Cerrando el círculo (capítulo 5/6)

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Le pedí a Akim que se acercara a nosotros y me puse de cuclillas frente a él para extraer del pantalón su miembro morcillón que, entre mis manos, se endureció repentinamente para apuntar directo a mi boca hambrienta. Me aseguré de que Mónica tuviera una buena perspectiva de esa mamada, pero me temo que estaba totalmente entregada a la complacencia que le ofrecía su pajeador. Kike consiguió muy pronto que ella se corriera en su mano. Nos hicimos eco de ello al oír los gemidos finales que delataban su orgasmo. Tengo que insistir: estaba preciosa tan saturada de regocijo. Kike la levantó por el brazo y la estiró sobre una pequeña mesa en el centro de la sala. Se abrió la bragueta del pantalón Armani y se sacó un pedazo de pollón que ella apenas tuvo tiempo de apreciar porque, tal y como le levantó las piernas la poseyó hasta el fondo de una sola embestida, lenta pero sin pausa. Era brutal escuchar a Mónica emitir un largo gemido de recreo a medida que el tronco de Kike iba entrando en lo más profundo de su ser. Akim y yo nos acercamos a la pareja y nos quedamos contemplando la follada mientras su sólida verga permanecía en mi mano masturbadora. Me puse a mil, ahí de pie, observando como una espectadora más la función de mi amiga disfrutando así de lo que, para ella era, por fin, una buena copulada. Disfruté muchísimo ese momento, un regocijo que transmití perfectamente a Akim a través de mi mano, que no dejaba de acariciar ese taladro de color bronce.

 

Kike tenía ya toda la areola de su bragueta Armani manchada con los líquidos de Mónica que, al menos la oí correrse un par de veces más desde que la estuviera fornicando sobre la mesita de cortesía. Algunas veces la embestía cuatro o cinco veces muy rápidamente y luego aflojaba la marcha sistemáticamente. Otras, solo introducía el glande ubicándolo entre sus labios mojados y lo hacía mover con su mano recorriendo las carnes trémulas de su entrada para culminar con una agresión rápida en sus profundidades. También celebré cuando, levantando aún más una de sus piernas, Kike hizo finta de sodomizarla empujando muy levemente su capullo sobre el rugoso orificio anal. Pero lo mejor era observar con suma atención cada una de las respuestas corporales de Mónica. La mayor parte del tiempo mantenía su cabeza mirando al infinito del techo mientras se magreaba las tetas con movimientos muy personalizados. Esporádicamente incorporaba la cabeza para otear el panorama que había a su alrededor, y centraba su mirada en mí como diciendo “esta me la pagas...”

 

“Uff m-me vie-viene”, tartamudeó Kike desde el interior de su conquista.

 

Mónica notó ese hinchazón repentino en su núcleo uterino porque inició espontáneamente unos gemidos más graves que denotaban el momento cumbre de su montador. Es muy posible que, en ese preciso instante, mi amiga habría permitido recibir toda la savia caliente de Kike en su interior. Sin lugar a dudas ese es un momento de éxtasis superior. Pero le hice un favor que, más adelante, me agradeció:

 

Solté el miembro de Akim, me agaché rápidamente junto a los genitales de Kike y de Mónica, le saqué el pene de su interior cuajado y pajée al macho contra mi cara para sentir cómo me escupía su leche encima. No paré hasta asegurarme de haberle vaciado del todo y, cuando quise darme cuenta, Akim estaba llevando a Mónica de nuevo al sofá, la puso a cuatro patas y la embistió desde atrás haciendo que gritara, espero que de placer extremo. No fui capaz de determinar en qué medida Kike me había cubierto de semen, pero lo primero que hice fue dirigirme hacia mi amiga y, mientras Akim la empalaba con ganas –y creo que con cierto despecho–, yo me dediqué a besarla y compartir con ella el esperma con el que el otro me había obsequiado. El roce de nuestras mejillas y nuestros labios pronto repartió equitativamente aquel engrudo blanquecino. De repente, mirándome a los ojos fijamente, la vi ponerse colorada otra vez, abrió la boca como si quisiera gritar de puro éxtasis, se le pusieron los ojos en blanco y comenzó a temblar a la vez que Akim paralizó los embates para consentir que Mónica acabara sin cortapisas.


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