El deseo arde en el trío III

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PRECALENTANDO. Después de unos minutos que pasamos colgados, ella rompe el silencio. Ufff, qué polvo se echaron. Un polvazo, digo. De putos, dice ella del otro lado. Envidiosa, dice Martín. ¿De qué? Yo me llevé lo mío. Y bien que te gustó, le digo. ¿O no? Pregunta Martín. Bue, ahí, tampoco ahhh… Andá, si te fuiste en seco como los tipos. Un rapidito, dice. No me digas, te hubieras visto cuando acababas, creí que te prendías fuego. Shhh, me chista ella. De eso no se habla. Tenés razón, es de pajeros habla de cogidas que ya fueron. Para qué hablar de esa voz que entre gemidos decía, qué puta que soy, cómo me gusta, digo. O ese iiiiia, feroz que acompañaba los conchazos del final. ¿Cómo hago? Pregunta ella. Iiiiaa, hacemos Martín y yo a coro. Qué guachos. Me cargan. No, che, te contestamos. Iiiiiaa, hace ella. Iiiiaa, mmm, me gusta como suena, me calienta. Iiiiiaa, iiiiaa, iiiia, hace y sacude sus caderas hacia arriba. ¿Están cansados? ¿Para qué? Pregunta Martín. Para jugar un ratito. ¿A qué? Pregunto yo. Al ajedrez boludo, dice ella y se ríe. ¿Vos sos la reina y nosotros los peones? Ustedes son mis alfiles. ¿Quieren jugar o están cansados? Vení a tocar las piezas y fíjate qué pasa, digo yo. Dale bonita, vení que nos estamos aburriendo, la invita Martín. ¿Y yo qué soy al final, la reina o una payasita que los divierte? Vení y lo resolvemos acá, dice él. Mmm. Sería bueno que resolvieran lo que dejaron sin acabar. ¿Qué? Digo sorprendido. Eso que escuchaste ¿o cómo te creés que quedé viéndolos coger así? Pregunta y su tono ya no es jocoso. Me encantó verlos, fuera de joda. Ver dos tipos cogiendo es alucinante, y si los tipos ya de por sí te gustan, te calientan, es… maravilloso. Dos machos como ustedes, con esos cuerpos, que chocan, se dan y reciben, esas voces enronquecidas por el deseo, es alucinante, de verdad. ¿Te tocaste? Pregunto. Más vale. Es más, me estoy tocando. Vení, la vuelve a llamar Martín. Ella se levanta y camina sensualmente hacia nosotros. Se echa junto a él que la acurruca contra su cuerpo. Se dan un pico. Ella lo acaricia. Sos tan lindo. Vení Ale, échate acá, me pide. Prendo un fino y me echo en la alfombra. Quedamos uno a cada lado de Martín. Me parece que al final va a ser el rey y sus alfiles, digo. Parece nomás, dice ella. Le pongo el fasito entre los labios a él que da una seca. Qué bien me siento con ustedes, dice. Y nosotros con vos, afirma mi mujer. Nos abrazamos a él. Martín me acaricia la espalda y deja su mano en mis nalgas. ¿Te gusta más su cola que la mía? ¿Te ponés celosa? Nooo, nada que ver, al contrario, me encanta que él te guste y que disfruten. Yo a Ale lo amo, si no fuera así, esto no sería posible. No sé si entendés. Creo que sí, dice él. Por eso me gustan tanto, no es fácil encontrar una pareja tan copada. No se da todos los días algo así. ¿Hiciste otros tríos? Pregunta ella  curiosa. Dos veces, pero no así, fueron cosas casuales y no estuvo bueno. Nada que ver. Una cosa es probar algo que se da tipo casual, una noche con gente desconocida, y otra cosa es desear algo como yo deseaba esto. ¿Y a la vieja también la deseabas? ¿Qué vieja? ¿Qué vieja va a ser? Doly. ¿Qué pasa con Doly? Que te la garchaste, no te hagas el boludo. En el campo. Él se ríe. ¿Y vos cómo sabés? Le pregunta. Los escuchamos. Dormíamos en la habitación de abajo. Me dio un odio. Ahí sí que te dieron celos… Sí. La hubiera matado a la vieja, te juro. Todo el día babeándose detrás tuyo y para rematarla se te metió en la cama. Bueno, yo la dejé entrar. ¿La seguís viendo? Noooo, nada que ver. ¿Coge bien? Le pregunto. ¿Y a vos qué te importa? Salta ella. Ah, acá la única que pregunta sos vos, digo. Es que lo único que falta es que se pongan los dos a hablar de cómo garcha la vieja chota. Te digo que mal no garcha… ¡Qué guacho! Nos reímos. No, no sé si garcha bien o garcha mal. La verdad es que la cogí sin gana, porque me vino a joder. Ah, y vos te cogés a todo el que te joda. Qué bien, somos algo así como saldo. Pero no negri, ya te lo dije, con ustedes es distinto. Además, no me cojo a cualquiera, lo de ella fue porque se me apareció en la habitación con un platito con postre y una botella de champán y me dio no sé qué echarla. Ay, pobrecita, te la cogiste de lástima. Bueno, mal con esa cogida no nos fue, digo, porque con el odio que fuiste juntando durante el día, más el que te dio cuando los escuchamos, nosotros nos echamos un polvazo ¿o no? Ah, pillines… Dice Martín, y me da una nalgada. Martin… ¿Qué? Nada. Nada no, se mete ella, que le gusta que le peguen chirlos en la cola. Qué buchona, le digo. ¿Qué tiene? Si te gusta. Martín me da un chirlo cariñoso. Yo le beso el pecho. Ella le besa la boca. Ahora tus alfiles te van a atender, dice.


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