Buenas noches, pareja.- Dejándolos allí plantados en mitad de aquel camino.


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