¿TE CREES TODO LO QUE VES?

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Subo despacio por los escalones de la retorcida escalera de madera y oigo ruidos en su estancia que me intrigan de manera insospechada.

Mi mujer jadea y grita en nuestro lecho conyugal y yo no estoy a su lado.

No me atrevo a entrar y paseo como un tigre enjaulado por el pasillo, me siento en una silla esperando que pase este momento tan tortuoso.

Durante más de media hora de agonizante espera, parece que cesan los gemidos pero durante este breve periodo de tiempo, han pasado por mi cabeza los últimos meses de nuestra relación.

Algo raro pasó aquel día, en ese preciso instante cambió su carácter y cambiaron sus hábitos.

No comprendía cómo la mujer con la que me casé, ya no era dulce ni cariñosa conmigo.

Algo en mi cabeza daba vueltas sin parar y empecé a contemplar la posibilidad de que hubiera alguien más en su vida.

Las continuas salidas a horas que no eran normales sin decir donde iba y todos esos pequeños cambios que notaba diariamente me hacían estar cada vez más seguro de lo que en un principio eran solo conjeturas sin sentido.

Tras repetidos e infructuosos intentos por establecer una comunicación que me lleve a sacar una idea medianamente clara de lo que está ocurriendo, decido llamar por teléfono a alguna de sus más allegadas amigas aunque con el mismo resultado…..nada.

El día transcurre bastante normal aunque siempre está muy ocupada para responder a mis llamadas. Lo peor viene por la noche cuando acostado a su lado intento acercarme y ella con un gesto de desaprobación se pierde en el otro lado de la cama.

Esa mañana falto al trabajo y escondido tras unos matorrales la observo cuando coge el coche para ir al centro. La sigo de lejos hasta una cafetería cercana a su lugar de trabajo.

Allí se reúne con una de sus amigas y con un hombre que no conozco. Su trato es muy amistoso, quizás demasiado. Dos besos y se sientan cerca, él la coge de las manos y sin quitarle la vista de los ojos sonríe todo el rato. ¿Son ciertas mis sospechas? ¿Ya no soy su único amor?

Poniendo como excusa un traslado de la oficina quedo con mi mujer que en los próximos meses tendré que ausentarme hasta que ponga la nueva sede en funcionamiento.

Ella solo asiente y se despide de mí con una triste sonrisa.

Tras varios meses de ausencia regreso a casa antes de lo previsto y sin previo aviso.

Aparco el coche fuera del garaje pues mi sitio está ocupado por un vehículo desconocido….un deportivo rojo.

Sin hacer ruido abro la puerta de casa y oigo ruidos provenientes del piso superior de la casa, así que me encamino hacia allí.

Ahora, sentado en la silla del pasillo me debato entre entrar o marcharme para siempre, así que me armo de valor, cojo aire y abro las puertas de mi habitación.

La estampa es aterradora; mi mujer tumbada en la cama medio desnuda y cubierta de sudor aún con el aliento del último jadeo escapando de su boca y aquel hombre de la cafetería a su lado dándole un beso en la frente.

Mis ojos se inyectan en sangre cuando éste se acerca hacia mí con la mano extendida y diciéndome……”Felicidades, tiene una mujer maravillosa”.

Instantes antes de que mi puño se estrellara contra su cara, un sonido nunca antes escuchado en la casa interrumpe la tensa situación y llena el ambiente de música celestial para mis oídos.

El llanto de una criatura recién nacida me llena el alma y hace que todo mi ser se encoja de una mezcla de incertidumbre, asombro e impaciencia.

La mano que hace un momento iba a golpear a aquel desconocido, ahora lo aparta para descubrir que ese llanto proviene del regazo de mi amada. De tu tan esperado, añorado y querido hijo.

Mi cabeza se gira hacia el desconocido con ojos llorosos y balbuceando palabras sin sentido.

“Es un niño…un precioso y sano niño” me dice el médico que ha asistido el parto de mi hijo, el médico que contrató mi mujer para que nuestro hijo naciera en casa, de forma natural. El hombre que ha cuidado de ellos mientras yo no estaba, mientras mis celos me comían por dentro a cientos de kilómetros de lo que más quería en este mundo.

Toda una trama bien llevada por mi mujer para darme la mayor sorpresa de este mundo, después de tanto tiempo intentando la concepción sin ningún resultado positivo.

Lo único que quería era tranquilidad y sabiendo de mi carácter nervioso, se confabuló con todos para que no me enterara hasta el último momento, y que por cosas de la vida, me enteré justo en el mejor momento de la historia.

Lo único que no la perdono son estos meses de sufrimiento por otro lado recompensados con creces con esta nueva vida que ahora duerme despreocupado en mis brazos.

No siempre el que te oculta cosas te quiere hacer daño…. ni el que te cuenta todo te quiere con fervor. Ama cuando tengas que hacerlo como si fuera tu último día.


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