LA LLUVIA (PARTE 2)

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La suave piel de la mano de la mujer sujeta con suavidad tus fuertes dedos y os dejáis llevar por una horda salvaje de sentimientos olvidados: deseo...confianza….complicidad…ternura…

Tu mano se pierde en el pelo de fuego de la mujer cuando ésta inclina su cuello para besarla, para oler su perfume casi embriagador, intenso y peligroso. ¿Esencia o veneno?

Te da igual y continúas cosiendo con tus labios un rosario de caricias en su pecho.

Las gotas de agua salpican la ropa y ésta se empieza a pegar al cuerpo y a mostraros en todo vuestro esplendor, como si estuvierais desnudos. Vuestras respectivas camisas blancas hacen de fino y semitransparente  envoltorio.

La tormenta arrecia, las gotas no dejan ver más allá de vuestras propias caras y debajo de este escondite natural os amáis, os deseáis, os besáis y acariciáis. Los gritos de placer son ahogados por los truenos que se suceden uno detrás de otro como si fuera el Apocalipsis final.

Extenuados y empapados os acurrucáis exprimiendo el aire que hay entre vosotros tapándoos con el abrigo, os quedáis adormecidos en un hueco del viejo tronco de la encina.

Por la mañana el aire fresco y el canto de los pájaros hacen que los ojos se te abran y busques a tu compañera entre las hojas y tu abrigo, pero la búsqueda es infructuosa. Se ha ido, vuelves a estar sólo de nuevo. Un mechón de pelo rojo reposa en tu mano y un petirrojo  te arrulla la mañana con su piar.

Regresas a casa llevándote el mechón a la nariz para recordar su perfume y te vas convenciendo de que lo sucedido no ha sido un sueño

Te cambias de ropa y regresas al restaurante donde ayer te dieron plantón y te sientas en la misma mesa. Observas que la mesita del fondo esta vacía y continúas mirando a través de la ventana esperando esta vez a….no estás seguro.

Una voz conocida te interrumpe dándote la carta de vinos y preguntándote cuántos comensales seréis. Te giras y, al mirar hacia arriba una larga cabellera roja como el fuego oculta unos ojos verde esmeralda. Le pides la carta, colocas el mechón de pelo y escribes tu número de teléfono. Dejas una buena propina y te vas sonriendo sin haber probado bocado pero con un muy buen sabor de boca. 


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