DOS PALOMAS Y UN GAVILAN (PARTE I)

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Esto ocurrió cuando trabajaba en una oficina en el barrio de Rekalde, en Bilbao. Al mediodía salía a comer el menú del día por los bares y restaurantes de la zona.

Los que mas frecuentaba eran un par de ellos; el restaurante Biarritz y el bar Bizkargi, la mayoría de los días éramos siempre los mismos comensales los que nos veíamos, con algunos pude crear una relación cordial, con otros los mas reservados, tan solo hubo, un hola, buen provecho y adiós.

En la oficina el único que comía fuera de su casa era yo, el resto de compañeros de trabajo comían en sus domicilios, eran de Bilbao y sus alrededores.

En el restaurante Biarritz me encontraba con un grupo de chicas empleadas de una mensajería, asiduas a los fogones de este restaurante, ellas no cambiaban, bajaban todas juntas a comer.

En el tiempo que acudí a comer al comedor de este restaurante siempre compartía mesa con ellas, nunca me dejaron que comiera solo.

Algunos viernes las chicas organizaban fiestas a las que también me invitaban, solo acudí en dos ocasiones, no es que no me apeteciera ni me gustara la fiesta; solo entre tantas mujeres maduras desinhibidas y con unas copas de más, hacían sentirme inseguro y entupido, "Un pelele" si algún hombre ha estado el solo en una fiesta de chicas en esas condiciones sabrá de qué hablo.

De todas estas mujeres una, la argentina, rellenita de carnes prietas, rubia de bote, labios carnosos, siempre con ropa ajustada, una mujer muy sexy, madre de dos niñas preciosas, dos princesitas, su marido un hombre callado, aquí se le llama "Sinsordo" (Sin genio) eso si, un hombre con mucha pasta, un buen hombre.

La argentina de nombre Yulema es supervisora de las otras chicas, en ocasiones después de irse todas las chicas a currar ella y yo nos quedábamos a tomar un par de copas.

En una de estas ocasiones que nos quedamos los dos solos, algo puestos de alcohol, la conversación entro en temas eróticos y con alto contenido sexual.

Me atreví a darle un beso en la boca, ella abriendo su boca carnosa y sensual, no me rechazó y comenzamos a jugar con nuestras lenguas, Yulema al igual que yo lo estaba deseando, nos comíamos como los adolescentes se comen a besos en los parques.

Nuestra relación era tan solo sexo sin amor, con mirarnos y con mucha complicidad sabíamos que teníamos algo más de una hora para satisfacer nuestros apetitos sexuales entregados a juegos, caricias y besos.

Yulema a mi entender tenia una vida muy aburrida y monótona; sus hijas, su marido, el perro y la casa.

Su marido como muchos otros hombres apasionados del fútbol, hincha del Athletic, la máxima prioridad para este hombre los fines de semana era el fútbol; en pocas ocasiones salían lo dos juntos sin las niñas, hacia años que Yulema no iba al cine, eso me decía ella, cuando cenaban fuera de su casa siempre acudían al mismo restaurante, el de toda la vida, cerca de su domicilio, mucha rutina.

A la argentina los días que su cuerpo le pedía guerra, a su marido le decía que tenía celebraciones con sus compañeras de trabajo, una despedida de soltera, divorcios, que se yo cuantos eventos mas, excusas para tener unas horas para disfrutar del sexo.

Reservábamos una habitación en el Hotel Andrea De Derio, a ella le gustaba este hotel porque esta fuera de Bilbao. Después de saciarnos de sexo, siempre volvía ya de madrugada a su casa, nunca se quedo a dormir conmigo.

Que no se quedara para mi era un alivio, Yulema sin darse cuenta vivía tanta monotonía que hasta cuando terminábamos de follar su conversación era; sus hijas, la escuela de sus niñas, las camisas de su marido, etc. Me aburría escucharla, deseaba que se fuera a su casa.

Un Viernes de verano en el restaurante Biarritz, se notaba en el ambiente del comedor la alegría del fin de semana en las caras de las chicas, de los comensales y supongo que en la mía también, después de los postres y cafés Yulema como otras ocasiones, me hizo la seña, entendía que debía quedarme un rato mas, a ella le apetecía o es que este Viernes podía.

Cuando los dos nos quedamos solos sin levantar ninguna sospecha salimos del restaurante, siempre acudíamos a un bar cerca de Hurtado de Amezaga, un bar para parejas, este bar o con este tipo de servicio ya no existen, que tristes que desaparezcan negocios tan necesarios como este, en la barra del bar recoges tu consumición y te la llevas a tu reservado privado, a estas horas estaban muy concurridos, pienso que como en nuestro caso no eran matrimonios los que lo ocupaban. Después de echar un polvo como aperitivo para antes de la noche; regresábamos a nuestras oficinas, luego en un rinconcito en el puente del camello, este puente tampoco existe, nos despedíamos dándonos los últimos besos y caricias.

.- ¿A qué hora quedamos Yulema?

Le pregunto abrazado sin soltarla de la cintura, ella colgada de mi cuello me responde.

.- ¿Te parece a las diez?

 

Continua........................

 

® Registrado

 

Alvaro Villa Rey


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