Lo siento mi amor, duerme.

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Esperare a que te levantes. No abriré la puerta, no haré ruido, lloraré hacia mi interior por si el dolor que llevo dentro se hace fuerte y, hecho sollozo, se colara por el quicio de mi ventana y llegara hasta la tuya, osando despertare. Callaré al gorrión que te canta en la repisa. Cerraré cualquier libro; no menguan mi pena y ¡oh, Dios! no querría que mis lágrimas inconsumibles retumbaran como ecos sobre las páginas o sus tiernas gotas que salpicarán los párpados cerrados que hoy no tengo permiso de besar.
Miraré extasiada la puerta tras la que descansas, años luz lejos o escasos metros, mismo da. Castigo debido, las horas que hagan falta, aquí estaré, no te apures, esperaré.
Haré un llamamiento al viento indiscreto -gran pecador- para que se escurra entre las tablas de tu contraventana y me describa tu sueño, pues me quita el mio propio la prohibición que tan clara exhibían tus pupilas: "Vete, no quiero verte, quiero descansar de ti".
Con mi vida protegería ese cuarto, haciendo guardia estoy ya, dispuesta a todo por ganarme frente al león que tu elijas la confianza que he vejado. Tu, gran caesar de mi reino, día tras día proclamado, a veces con y otras sin mi permiso, pero siempre con todas mis bendiciones; debes imponer castigo ejemplar para esta que ofende sin intención, y que sin intención reincide.
Dura pena el haberte defraudado, pero aún así sabedora de ser merecedora de mayores duelos, aquí me hallo, guardando tu descanso con celo.
Mataría al gato que maúlla en el piso de abajo si así consiguiera que soñaras profundo; con que nunca sucedió, que nunca te decepcione, como nunca, oye bien, nunca pretendí.
Me enfundaré en mil jerséis de lana gruesa que aíslen los quebrantos de mi pecho y duermas sin oír los tintineos de mi corazón roto tras la puerta de nuestro dormitorio.
No querría que mis pies, torpes e inoportunos, como la dueña, trastrabillaran y me dejarán caer, peso muerto -de amor-, ruido ensordecedor de ver la confianza que depositaste en mi romperse contra el suelo. Dolor mayor que los morados en las rodillas sería el verte despierto y haberte fallado de nuevo.
Podría implorar al cielo el perdón, pero mi dios no estárriba. Está durmiendo en nuestra cama y yo quebré el primer mandamiento. Mi penitencia es velar su sueño, honor inmenso para una feligresa tan abnegada. Mi penitencia será verle sin hablarle, olerle sin tocarle, responderle como si no le amara, dormir a su lado sin acariciar su cuello...hasta que El, señor de mi vida, dueño de mis sentimientos, chaman de mis alegrías, me abra las puertas de su cielo de par en par, las que solo yo se cerrar con mis estúpidos errores.
Que pare el mundo, que todas las bocas cierren, que calle la vida, mi amor duerme.
Que mis ojos se hinchen, que mi estómago se cierre, que mi corazón se paré y parezca derretirse dentro de mi, que mi garganta siga estrujando al llanto, mi amor duerme.


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