Noche en el bar

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Era una fantasía, o ¿fue mas bien un sueño?

La verdad se me hace borroso.

Lo único cierto en mi mente es que al inicio estábamos los dos disfrutando del champagne en nuestra mesa. Muy juntos. En el escenario una chica cantaba en francés, con voz latosa. La gente iba y venía. Conversaban, brindaban.

Pero él y yo como si estuviésemos solos, encerrados entre aquella muchedumbre.

Me pinté la boca de color rojo intenso y rápidamente borró con sus labios la pintura.

Me apretaba contra sí. Hundía mi lengua en su boca y yo moría porque me hiciese suya ahí mismo.

Se lo susurré al oído, como en broma. Y su respuesta fue clavar su mano entre mis piernas, a través de la abertura del vestido. Me quedé sin aire, cuando sentí su mano grande palpar mi sexo. Mordí su oreja en señal de protesta y de aprobación. Sus dedos comenzaron a hundirse sobre mi sexo, a pesar de la panty.

Yo me mojaba y ahora me aferraba a su cuello, para que no me soltase.

Él me cargó y supo como abrir mis piernas hasta que quede sentada en el mismo taburete sobre él. Oí cómo se rasgaba mi vestido, pero no me importó, porque ahí estaba él, apartando un poco mi panty para hundir sus dedos en mi sexo, que ya yo sentía arder.

El rasgueo del vestido, el brinco y el movimiento para aterrizar sobre él, si bien fueron discretos, llamaron la atención de los vecinos. Que nos regalaron algunas frases de celebración y se apartaron un poco… para ver mejor qué pasaba.

Me arquee un poco para ver como sus dedos se hundían en mi concha húmeda y caliente. Los vi entrar y salir empapados de mi entrepierna varias veces. Subí la cabeza y lo besé. Lo besé, lo besé y lo besé. Creo que el beso duró horas. Nuestras salivas se fundían con nuestras lenguas; mientras que abajo también sus manos mojadas me hacían suya.

Nos separamos un poco, para tomar aire y fue entonces que rasgó la parte superior de mi vestido, para liberar mis tetas ya hinchadas.

Cayeron un poco por la libertad y la gravedad, pero creo que a nadie le disgustaron. Digo nadie, porque ya para ese momento no sólo los vecinos de al lado se fijaban más en nosotros que en la chica que cantaba, sino también los de atrás y los de delante.

Me besó las tetas con devoción. Juntándolas con la mano que le quedaba libre, llegó a meterse mis dos pezones en la boca al mismo tiempo. Los mordisqueaba suavemente me hacía sentir escalofríos en el vientre y en las piernas.

Yo con mis manos acariciaba su nuca y frotaba su miembro. E instintivamente, sintiendo ya no la necesidad de que me penetrase, sino el advenimiento de un primer orgasmo, intenté desabrochar su pantalón.

Él me ayudó, y en segundos liberó la bestia que llevaba en su pantalón, la cual apenas logré ver porque rápidamente me levantó de un tirón y me volteó de cara a la mesa, sobre la cual me hizo apoyar los brazos. Todos voltearon a ver qué sucedía y como inmediatamente me arrancó la panty ya nadie separó de nosotros su vista.

De un envión hundió su miembro en mi vagina, robándome de nuevo el aire, pero esta vez con un gemido que ni me preocupé en disimular. Era demasiado divino sentir su grueso nabo entre mis piernas, saliendo entrando con fuerza, mientras me sujetaba por las nalgas.

Lancé al suelo las copas para poder pegar mi mejilla a la madera y sentir a mi hombre poseerme, mientras gemía y gritaba de placer. “Ay! cogeme sí, aquí! así! así!”

Y lo sentía cada vez más fuerte, cada vez más hondo. De un jalón me hizo levantarme, cuando me tomó del cabello y comenzó a dirigir mi cabeza hacia el lado derecho de donde estábamos.

Quería que viera como el moreno alto que estaba al lado nuestro se había sacado un enorme

instrumento y se acariciaba mientras nos veía. Ver que aquel semental se pajeaba viendo cómo me cogían me puso a mil. Le lancé un beso y le dije que se lo gozase. En frente, la pareja que antes nos veía con asombro y hasta asco, ya se estaban metiendo mano entre las piernas. Ella era quien le hacía lo propio a su compañero, que me veía y la veía a ella perder el pudor.

Un quejido nos hizo voltear a la izquierda. Allí una señora que lucía muy respetable brincaba sobre su marido. Se había subido su vestido y el esposo le clavaba la pija de forma visible para todos. Ella gemía pero además le estiraba la mano al amigo del marido como invitándole a que se les uniera.

En minutos todo cambió. Sentí que el foco que iluminaba a la cantante lo dirigieron hacia nosotros y me encegueció por segundos. Pero luego, adónde fijaba la vista veía sexo. Mujeres mamando la verga de sus compañeros; otras siendo penetradas en distintas posiciones: en cuatro como estaba yo, sentadas paradas. Hombres que al no tener pareja, se sacaban el miembro y comenzaban a pajearse viéndome, o viendo a otras. Incluso alguno bañando de esperma la alfombra o el rostro de su compañera.

Yo disfrutaba todo aquello. Me excitaba, me hacía sentir divina. Una especie de ofrenda sexual a un dios que ahora mismo me poseía desde atrás y que me hizo estremecer cuando hundió su dedo gordo en mi culo, para “doble penetrarme” y provocándome el segundo orgasmo de la noche.

Repito, no sé si era un sueño o una fantasía hecha realidad, pero lo disfrutaba a chorros, literalmente. Hasta que mi varón me volteó de nuevo, ahora boca arriba, en la misma mesa. Abrió mis piernas lo más que pudo y se abalanzó sobre mí, para volver a clavar con todo su miembro en mi vientre.

Tras algunas embestidas sobrenaturales, llegó mi tercer orgasmo y sentí como éste era acompañado de una abundante descarga de esperma que llegó a saturar mi vagina, chorreando entre las nalgas y muslos.

No sé que fue, pero fue divino y con gusto lo volvería a hacer...


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