Sucumbir ante lo que está por venir

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Llevábamos hablando días, semanas, meses… Y aún no habíamos podido vernos las caras…

El tiempo pasaba muy lento, y las sensaciones eran cada vez más intensas. Soñaba con sus ojos, su boca, sus manos… Esas manos que sabían perfectamente cómo tratar a una mujer… Con delicadeza y firmeza… Un trato justo para lo que estaba por llegar… Antes, o después… Las ganas no podían ser mayores…

El reloj marcó las 12 de la noche, y en ese momento recibí un whatsapp: “Tengo verdadera necesidad de ti”. Me estremecí. “Te estoy esperando…”, le dije sin más, y al segundo sonó el timbre de la puerta. Tuve que apretar mi mano contra mi sexo para calmar las ansias. No me esperaba aquello.

Me dirigí a la entrada, miré por la mirilla, y abrí la puerta. Y ahí lo encontré, un poco sudoroso, el pelo revuelto y los ojos desencajados mirándome. Comprendía que estuviera así. No llevaba más que unas braguitas blancas y una camiseta básica y algo trasparente. Ni siquiera llevaba el sujetador puesto. Su mirada se clavaba en la curva de mis pechos y en la erección de mis pezones. Creo que nunca me llegó a ver de esa forma. Se arrimó a mí con fiereza, agarrándome del culo con las manos y levantándome un poco, apretándome contra él. Noté su gran bulto marcado en sus calzonas, y eso hizo que mis braguitas se humedecieran aún más. Le besé, no podía tener más ganas de rozar mi lengua con la suya, de degustar su boca y su saliva, de morderle el labio mirándole a los ojos… Me acercó aún más a él. Y en un movimiento rápido y ligero, entramos en casa y cerramos la puerta. Me apoyó la espalda contra la puerta, y metió su mano en mis bragas, hurgando sus dedos en mi vagina, primero despacio y haciendo círculos con la mitad de un solo dedo en mi interior… Después, introdujo tres dedos del tirón, apretando por completo hacia arriba, haciendo que aguantara la respiración, y comenzó a mover la mano, entrando y sacando los dedos con rapidez, jadeé con fuerza, y me coloqué sobre él, mi culo daba golpes intermitentes a la puerta por el ímpetu que le ponía a su mano dentro de mí. Le agarré fuerte del pelo y continuó aún más, y yo sin parar de gemirle al oído, y en el momento en el que iba a tener mi primer orgasmo paró, me levantó a alzas, y me llevó a la mesa de la cocina, soltándome allí encima, dejándome completamente excitada. Se paró frente a mí unos segundos, mirándome con deseo, perdiéndose en mi imagen casi desnuda, marcando mis pezones en mi ligera camiseta, las braguitas medio destrozadas, el pelo revuelto, y mis piernas temblando… Me mordí el labio de las ganas que le tenía… Nos miramos durante un instante… Me agarró de las piernas, me atrajo contra sí, se agachó, y empezó a lamerme por completo… Jugando con su lengua y mi clítoris, y yo arqueando la pelvis de las ansias… Lo notaba por completo en mí… Y sin parar de gemir le agarré del pelo para atraerlo aún más, y apreté mis muslos contra su cara, eso hizo que le pusiera aún mayor ímpetu y su lengua se convirtió en un auténtico torbellino de placer… Me perdí en él… Y grité… Y gemí… Y ya no pude frenarme… Tuve un orgasmo de los que hace que pierdas la noción del tiempo, de los que no sabes dónde te encuentras, de los que hace que quieras más, más, y más… Y eso me dio… Se levantó, y pude ver toda su excitación, erecta, por y para mí… Envolví su torso con mis piernas y atrayéndole hacia mí, me penetró… Como nunca antes lo había sentido… Sin tapujos, sin historias previas… Se quedó quieto un pequeño instante, haciéndome sentir aún más completa de él… Y ya no paró de moverse… Y yo cada vez me apretaba más contra su pelvis… La quería toda dentro… Era inigualable… En cada embestida me sentía aún más llena de él… Notaba como su pene se agrandaba y rozaba cada centímetro de mí… Y me corrí… No una, ni dos… Tres veces… Durante cada golpe que daba contra mí, contra cada crujido de la mesa por nuestros movimientos, contra cada jadeo que daba cada vez más alto… Y cuando ya creía que no iba a poder más… Me volteó, me quedé bocabajo sobre la mesa, el encima de mí, su pecho contra mi espalda, y arremetió su polla contra mi culo… Ahí ya perdí mi norte… Fueron sólo un par de embestidas más… Pero en el momento que noté como su polla escupía toda su leche dentro de mi culo… Volví a correrme por última vez esa noche…

Se tumbó sobre mí durante unos minutos, y mientras pasaba el tiempo, llegamos a acompasar nuestras respiraciones… Yo mantuve mis ojos cerrados, para poder así relajarme… Entonces recibí un dulce beso en la mejilla, y al poco rato escuché cerrarse la puerta…

Acababa de perder la virginidad con mi mejor amigo…


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