Humedad en la ducha

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Todo empezó una tarde cuando me encontraba en el salón haciendo ejercicio, tan solo vestía un pantalón de chándal y mis deportivas. Empecé con unas flexiones, luego unas pesas y terminé haciendo abdominales. El perro me ayudaba en cada ejercicio contando/ladrando y animándome. Decidí darme una ducha y justo cuando salía del salón entro mi novia en casa. Venía de trabajar y llevaba una blusa blanca, casi transparente, y una falda negra de tubo bastante ceñida que dejaba al descubierto unas largas y preciosas piernas. Cuando pasé a su lado sin camiseta y con gotas de sudor recorriendo mi cuerpo se quedó perpleja. Me gustaba aquella mirada llena de morbo. La agarré de aquel marcado trasero y la acerqué a mí fundiéndola en un beso largo y caliente. Me retiré y me dirigí al baño para ducharme. Me quité el pantalón y me metí en la ducha. Cuando me estaba mojando el pelo oí un ruido extraño proveniente del baño, pero no le di importancia. De repente la mampara de la ducha se abrió de golpe, me giré y ahí estaba ella. No me dio tiempo a preguntar, ni si quiera pude hacer un chiste estúpido. Se abalanzó sobre mí, rodeándome con sus manos y sus suaves piernas y empezó a besarme. Solo paró un momento para soltarse el pelo que estaba recogido en una pinza. En escasos minutos aquella mujer que tenía entre mis brazos había conseguido que se me pusiera como una piedra. Salimos de la ducha húmedos por el agua pero muy calientes, la apoyé en una de las paredes y empecé a acariciarle los pezones con mi lengua y ella jadeaba, nuestra respiración aumentaba por momentos y la llevé a la habitación. La tiré en la cama y ella abrió las piernas, no paraba de morderse el labio inferior, aquello me ponía más. Esos ojos marrones me miraban con amor y deseosos de placer. Me agarró del cuello y rápidamente se subió encima mío. Estaba sobre mí cuerpo y con mi pene erecto rozaba sus glúteos. Empezó a besar y morder cada parte de mi cuerpo y fue bajando hasta que llegó a mi ombligo y sacó su lengua. Mi respiración y los latidos de mi corazón aumentaban a medida que llegaba a aquel sitio. Solo uso una de sus manos mientras que con la otra me acariciaba la parte de debajo del ombligo note sus fríos y húmedos labios. Pero antes de poder correrme le avisé, no quería que terminase tan pronto ojalá pudiese pasarme así el resto de mis días con aquella mujer que parecía Afrodita.

De un impulso conseguí ponerme yo encima. Estaba mojado y algo frío, en cambio ella desprendía calor por su cuerpo. Acaricié y besé cada una de sus curvas que conseguía que oyese su respiración cada vez más fuerte. Se estremecía entre las sábanas y contraía su abdomen con cada caricia de placer. Subí hacia su cuello y mi pene entró en sus profundidades, ella emitió un gemido por el placer que le proporcionó y cada vez aquella voz tan dulce y sumisa se reproducía mis ganas de aumentar dicho ritmo se agrandaban. Notaba sus pechos rozar en mi cuerpo, su voz alegraba mis oídos y sentía sus adentros. Primero llegó ella que derramó todo su flujo por mi miembro hasta que cayó por las sábanas, su piel de gallina se alisaba y sus ojos me miraban satisfechos e iluminados. En ese momento volvió a bajar su mano, luego sus labios y terminó aquel glorioso día con todo mi líquido caliente desparramado por su boca.


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