Abraham Fisher y la Luna (I)

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-Cuidado, Abraham. Este es un sitio peligroso y la gente de este lugar no nos mira con buenos ojos.

El muchacho asentía ante las palabras de su padre, con una mezcla de terror y de fascinación ante el nuevo mundo que se abría ante sus ojos. Nunca había estado en una ciudad tan enorme, en la que todo parecía tan diferente a lo que él conocía.

Abraham y su padre eran amish, y el joven siempre había vivido en el pequeño asentamiento donde residía su familia en Holmes County, en el estado de Ohio. No era habitual que la gente de su comunidad se relacionase con otras comunidades, y menos que visitasen la ciudad. Por eso era algo totalmente extraordinario que su padre le hubiese pedido que le acompañara en un viaje a Mansfield, un pueblo de unos cuantos de miles de habitantes que, sin embargo, a Abraham se le antojaba una urbe tan inmensa como Nueva York.

Había cumplido los catorce y su padre, el señor Fisher, había decidido que era hora de que aprendiera el oficio de carpintero que él había desarrollado durante los últimos veinticinco años. Era una forma respetable de ganarse bien la vida entre los amish y estaba convencido de que, si se esforzaba, permitiría a Abraham mantener a su propia familia en el futuro. Era además, un trabajo tranquilo, sin mayores complicaciones. Y sin embargo, el trabajo en la carpintería requería a veces tener que acudir a la ciudad para aprovisionarse de madera o de algunos utensilios.

El padre de Abraham no se sentía cómodo con la perspectiva de que su hijo entrase en contacto con el mundo industrializado, cuyas costumbres le horrorizaban profundamente, pero, si quería enseñarle bien el oficio, tenía que enseñar a su pequeño a tratar comercialmente con los hombres de la ciudad. Por eso había decidido invitarle a que le acompañara en su viaje.

Al señor Fisher le preocupaba el efecto que esto pudiera tener en su hijo, pero no podía negar el hecho de que había dado sobradas muestras de ser un hijo obediente y respetuoso. Esperaba que Abraham se diera cuenta por sí mismo de las ventajas que una vida recogida y austera como la que llevaban en Holmes County ofrecía a las personas. Sí, estaba convencido de que así sería. Abraham era un niño juicioso. Y sin embargo, el señor Fisher no conseguía librarse de un mal presentimiento acerca de aquel viaje.


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