Princesas

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¿Dónde quedaron las princesas? Comiéndole la polla al príncipe equivocado. No amo el Amor y el Amor no sabe quién soy yo, pero no quiero estar solo porque la habitación empieza a quedarme grande y la cama fría. Quiero la compañía de una buena conversadora, una princesa de pies sucios a la que no le importe romper algunos vestidos, quiero que le guste follar diciéndome cosas al oído. Quiero que no crea lo que le digo, que me rebata las cosas y quiero que beba. No quiero estar con ella para siempre, quiero que comprenda que sólo somos compañeros de viaje y que nos separaremos en la próxima estación, y esto es importante, ya que no todo el mundo lo entiende, no soy su hombre, no soy hombre, soy artista y ni siquiera soy, sencillamente estoy. Es muy difícil ser hoy día, porque cuando crees que eres es porque “ellos” te lo dicen, y “ellos” siempre mienten. Quiero que le guste su cuerpo, verla bailar desnuda, verla acostada en su cama, ser su sábana, besar sus nalgas. Querría ver su sonrisa y su mirada de deseo cuando tuviera mi polla entre sus manos. Dime, tú que me lees ¿Dónde están esas princesas?.

No me estoy ablandando, es sólo que necesito compañía. Es buena la soledad, eso lo sé, pero es mejor tener con quién compartirla. Necesito cerca almas destruidas por la desilusión, mentes catastróficas que se alimentan del dolor, mujeres acabadas que saben que la Vida es una puta, una mala puta que nos ha pegado a todos sus enfermedades sin ni siquiera habernos dejado follárnosla. Una vez comprenden esto, las mujeres son seres maravillosos. Son seres que nos consumen porque viven de destruir a su alrededor y eso me la pone dura. No busco la perfección en mi compañera, busco el caos, la rabia, el odio por todo y por todos.

Quiero que grite.

No está bien atar a esos pajarillos salvajes, aunque quieran ser enjaulados por su perfecto cazador, no los tengas para siempre porque tienen que encontrar alguien con quien realizarse y crecer para luego desaparecer, debe ser así.

Quiero que me muerda.

Una vez conocí a mi pajarillo salvaje, era un colibrí de colores vivos, tenía plumas púrpuras y plumas rojas y plumas verdes y plumas amarillas y todas las plumas cambiaban de color si el Sol les daba de su luz. Era un colibrí consumido por malos vuelos pero ella estaba por encima de eso. Era un ente malgastado que vino a refugiarse a mis brazos y por un tiempo fuimos un ser desnudo en el desierto, pasamos sed y también hambre pero estábamos, no éramos, pero estábamos. Y ya sólo con esto conseguimos más que nadie.

¿Dónde están refugiados los colibríes que tienen que refugiarse en mi? No me malinterpretes, les hago tanto bien a ellas como ellas me lo hacen a mi. Nos curamos las heridas para volvernos a levantar y seguir pegándole patadas en la boca a la zorra de la Muerte esperando que llegue el momento en el que ella nos devore con absoluta y magnífica facilidad. ¿Y sabes como le demostramos lo cabrones que somos? Follando, porque follar es la manera en la que le demuestras a la Muerte que aunque ella venga a buscarte tu estas eligiendo con lo que ella luego va a acabar.




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