Mentiroso caido

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Mentiroso caído

El mundo es una obra de teatro cuyo objetivo es la seducción el poder.

Amo la verdad, la verdad es fundamental para un mentiroso. Y éste mundo es de los mentirosos. En consecuencia soy cuidadoso con la mentira, nuestra ley suprema no escrita. Por tal razón nunca miento sin utilidad, soy netamente   pragmático.
   Los ordinarios incorregibles de siempre, afirman que la mentira es simplemente lo contrario de la verdad. El problema es que conocer la verdad es un hecho insólito y sumamente costoso (recuérdese la suerte de Galileo), querer conocerla es todo un acto de soberbia. En la incertidumbre de la verdad, la mentira es inicialmente un acto de fe, en primera instancia por que la economía impediría mentir con toda certeza. La paradoja consiste en que es imposible mentir adecuadamente desconociendo la verdad y toda vez costosa, la perfección de una mentira implica una inversión inteligente, el nado de una mentira barata tiende a ser muy corto. Esta dificultad es la misma planteada por Matchen A.:  santos y demonios entre nosotros son igualmente escasos y difíciles de reconocer. Por tanto el arte de mentir no es menor que el de la investigación científica. 
   Mentir bien como objetivo tiene un orden subyacente con elementales reglas que permiten ambicionar nadar lejos de la playa y algunas veces llegar hasta la isla de enfrente. La primera y fundamental es que toda mentira es efímera, la segunda es que una mentira basta para ser mentiroso, porque ellas nunca van en solitario. Cuando de la boca o pluma de alguien surge “una” mentira, es sin duda el producto de una cadena de ideas, y así exactamente derivaran de una mentira otras avanzando como el tren de ondas que provoca una piedra en un estanque, si bien la viscosidad del agua hace imposible que las ondas provocadas sean infinitas, es muy claro que las que le seguirán serán muchas más que dos. Esto nos remite a la más conspicua paradoja del Zenón de Elea alcohólico: (una copa es ninguna, dos la mitad de una y así at libitum arbitratus). Para los teóricos la existencia de una mentira revoca a la entropía en la segunda ley de la termodinámica: conforme la historia del cosmos avanza es irremediable el desorden provocado. Así el ámbito de las mentiras es todo un fenómeno de partículas brownianas. 
   La inmanente incertidumbre sobre la verdad nos reduce a todos y reitero a todos a mentirosos de dos tipos: amorales e inmorales. Los primeros lo hacen sin intención digamos en la ignorancia, los segundos toman ventaja de ello.
   De entre los mentirosos inmorales existen dos tipos: los empíricos y los de segundo orden. Los empíricos lo hacen por tradición y carecen de técnica, por lo que rara vez pueden nadar lejos de la playa. En este arte, la metáfora de la playa de la mentira es similar a la Omaha en el día D, el que osa permanecer en ella tiene una alta probabilidad de morir muy rápido, con solo dos opciones, enfrentarse al ajusticiamiento de la fusilería o a los tiburones de mar adentro.
   En cuanto a los de segundo orden, son ese grupo que busca desarrollar mentiras de largo aliento, por lo que están en la disposición de invertir para estudiar la verdad y así manipularla con mayor efectividad al presentar su “perspectiva”, con la intención de tomar ventaja de los que le puedan otorgan  veracidad.
   Todas la reglas restantes derivan de las necesidades de los mentirosos de segundo orden. Es decir de la empresa de hacer que una mentira dure para obtener provecho e impunidad el mayor tiempo posible, sin olvidar que siempre llegará a fin.
   Las reglas maestras de las mentiras de segundo orden, están reveladas en “Mamá Versus Mamá”, pueden acudir a ellas si lo desean pero solo justo después de asimilar esta advertencia:
   Después mucho nadar, ir y venir de y a la isla de enfrente, al final he sido descubierto y ajusticiado. No es que la verdad siempre triunfe, es simplemente, que un mentiroso mucho más hábil que yo me tomó la delantera.
Un día me topé con mis propias reglas, y hoy reposo en la playa Omaha,  después de encontrarme con la única fuerza invencible, a la inversa de lo que se acostumbra: la muerte es mi juez y el mundo mi verdugo.
   La muerte llega, y no estoy arrepentido, me enfrento a las consecuencias que asumí de conciencia. Hoy al fin soy lo que preví: un mentiroso caído.

 


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