1546

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1546

Vislumbrando la sierra de Coro se les hizo de noche y Micer Felipe ordenó acampar a la sombra de varios cujíes que destacaban en el sendero, colgaron las hamacas, comieron sobriamente y procedieron a descansar cuando el disparo de un arcabuz rompió la noche y se llevó a un indio que hacía guardia donde descansaba el capitán general. El ataque se dió tan sorpresivo que el único muerto fue el ayamán esclavo de Hutten, la tropa del alemán compuesta por treinta hombres se entregó sin ofrecer resistencia y Micer Felipe quiso hablar para saber el porqué del tumulto y exigir que sean honrados los acuerdos firmados en el Tocuyo, donde fungió como testigo Don Juan Villegas. Carvajal se le ríe en la cara y la venganza traidora le hace decir ¡Con la humillación mía y la vergüenza suya no se puede vivir! ¡La hora de los castellanos ha llegado…y Dios y mi rey me entenderán! Micer Felipe comprendió que la humillación sufrida por Carvajal en el Tocuyo por mano de él lo convirtió en traidor y el miedo de perder el poder hurtado a la Audiencia en criminal! Carvajal hace atar las manos a Hutten, Welser, Romero y Plasensia y grita a todos para ser escuchados ¡Como gobernador y capitán general de estas tierras y por la gracia del emperador y la audiencia, me veo en la obligación de ejecutar a estos jefes traidores para evitar sangre y guerra en la provincia, buscando la paz le digo a la gente que lo acompaña y que quieran morir con ellos que están libres de hacerlo, si no vivan con el regocijo de la fé y de la obediencia al rey !. Se escucha el grito noble de Micer Felipe ¡Te cansarás al buscar árbol de mi talla!, valientes palabras haciendo referencia a la nobleza de su sangre, por lo que rechinando los dientes y en gesto de satisfacción diabólica mandó a buscar a su esclavo Juanchi, negro fuerte de Guinea e invistiéndolo de verdugo los mandó a degollar sin demora, de pie o de rodillas, ya que según sus palabras ¡El mandado hay que hacerlo! Al no conseguir instrumento adecuado se encontró un machete con la hoja mellada por lo que el esclavo pese a su fortaleza, hubo de hacer varios tajos con las cabezas de Romero, Plasensia y Micer Bartolomé, Hutten cayó de rodillas y mirando a su capellán Tudela suplicó en latín ¡Confesión!, éste trató de intervenir, a lo que Carvajal en un acto bárbaro, lleno de herejía e impaciencia exclamó con un sarcasmo entre escupitajos ¡Ya te confesarás en el cielo!, y ordenando al negro terminar, encabritó a su caballo “Enrique” para dar mayor peso a la decisión y fue entonces que Micer Felipe con resignación, elevó sus dos manos por encima de su cabeza y murmurando otra vez en latín dejó escuchar ¡En tus manos encomiendo mi espíritu, mísero de mí! y blandiendo el verdugo el arma con dos movimientos procedió a decapitarlo. El cuerpo aguantó la embestida de un mal corte, quedó de rodillas y la cabeza colgando hacia el lado izquierdo, se necesitaron tres tajos más para terminar de desprenderla y dar por concluida la ejecución, la tierra y la luna enrojecieron al verse salpicadas por la sangre y un velo negro tiño la noche callando el retorno camino al Tocuyo.


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