Ellas. A solas.

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Sensual es cómo se tocan lentamente, cómo se escucha el sonido de los besos y de la respiración. Sobre todo cómo se miran, con delicadeza, nada forzado, nada bestia. Las risas de ambas cuando una le quita la blusa a la otra es disfrute. Es querer más. Es decir “se lo que estoy haciendo y me encanta”. Los besos son profundos y de verdad, nada guarros como en el resto de pelis porno. Los labios se mantienen unidos y disfrutan de su carnosidad. Cómo le retira el pelo con delicadeza la chica pelirroja a la morena cuando está entre sus piernas y cómo ésta le empieza a lamer. Aquí la respiración se acelera y comienzan los gemidos. Entran ganas a cualquiera. La cara de la pelirroja es real. Muchas películas porno teatralizan las caras femeninas que, más que placer, indica dolor.

Aquella sonrisa del alma solo aparece cuando es real. Ellas las tienen. Al acabar, los besos vienen con más fuerza. Esa fuerza provocada por el placer que, al momento, se vuelve a llenar de sensualidad.

Ahora cambia de turno. Después, más sensual si cabe es cuando disfrutan ambas a la vez. Se conocen y saben cómo dar y recibir al mismo tiempo. Pasión. Gemidos. Erotismo y placer por dos. Acaban y fomentan miradas y sonrisas del alma jugando con la carnosidad de los labios. Lejos queda el asqueroso vicio del cigarrito de después que tira todo lo anterior a la basura (si es que no lo estaba ya).

Hay quien apuesta por esto antes que por la bestialidad de una polla interminable que solo provoca dolor insufrible.


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