El libro de Olaus Magnus

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Bjarne abandonó el paritorio a toda prisa. Corrió escaleras arriba hasta el desván. Había perdido el aliento, una presión le oprimía el pecho de tal forma que no ya podía respirar. Al entrar en la habitación se arrodillo, apoyó las manos en el suelo y comenzó a hablar entre jadeos. Sus palabras eran ininteligibles, parecía recitar algún salmo o sortilegio sagrado. 

 

Cuando se sintió con fuerzas, se acercó al atril donde estaba el libro de Olaus Magnus. Lo encontró cerrado. Envuelto por una gruesa capa de polvo. La portada estaba ilustrada con un magnífico lobo negro. Tenía las fauces abiertas y su mirada se proyectaba más allá del dibujo, amedrentando a quien ponía su vista sobre él. Bjame dudó todavía unos segundos antes de abrir el libro. Le atemorizaba la posibilidad de estar en lo cierto. Inspiró profundamente y eligió una página al azar. 

 

Fue recorriendo todas las hojas con premura. Su mirada zigzagueaba a lo largo de las páginas buscando aquel párrafo. Ya estaba a punto de sumirse en la desesperación cuando, por fin, encontró el turbador pasaje, que había leído alguna vez hacía ya tantos años. Volvió a hacerlo, pausadamente, preocupándose por entender cada palabra "Y cuando una mujer dé a luz seis niñas y nazca un séptimo varón, este será un licántropo".

 

Cerró el libro de golpe y perdió su mirada en el infinito. Aquello era inconcebible. Miles de sentimientos y recuerdos fueron arremolinándose en su mente. Cada vez con mayor intensidad, como atraídos por la fuerza gravitacional que estaba generando esta aglomeración.

 

- ¡Semine! -gritó abandonando aquel trance.

 

Corrió a toda prisa escaleras abajo. Sus pasos atronaban por toda la casa. . Hizo un último giro antes de llegar a la planta baja. Se detuvo por un momento. Solo conseguía oír el latido de su propio corazón. Avanzó unos pasos por el pasillo. Un hilo de sangre brotaba desde el interior de la habitación, donde hacía tan solo unos minutos, toda su familia había celebrado la llegada de un nuevo miembro. El púrpura avanzaba por el suelo de madera, aproximándose a sus pies. Su rostro se desencajó. Tras aquella puerta se escondía una aberración de la naturaleza. Pero esa era su responsabilidad, era su hijo después de todo.

 

Irrumpió en la habitación dispuesto a enfrentarse a cualquier cosa. Pero su coraje pronto se vio derrotado. Los cuerpos de su familia alfombraban un suelo teñido de rojo. Semine y sus seis hijas estaban muertas. Habían sido desmembradas. Las vísceras brotaban del interior de sus cuerpos. Los órganos se entremezclaban unos con otros, formando un amasijo de órganos humanos irreconocibles, muchos de ellos parcialmente devorados. 

 

En un rincón, junto a la ventana, se oyó un gruñido. Las miradas de los dos rivales se cruzaron desafiantes. De las fauces de la bestia todavía goteaba la sangre de su familia. Sus ojos eran brillantes y agrestes, llenos de vida. Bjame no pudo soportarlo más. Emitió un grito surgido de lo más profundo de sus entrañas y se arrojó a la muerte, deseando poder cumplir su venganza.


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